JOSÉ ÁNGEL BUESA

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.

Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

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BLAS DE OTERO

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

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RAFAEL ALBERTI

Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo...

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ANTONIO MACHADO

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero...

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FÉLIX MARÍA DE SAMANIEGO

Apacentando un Joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
¡Favor!, que viene el lobo, labradores.
Éstos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente.

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FEDERICO GARCÍA LORCA

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.

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GABRIEL CELAYA

A veces me figuro que estoy enamorado,
y es dulce, y es extraño,
aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo.
Las canciones de moda me parecen bonitas,
y me siento tan solo
que por las noches bebo más que de costumbre.

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MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS

Recuerdo que en los días rosados de mi infancia,
la abuela…(¿de quién son los abuelos?, ¿de los niños?),
solía por las noches, cuando la tibia instancia
parecía una caja de dulces de la luna,
contar historias viejas. Hoy ya no sé ninguna.

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Lee y disfruta de sus poemas...

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Este amor que ha venido de repente
y sabe la razón de la hermosura.
Este amor, amorosa vestidura,
ceñida al corazón exactamente.

Lee y disfruta de sus poemas...

TIRSO DE MOLINA

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?
El clavel, lindo en color,
y la rosa todo amor;

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MIS MAESTROS-POETAS

MARQUÉS DE SANTILLANA

Recuérdate de mi vida,
pues que viste
mi partir e despedida
ser tan triste.
la respuesta non devida
que me diste;

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GUTIERRE DE CETINA

Excelso monte do el romano estrago
eterna mostrará vuestra memoria;
soberbios edificios do la gloria
aún resplandece de la gran Cartago;...

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN

Amor, tú que me diste los osados
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;

Lee y disfruta de sus poemas...

LUIS ROSALES

Abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?

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ROSALÍA DE CASTRO

¡Con qué pura y serena transparencia
brilla esta noche la luna!
A imagen de la cándida inocencia,
no tiene mancha ninguna.

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JOSÉ ZORRILLA

¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!

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JUANA DE IBARBOUROU

A ártico cielo y soles de Brasiles
bajo palio de heridos corazones,
a ociosa espuma y a fluviales sones
anda el Sagrado Corazón en lides.

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MIS MAESTROS-POETAS

VICENTE ALEIXANDRE

¿Qué firme arquitectura se levanta
del paisaje, si urgente de belleza,
ordenada, y penetra en la certeza
del aire, sin furor y la suplanta?

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

JAIME GIL DE BIEDMA

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

LEÓN FELIPE

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,...

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MIS MAESTROS-POETAS

JULIA DE BURGOS

Yo vengo de la tierna mitad de tu destino;
del sendero amputado al rumbo de tu estrella;
el último destello del resplandor andino,
que se extravió en la sombra, perdido de tu huella.

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CONCEPCIÓN ARENAL

Había en un lugarón
Dos hombres de mucha edad,
Uno de gran sobriedad
Y el otro gran comilón.
La mejor salud del mundo
Gozaba siempre el primero....

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MIS MAESTROS-POETAS

JAIME SABINES

A caballo, Tarumba,
hay que montar a caballo
para recorrer este país,
para conocer a tu mujer,
para desear a la que deseas,
para abrir el hoyo de tu muerte,

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MIS MAESTROS-POETAS

MARIO BENEDETTI

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS GUILLÉN

¿Cuándo fue?
No lo sé.
Agua del recuerdo
voy a navegar.
Pasó una mulata de oro,
y yo la miré al pasar:,....

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MIS MAESTROS-POETAS

OCTAVIO PAZ

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

MANUEL ALCÁNTARA

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

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MIS MAESTROS-POETAS

JOSÉ BERGAMIN

AGUA sólo es el mar; agua es el río,
Agua el torrente, y agua el arroyuelo.
Pero la voz que en ellos habla y canta
No es del agua, es del viento.

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MANUEL GUTIERREZ NÁJERA

Los pájaros que en sus nidos
mueren, ¿a dónde van?
¿Y en que lugar escondidos
están, muertos o dormidos,
los besos que no se dan?

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DÁMASO ALONSO

Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;

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GABRIEL Y GALÁN

Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensangrentada,
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,

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LOPE DE VEGA

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

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AMADO NERVO

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

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GLORIA FUENTES

El burro nunca dejará de ser burro.
Porque el burro nunca va a la escuela.
El burro nunca llegará a ser caballo.
El burro nunca ganará carreras.

