y 3,062 POETAS Sugeridos e Invitados
1.CULOS DE MAL ASIENTO [Poema del Editor]
2.Francisco_Garamona [Poeta sugerido]

Textos aquí: 1. del Editor, 2. del Poeta sugerido y 3. del Invitado (opcional)
MI POEMA …de medio pelo
Los hombres, esos seres pretenciosos
que vuelan como pájaros sin nidos,
los hombres, esos bichos presumidos
que creen que hizo Dios y son hermosos,
ciegos empedernidos;
los mismos, los que van a la deriva
cual pollos sin cabeza mareando,
rogándole al buen dios y al mazo dando
y a todo el que se encuentran si es lesiva,
de todo y protestando.
Los hombres siempre al sol que más calienta
lanzando sus proclamas por derecho,
-el ancho para mi pa’ el otro estrecho-,
se adueñan de la sal y la pimienta
y aquí ya a lo hecho pecho,
que gozan de ir mirando a las batuecas
el tiempo que consumen divagando
al ver lo que otros credos van soltando
que suelen resonar hasta en las Mecas
y al cielo disparando.
Con sueños que en el aire difumina
lo mismo que hace al fuego una pavesa
forzándole al rezar, a una promesa
que le haga caminar sin una inquina
ni mala una sorpresa;
conscientes de que el mundo es una selva
e impera la presencia del más fuerte,
que aquí se desafía hasta la muerte
a expensas venga un dios y que le absuelva
o que haya buena suerte.
©donaciano bueno
MI POETA SUGERIDO: Francisco_Garamona
Una muestra de sus poemas:
La vieja lengua
Suena la vieja lengua,
la lengua de esos muchachos y muchachas
ahora que ya no puedo oírla más.
Suena la vieja lengua,
aquella de los chistes tontos y las frases,
la misma que contenía los rudimentos
de nuestro intenso aprendizaje.
Era el tiempo de las lilas,
de las violetas muriendo en nuestras manos…
Cuando todavía nos sentíamos juntos,
capaces de enfrentar cualquier destino.
Las lentas campanadas repartían la tarde,
y el atardecer prometía las premuras de la noche.
¿Qué pasó que ahora ya no puedo oírla más?
Era dulce y áspera. Era muy dulce, ¿pero qué decía?
Mi parte misteriosa
Mi padre volvía a casa por la noche.
Yo le decía: ¿Papá, sos vos?
Él estaba cansado, había viajado mucho.
Tenía la cabeza blanca como la de un fantasma.
Su cuerpo flotaba a unos centímetros del suelo,
y sus pies no se oían porque no caminaba,
pero sí se sentía cómo su ropa iba rozando los muebles.
Buscaba en el fondo de la casa unos cuadernos
con su letra manuscrita.
Unos cuadernos que yo había cubierto con dibujos.
Revolvía cajas llenas de cosas viejas.
Yo le gritaba: Papá, por favor, dejanos dormir.
En la cama unos junto a otros estábamos sus hijos.
Éramos tres o cuatro esqueletos blancos y brillantes, de niños.
Afuera hacía frío y el viento aullaba
una canción muy triste.
Recíproco
Una vez tuve una lapicera de la suerte,
la agarraba y ella se movía
en mi mano trazando
cantidad de frases sobre el papel.
La había encontrado tirada
en el cordón de una vereda
cuando volvía a mi casa.
Estaba ahí como esperándome.
La levanté del suelo
y la sostuve con mis manos.
Recién veía en una película
a un hombre que encontraba
una lapicera en la nieve
y me acordé de la mía.
Cuando después de un tiempo la perdí
pensé que no iba
a poder escribir más.
Yo tenía 17 años.
El jarrón vacío, ni una hebra de planta,
no digo flor, ni tallo, ni hoja sola,
en el patio de la rectoría donde los estudiantes
piensan que descolonizar es abandonar el corte taza,
porque los retratos así muestran al almirante.
Capitanes de yates averiados,
frágil escudo en el gabán sin moda.
Fruto tardío de frecuente trola,
amiga de amigos, aunque para mí desconocida.
