ME QUITO EL SOMBRERO (Mi poema)
Irene Domínguez Gómez (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

De todos los poetas que yo admiro
Machado sin dudarlo es el primero,
a Antonio, a don Antonio me refiero,
con él bendigo el aire que respiro,
ante él quito el sombrero.

«Pensar alto, sentir hondo, hablar claro»
según el gran Maestro nos decía,
yo trato de ajustar mi poesía
de forma que quien lea ni un reparo
ponerla debería.

Los clásicos me chiflan. Los modernos,
son como los sembrados, que entresaco,
de vez en cuando alguno yo lo saco
y pongo a buen recaudo en mis cuadernos
a ver mi sed si aplaco.

Respeto a los que escriben, les respeto,
pues sé que el escribir no es muy sencillo
y aun menos el ponerle un estribillo
tildando a lo que escribo de panfleto
o haciéndole el pasillo.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Irene Domínguez Gómez

SÉ QUE YA NO SOMOS NADA,

pero nos cruzamos y notas el roce de mi abrigo
entrando un domingo en el Mango outlet de Fuencarral
.

Te das la vuelta y sonríes a mi amiga,
tal vez unos metros antes te estábamos criticando,
o tal vez estas ojeras son de haberme besado con otro,
pero lo cierto es que nos importamos
y la vida es perfecta así,
cuando entre versos me da por vivir y creerme
la historia que nunca hemos tenido,
esta historia tan verdadera como falsa al mismo tiempo.

Te has colado en mis sueños esta noche

y me dispongo a hacerte uno de mis csi reglamentarios,
tras este despertar de sudores fríos
encuentro tus guiños premeditados
antes de que yo misma concibiese tu existencia
—y también mis ganas de provocarte—.

Se me han quemado las tostadas
de pensarte, nos hemos besado
y descubro que no soy tan parecida a ti
como el tipo de mujeres que tú buscas,
tan individualista,
soy tan individualista
y tú tan de no querer romper con el pasado,
tan de memoria histórica,
tan de esos mensajes a quien piensas que fue
la chica de tu vida,
tan de canciones reivindicativas y mítines
y creer en el progreso y todas esas vidas
que yo me dejé perdidas tras enamorarme
de un profesor que leía a Trotski.

Quién no se ha dejado la dignidad
por un hombre, dime,
en la medida de dos cuerpos iguales,
has caído en este sueño y también Oscar Wilde
escribiendo entre líneas
para liberarnos de la realidad
caer en la tentación es la justicia exacta.

Y mira que la poesía es esto,

desvestirme en la ventana sabiendo
que los vecinos están mirando,
asistir a mi cotidianidad
y escandalizarte cuando haces
por creerte todo lo que cuento,
poner trabas a mi libertad creativa,
no sé,
el humo de un cigarro social
en el tumulto de la gente.

Y mira que la poesía es esto,
quitarme la ropa del trabajo
y pensar en las diversas maneras
de las que puedo dejarte,
un encuentro aparentemente fortuito
—y empaquetado cuidadosamente—
bajo el filtro de la ficción,
la conversación en cuarentena
que sin querer convertimos en una cita.

Y es que la poesía es esto,
los ratos en los que puedo confesarme
sin necesidad de dar explicaciones,
todas y cada una de las vidas
que me invento cocinando
a fuego lento,
el suspiro a medias antes del suicidio
que nunca llega a darse.

Siento celos de tu escritorio,

de esa silla en la que vuelas
como un ángel descoyuntado,
de esas mujeres que no tienen
unas facciones inmancillables
—pero saben retenerte
al menos cinco días al mes—,
de ese cuerpo no perfecto
pero sí arraigado a una tierra
y una mente de genética impecable
pero sujeta a las tentaciones evolutivas,
es así y es mi lápida,
es mi curva arrolladora,
es mi condena
a sentir celos de tu casa y de si cabe
un Dios omnipresente en esta vida
en la que aprecias la soltura
con la que hacemos ciertas cosas,
con estos cuerpos dolidos a ratos
y esta gloria de ser jóvenes
y poder banalizar con la muerte,
así, con el talento de llevar un as
en la manga y encadenar conversaciones
que no nos lleven a ninguna parte.

Como no es útil la literatura

puedo narrarte mi vida
tras una copa de vino,
ya que nos hemos sentado
en el suelo de un parque en desescalada

y te has levantado levemente la camisa
para enseñarme tu costado:

¡No pasarán!

Un tatuaje en trazos desiguales
y el recuerdo de tu familia
—franquista y católica—
apaciguan nuestra tarde.

Puedes pasar, pequeño dios,
puedes pasar porque tengo la puerta abierta,
porque tal vez deba compararte con otros
pero algún día deban saber que existes.

Puedes pasar y asistir a esta vida marchitada
que se deshace con un pedazo de carne teñida
tras una delgada tela
que cubre lecturas de Paul Preston.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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Soñar y divagar, eso es lo mío, contar…
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