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JORGE LUIS BORGES

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

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LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN

¿Qué acecho de dolor el alma vino
a herir? ¿Qué funeral adorno es éste?
¿Qué hay en el orbe que a tus luces cueste
el llanto que las turba cristalino?

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MIS MAESTROS-POETAS

LUIS CERNUDA

Ventana huérfana con cabellos habituales,
Gritos del viento,
Atroz paisaje entre cristal de roca,
Prostituyendo los espejos vivos,
Flores clamando a gritos
Su inocencia anterior a obesidades.

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MIS MAESTROS-POETAS

FRAY LUIS DE LEÓN

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,

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MIS MAESTROS-POETAS

RUBÉN DARÍO

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

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MIGUEL HERNÁNDEZ

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor...

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ALFONSINA STORNI

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Esparce octubre, al blando movimiento
el sur, las hojas áureas y las rojas,
en la caída clara de sus hojas,
e lleva al infinito el pensamiento.

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MIS MAESTROS-POETAS

SANTA TERESA DE ÁVILA

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

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SAN JUAN DE LA CRUZ

En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

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MIS MAESTROS

MANUEL MACHADO

Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,...

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Lee y disfruta de sus poemas...

PEDRO SALINAS

A esa, a la que yo quiero,
no es a la que se da rindiéndose,
a la que se entrega cayendo,
de fatiga, de peso muerto,
como el agua por ley de lluvia.

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JORGE MANRIQUE

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;

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RAMÓN DE CAMPOAMOR

En este mundo traidor
Nada es verdad ni mentira:
Todo es según el color
Del cristal con que se mira. 

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SALVADOR DÍAZ MIRÓN

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

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NICOMEDES SANTA CRUZ

Cómo has cambiado, pelona,
cisco de carbonería.
Te has vuelto una negra mona
con tanta huachafería.
Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,...

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FRANCISCO DE QUEVEDO

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Lee y disfruta de sus poemas...

FRANCISCO ALDANA

Clara fuente de luz, nuevo y hermoso,
rico de luminarias, patrio Cielo,
casa de la verdad sin sombra o velo,
de inteligencias ledo, almo reposo:
¡oh cómo allá te estás, cuerpo glorioso,

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GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Volverán las oscuras golondrinas
De tu balcón sus nidos a colgar
Y otra vez con el ala a sus cristales
Jugando llamarán.

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A USTED, QUE SABE DE LA VIDA [Mi poema]
Salvador Rueda [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

A usted que tanto sabe de la vida,
a aquel que pasa el tiempo presumiendo,
a todos los que al vulgo van mintiendo
gozando con ruindad de la comida
y al resto desvistiendo.

A aquellos que en el mundo proliferan,
se suben con frecuencia al escenario,
disfrutan repitiendo su calvario
buscando solamente le aplaudieran,
y viven del erario.

A todos los que lanzan sus soflamas
tratando de chupar cual sanguijuelas
las tripas, van clavando las espuelas,
cual pájaros que sueltan por las ramas.
sus heces y secuelas.

Resulta que ellos son sus intereses
que al resto nada importa, vayan dando.
Y yo, que no soy sabio, estoy dudando
si acaso sigo andando haciendo eses
y no sé ni hasta cuando.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Salvador Rueda

La lámpara de la poesía

Desde la frente, que es lámpara lírica, desborda su acento
como un aceite de aroma y de gracia la ardiente poesía,
y a los ensalmos exhala cantando su fresca armonía,
vase llenando de luz inefable la esponja del viento.

Rozan los versos como alas ungidas de lírico ungüento
sobre las frentes, que se abren cual rosas de blanca alegría;
y un abanico de ritmos celestes el aire deslía,
cual si moviera sus plumas de magia de Dios el aliento.

Vierte en el aire la lámpara noble sus sones divinos,
que goteantes de sílabas puras derraman sus trinos
desde el tazón del cerebro de lumbre que canta sonoro.

Y revolando las almas acuden de sed abrasadas
como palomas que beben rocío y ondulan bañadas
en el temblor de la fuente sube del verso de oro.