Sin dimensión del abrazo, ¿cómo medir las adyacentes olas?
Víctimas de frotamientos a deshoras
flotan cadáveres que nadie viene a reclamar.
Un hueso pobre, valiente en su osadía,
que no reclama clavo ni madera,
carpintero de su simple recta,
que fue capaz, simplificado.
No temo al patrón pero sí a su esclavo,
porque del día pierdo su gramaje,
y de la noche entiendo una reyerta que aburre a las mujeres.
Pálida silla donde se sentó el presidente
de un club de aficionados que quería transformar
un juego definido en algo que fuera un poco diferente.
Por qué no inventan venas opacas
donde la sangre no se vea disparada
corriendo al corazón y al suave muslo
de la muchacha que amé y me olvidó.
Una mochila, pequeña, cuadrada,
hecha para que la lleve una chica siempre
subiendo y bajando de autos veloces
y muchos otros medios de transporte,
recorriendo las provincias, buscándose.
Un papel doblado en ocho pliegues,
indiferente a lo que le escriban encima.
Una capa hecha con un mantel de hule
que da calor pero que sirve
para cubrirse de la lluvia.
Yo te llamo, repito tu nombre entre mis labios…
Soledad del burro que se aplasta un rato
doblado sobre el sueño.
Tendrán un amigo tus ojos como niñas
aferradas de pie contra una valla,
detrás de la montaña inmóvil
cubierta por la nube transitiva,
tendiéndome sus manos simplemente
para que crucemos juntos esa calle.
A trescientos metros de acá,
sobre la calle Viel,
un rayo cayó de golpe
y dejó un árbol fulminado.
Ya no se sientan los hermanos
bajo su sombra fresca
donde movían las manos, los pies,
los hombros, torpemente,
hacían muecas, se arrastraban
y volvían a su casa sucios
para contarles a su madre una mentira
siempre tonta, incomprensible
mientras ella en la ventana
se sentía cerca y lejos.
Qué rompehuevos los hijos
tras los nidos de jilgueros
munidos con sus gomeras
apuntando entre las ramas
o cada noche en sus camas
abrigados o desnudos
según la estación que hiciera.
Los niños tienen huesos,
cartílagos, tendones,
pulmones llenos de aire inmóvil
y un pequeño corazón.
La madre en sus pensamientos
a veces se pregunta
qué es lo que debe pensar.
(Ahora, una nota del autor:
“Chicas no tengan hijos
salvo que estén muy seguras
y también llenas de coraje
para quedarse solas,
los hombres huyen
en un barco,
en una moto,
en un motivo.
Nunca dejan de ser niños.
Y sabemos que no hay nada más egoísta que ellos.”)
Mamá, mañana vamos juntos
pero vos cruzá sola
que te miramos de enfrente.
En la pianola del bar tocan tu tema favorito.
Estás tan vieja y chiquita
que cuando te mueras
meteremos tu cadáver
en un cajón de manzanas,
tus frutas predilectas siempre.
Mamá, mami, mamita,
¿que vamos a hacer cuando no estés?
Si nunca aprendimos a estar solos.
En una rajadura del cemento
crece un gladiolo,
¿es flor macho o es flor hembra?
Marcos, Federico, Jonás,
vuelvan a casa temprano,
que la tarde está re oscura.
Pongamos la mesa juntos
ya está la sopa cocida.
Y hay papas californianas,
y mucho puré chef.
La belleza de la vida igualará la de la muerte.
La belleza de la vida igualará la de la muerte.
Si volviera a nacer elegiría lo mismo.
Si volviera a nacer elegiría lo mismo.
Piensa el joven mongol en una frágil cocina
al aire libre, entre nubes de mosquitos
que lo pican en los brazos. Una noche de calor
se entrevé en las marismas de la tarde.
En los campos próximos hay historias
de esclavismo entremezcladas con historias
de obviedad. ¿Pero no serán casi lo mismo?
La lámpara que cuelga de un cable
se mueve bajo el agua y el viento.
Es una lluvia de verano y vos estás cansado.
Ediciones Liliputienses







