Yo soy ese que un día fue de pesca
y encontró que no había agua ni peces,
que negó la verdad una y mil veces
y que incluso se puso a armar la gresca
gritando hasta a los jueces.
Siguiéndole al azar, su mala estrella,
a solas con su honor y el pelo en pecho,
queriendo demostrar, siempre al acecho,
lo suyo era pasar dejando huella
saltando un buen repecho.
¡Veréis ya estoy aquí, sabed que he vuelto,
seguro que me habéis reconocido,
espero que eso os haya complacido
saber que aquel que amabais, verso suelto,
ha vuelto a vuestro nido!.
Conmigo se acabaron avatares,
que el mismo dios de fiesta está conmigo,
y aquello que esperabais lo consigo
así haya tempestad, que llueva a mares,
que yo sé lo que digo.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.