La copla

Tiene la mariposa cuatro alas;
tú tienes cuatro versos voladores;
ella, al girar, resbala por las flores;
tú por los labios, al girar, resbalas.

Como luces su túnica, tú exhalas
de tu forma divinos resplandores,
y fingen ocho vuelos tembladores
tus cuatro remos y sus cuatro palas.

Ya te enredas del alma en una queja,
ya en la azul campanilla de una reja,
ya de un mantón en el airoso fleco.

En el pueblo, andaluz, copla, has nacido,
y tienes –¡ave musical!– tu nido
de la guitarra en el sonoro hueco.

El ave del paraíso

Ved el ave inmortal, es su figura;
la antigüedad un silfo la creía,
y la vio su extasiada fantasía
cual hada, genio, flor o llama pura.

Su plumaje es la luz hecha locura,
un brillante hervidero de alegría
donde tiembla 1a ardiente sinfonía
de cuantos tonos casa la hermosura.

Su cola real, colgando en catarata;
y dirigida al sol, haz que desata
vivo penacho de arcos cimbradores.

Curvas suelta la cola sorprende,
y al aire lanza cual tazón de fuente
un surtidor de palmas de colores.

La cigarra

Silencio; es la cigarra, la doctora,
la que enseñó a Virgilio la poesía
y dio a las viñas griegas su armonía
cual bordón inmortal de luz cantora.

Aun pasa con su lira triunfadora
ardiendo en entusiasmo y energía;
encerrado en sus élitros va el día,
escuchad su canción abrasadora.

Ser en la roja siesta enardecido,
es un ascua del sol hecha alarido
que a su propio calor fundirse quiere.

Quema al cantar su real naturaleza,
canta por el amor a la belleza,
canta a las almas, y cantando muere.

Hora de fuego

Quietud, pereza, languidez, sosiego…;
un sol desencajado el suelo dora,
y a su valiente luz deslumbradora
queda el que a fascinado y ciego.

El mar latino, y andaluz, y griego,
suspira dejos de cadencia mora,
y la jarra gentil que perlas llora
se columpia en la siesta de oro y fuego.

Al rojo blanco la ciudad llamea;
ni una brisa los árboles cimbrea,
arrancándoles lentas melodías.

Y sobre el tono de ascuas del ambiente,
frescas cubren su carmín rïente
en sus rasgadas bocas las sandías.

Las bodas del mar

Ya acudes a tu cita misteriosa
con el inquieto mar, luna constante,
y asoma las playas de Levante,
hostia de luz, tu cara milagrosa.

En la onda azul, cual nacarada rosa,
se abre tu seno con pasión de amante
y dibuja un reguero rutilante
tu pie sobre la espuma en que se posa.

El agua, como un tálamo amoroso,
te ofrece sus cristales movedizos
donde tiendes tu cuerpo luminoso.

Y al ostentar desnuda tus hechizos,
el mar, con un abrazo tembloroso,
te envuelve en haz de onduladores rizos…

El «copo»

Tíñese el mar de azul y de escarlata;
el sol alumbra su cristal sereno,
y circulan los peces por su seno
como ligeras góndolas de plata.

La multitud que alegre se desata
corre a la playa de las ondas freno,
y el musculoso pescador moreno
la malla coge que cautiva y mata.

En torno de él la muchedumbre grita,
que alborozada sin cesar se agita
doquier fijando la insegura huella.

Y son portento de belleza suma:
la red, que sale de la blanca espuma:
y el pez, que tiembla prisionero en ella.

La sandía

Cual si de pronto se entreabriera el día
despidiendo una intensa llamarada,
por el acero fúlgido rasgada
mostró su carne roja la sandía.

Carmín incandescente parecía
la larga y deslumbrante cuchillada,
como boca encendida y desatada
en frescos borbotones de alegría.

Tajada tras tajada, señalando
las fue el hábil cuchillo separando,
vivas a la ilusión como ningunas.

Las separó la mano de repente,
y de improviso decoró la fuente
un círculo de rojas medias lunas.

Ramo de lirios

Porque de ti se vieron adorados,
tengo un vaso de lirios juveniles:
unos visten pureza de marfiles;
los otros terciopelos afelpados.

Flores que sienten, cálices alados
que semejan tener sueños sutiles,
son los lirios, ya blancos y gentiles,
ya como cardenales coagulados.

