SENTADO EN MI TERRAZA (Mi poema)
Julio J. Casal (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

De mi piso, sentado en la terraza
una tarde de otoño moribundo,
intentando ya aislarme de este mundo.
un respiro le doy a mi cachaza.

Entretanto un rayito juguetón,
garabatos dibuja por mi calva,
que bailando desliza al mismo son
pues que nadie del sol si huye se salva.

Desde el cielo vestida de amarilla
hay una hoja que cae entre mi frente
deslizando del chopo que en la orilla,
intensa, esa quietud parece ausente.

Interrumpe mi estado de anestesia
su bullicio y los niños de un colegio,
y el de un perro ladrado. Privilegio
del sonar de campañas de la iglesia.

La tarde está al caer, yo observo el cielo,
diviso más allá en la lontananza
en el campo brillando una naranja,
doyme el piro y me ausento del señuelo.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDOJulio J. Casal

Máscaras

No hay un pintor que sin defecto encuadre
la vida y nos la muestre, porque toda
paleta de otros siglos, o a la moda,
no sirve… ¿Ha de llegar la noble madre
de cuyo parto brotará la ciencia
que ha de entregarnos lo que nadie pudo,
de cascabeles y antifaz desnudo,
el payaso genial de la existencia?
¿Pero conviene que algún ser descorra
la mentira, mostrando lo que existe,
en el fondo, tal vez de justo, para
herirnos? La verdad lo bello borra,
y el carnaval humano sería triste
sin el encanto de la doble cara.

Árbol

Árbol, yo ya sabia que eras hermano mío.
Hacia los cielos vamos en claro florecer.,.
Y tus ramas audaces, hallaron el rocío
en el cristal y el ámbar, luz de mi amanecer…
¡Árbol, yo ya sabia que eras hermano mío!

En ti hay, a momentos, más pájaros que hojas
Y eres en primavera mágico surtidor.
Y en mí, ¡qué profusión de rosas, blancas, rojas,
Y qué acento en mi lírico manantial interior!

Los dos brindamos, árbol, savia joven y nueva.
Y por nosotros corre un idéntico río
de emoción, y sabemos en las nieves de prueba
aguardar libremente el calor de otro estío.

Hacia lo azul, el mismo impulso azul nos lleva…
Árbol, yo ya sabía que eras hermano mío.

Ruego

Ni tú me esperarás. Ni yo he de ir.
Estás en lo escondido
de tu hiedra de cielo, tan lejano,
que hasta tu rostro
no podrá la muerte
alzarme en su marea.

Condenado a seguir desde la orilla
a los que ascienden hasta ti. Mi sombra
da su presencia en el movible mundo.
Apenas sube en luz. Otra vez sombra.

Tal vez no quieras que yo llegue. El campo
aguarda en flor de muertos, mi ternura.
Sobre los infinitos lirios echaré
mi corazón de hombre. Déjame ser lluvia.

Déjame como niebla ligera
por los caminos.
Seré danza de estío para la rosa débil,
como labio de arroyo para la orilla oscura.

Estarán junto a ti los que amaron la vida
y los que la encendieron en heroicos espejos,
los que en duro ejercicio moldearon
el umbral en que se echan perros fieles.

Muerto aún amo la tierra. Despertando
del pecho de una muerta está mi infancia.
Intimo, hundirme
en el enjambre eterno.

Renacer en los ojos de los bueyes.
Con el rojo mastín
ladrar antiguamente a los viajeros
que llegan hasta el humo de las chozas.

¿Qué he de hacer yo en tu fiesta de elegidos?
Mi corazón es pájaro de agua
de tus copiosas venas de la tierra.
Piensa en un vuelo más que se ha extraviado.
Ni tú me esperarás. Ni yo he de ir.
Haz de mi muerte lluvia. Échala al campo.

Aligerarse para el vuelo

Aligerarse pata el vuelo. Un día
nada de lo superfluo pesará.
Iremos tan sin carne,
tan sin sombra,
sólo en la luz…

Creíamos,
que lo que fue quedando en el viaje,
lo íbamos perdiendo,

Perder no es desprenderse
de lo frondoso,
ni es ir dejando aquello que nos viste
de transitoria y fácil alegría.

Mirar como se apaga
la voz que grita,
no es perder.
Y nos alcanzará, con nuestra parte
de agua y de viento.

Un día
irá nuestro corazón ligero
-no vacío-
sólo en la luz,
tan sin carne,
tan sin sombra…

Tierna palabra

Tierna palabra de olvidado día
llegas a ml por nubes de entresueño,
y me vuelvo a sentir, dulce y pequeño,
abriendo con tu llave, el alma mía.
Ves corno asciende por la tarde fría,
convertido en paloma, el turbio ceño
que en mi frente, al partir, me dejó el sueño.
y paloma van en romería.

Tornas palabra a darme la dulzura
De mi madre, en la plácida tutela
la noche me era larga. Vienes

a convertir mi llanto en agua pura,
Hoy otra vez, estás conmigo, y vuela
Tu mano entre el otoño de mis sienes.

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Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla
(Antonio Machado)

Autor

Donaciano Bueno Diez
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