Cuando la muerte vuelva un ámbar de oro
tus largas manos de ilusión que adoro,
iré lirios en ellas a tejerte.

Y mezclarán sus tallos quebradizos
con sus dedos cruzados y pajizos,
¡que fingirán los lirios de la muerte!

Afrodita

Venus, la de los senos adorados
que nutren de vigor savias y rosas;
la que al mirar derrama mariposas
y al sonreír florecen los collados;

la que en almas y cuerpos congelados
fecunda vierte llamas generosas,
de Eros a las caricias amorosas
ostenta sus ropajes cincelados.

Ella es la fuerza viva, el soplo ardiente
de cuanto sueña y goza, piensa y siente;
de cuanto canta y ríe, vibra y ama.

En el niño es candor, eco en la risa;
en el agua canción, beso en la brisa,
ascua en corazón, flor en la rama.

LA BACANAL

Está de fiesta la triunfante Roma;
desierto y mudo su elocuente Foro;
con estallar de estrépito sonoro
la delirante bacanal asoma.

No importa que minando la carcoma
esté su base de sillares de oro,
ni que entre mares de imborrable lloro
caiga como la impúdica Sodoma.

El festival con su esplendor la baña,
y sus noches magnificas recrea,
y con báquicos bailes le acompaña.

Y Roma, entre el festín que la rodea,
vacila como tronco en la montaña
que, antes de herirlo, el viento bambolea.

Abren la marcha grupos numerosos

Abren la marcha grupos numerosos
de Silenos con pieles revestidos,
que adelantan el paso confundidos
con grupos de bacantes bulliciosos.

Agitando los tirsos primorosos
de cien lazos espléndidos ceñidos,
excitan y enardecen los sentidos
con sus bailes de ritmos cadenciosos.

De la noche rompiendo las tristezas,
van antorchas de rayos penetrantes
que del cuadro destacan las bellezas.

Y un escuadrón de sátiros saltantes
conduce en las cornígeras cabezas
hojas de hiedra en círculos triunfantes.

Mujeres con figura de victoria

Mujeres con figura de victoria
siguen vestidas de lujosas galas,
y abren en sus omóplatos las alas,
símbolo de su triunfo y de su gloria.

Vivas luces ardiendo a la memoria
del gran Dionisos brillan cual bengalas,
y de sus tonos tienden las escalas
sobre el festín de la romana escoria.

Un bello altar de perlas coronado,
que irradia como asiático tesoro,
va de frondosas pámpanas orlado.

Y en pos de cien niños a compás sonoro,
llevan como presente delicado
el azafrán en páteras de oro.

Tras de un tropel que rompe y desbarata

Tras de un tropel que rompe y desbarata,
libre de toda ley, lazos y frenos,
llegan en el tumulto dos Silenos
en cuya piel la luz rayos desata.

Uno que e1 vivo júbilo retrata
va dando brincos de destreza llenos,
y el otro lanza vibradores truenos
de una trompeta de maciza plata.

Entre los dos, de trágico vestido,
un hombre va colérico accionando
y el rostro tras la máscara escondido.

Es el actor que avanza declamando,
y viene con acento enardecido
dáctilos y espondeos recitando.

Esparciendo, prolíficas, los dones

Esparciendo, prolíficas, los dones
con que la madre tierra las dotara,
entre pompas que un rey ambicionara
avanzan las diversas estaciones.

Resuenan encomiásticas canciones
en las que va la perfección más rara,
y en copa enorme que de hervir no para
hacen sátiros mil sus libaciones.

Trípodes al de Delfos semejantes
y piedras erizadas de facetas,
van mezclados con copas deslumbrantes.

Y ensalzan en su lira los poetas,
con ditirambos bellos y brillantes,
el premio destinado a los atletas.

Baco, encima de un carro reluciente

Baco, encima de un carro reluciente,
va por torvas panteras arrastrado,
y en un vaso de plata cincelado
bebe la espuma del licor hirviente.

Un tazón de Laconia transparente,
bajo el dosel de pámpanas formado,
luce su primoroso modelado
junto a jarros y perlas del Oriente.

Muestran las cabelleras destrenzadas
en el carro triunfal nobles matronas
con las sacerdotisas inspiradas.

Y cubiertas de pieles de leonas,
van al pagano rito encadenadas
mujeres con laureles y coronas.

Cien brutos de otro carro van tirando

Cien brutos de otro carro van tirando:
es un lagar de áureos racimos lleno,
que están, al son de un canto de Sileno,
enardecidos sátiros pisando.

Al brusco ritmo con que van bailando,
la uva derrama su jugoso seno,
y fingen sordo resonar de trueno
los duros pies el suelo golpeando.

Copas de plata el chorro desprendido
reciben en sus fondos deslumbrantes,
cual si el nácar hubiéralos bruñido.

Trasiéganlas las turbas delirantes,
y el carro lleva a su espaldar uncido
un reguero de lúbricas bacantes.

De la profusa bacanal liviana

De la profusa bacanal liviana
avanza otro vehículo asombroso
bajo un odre gigante y portentoso
que de leopardas pieles se engalana.

Sobre su inmensa cima soberana,
como en hombros de homérico coloso,
en montón hacinado y prodigioso
junta sus artes la ciudad romana.

Jarros, trípodes, vasos a porfía,
bajo relieves de cincel divino,
asombran la exaltada fantasía.

Y a lo largo llevadas del camino,
al par que derramando la alegría,
van vertiendo las cráteras el vino.

Sigue un cuadro de gracia y de belleza

Sigue un cuadro de gracia y de belleza:
niños vestidos de ideal blancura
muestran ceñidas en la frente pura
coronas que tejió Naturaleza.

Sobre un carro cargado de riqueza
vierte una gruta esencias y frescura,
y hay un coro de ninfas que asegura
verde laurel a la gentil cabeza.

Dos fuentes de las peñas se desmandan
entre ramajes y aromadas pomas,
y leche y vino en sus raudales mandan.

Ungen el aire asiáticos aromas,
y por cima del carro se desbandan
espirales de espléndidas palomas.

Dos cazadores con venablos de oro

Dos cazadores con venablos de oro,
de numerosos perros circundados,
que Hircania regaló en sus collados
para ornamento del festín sonoro,

van escuchando el encendido coro
de entusiásticos himnos, dedicados
al dios que lleva a su poder atados
tanto regio esplendor, tanto tesoro.

Arboles de magnífico follaje
ponen dosel de agreste poesía
al cuadro halagador con su ramaje.

Y en sus hojas estalla la armonía
de cien aves de espléndido plumaje
que en bellas jaulas regaló Etiopía.

Siguen el lento paso torvas fieras

Siguen el lento paso torvas fieras
de hirsuta piel en tintas salpicadas,
elefantes de trompas enroscadas,
las de diente voraz rubias panteras.

Con lanas como blondas cabelleras
van las llamas de formas delicadas,
y las alas de armiño inmaculadas
abren los cisnes como dos banderas.

Aguilas de pupila rutilante,
de duras garras y de corvo pico,
nobleza prestan al festín brillante.

Y el pavo real, de tornasoles rico,
desata la baraja deslumbrante
de las plumas sin fin de su abanico.

Cierra la marcha, espléndido y grandioso

Cierra la marcha, espléndido y grandioso,
un grupo de cien carros resonantes,
donde avestruces, ciervos y elefantes,
pasan en un desfile esplendoroso.

Baco, en medio, deslumbra victorioso
coronado de pámpanas flotantes,
entre sabias ciudades que triunfantes
simbolizó el artista prodigioso.

El vino en copas cinceladas prueban
sátiros que, beodos, van saltando
y a las bacantes lúbricas sublevan.

Y esclavos rudos a compás danzando,
ébano en troncos colosales llevan
sobre los recios hombros descansando.

Y entre esa orgía de placer profundo

Y entre esa orgía de placer profundo,
pasmo y asombro del cerebro humano,
que atraviesa en desfile soberano
con su tropel de carros rubicundo;

entre ese delirar vivo y jocundo
río que corre al lóbrego Océano
donde revueltas en su estruendo vano
van a morir las glorias de este mundo,

la antigua sociedad, roto su cielo,
siente que en su espaldas se desploma,
y herida pliega el vacilante vuelo.

Borra el festín su embriagador aroma,
se apagan las antorchas, tiembla el suelo,
¡se abre el abismo y se sepulta Roma!

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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