Una alegre mañana de músicas y aromas
una bella princesa se bañaba en el río
y entre la corriente que ahogaba un murmurío
su albo seno saltaba con temblor de paloma.
Perfumaban el agua las olorosas pomas
de sus frescas mejillas. Jugo de uva en rocío
vestían sus pestañas, tremulando de frío,
mientras el sol volvía las sombras polícromas.
Brillaban sobre el agua las manos de la ninfa
y a su breve caricia se quebraba la linfa
que hecha flores de espuma corría por su enagua.
Mas cuando su cabeza se hundía entre las ondas,
semejaban los hilos de sus guedejas blondas
culebrillas de fuego que incendiaban el agua.
Piedad
No, no era amor lo que ella me tenía;
era tal vez piedad, lástima era,
porque mi oculta pena comprendía
y ella se compadece de cualquiera.
Mientras voy recobrando mi alegría
animado, quizás de una quimera,
se va tornando mucho menos mía
como si ella ya no me quisiera.
Yo si he formado de mi amor un culto,
desde que aquí mi juventud sepulto
y la aureola del martirio ciño.
No me quites, Señor, mi sufrimiento
si es que habré de perder con mi tormento,
la conmiseración de su cariño.
Lírica tristeza
Baja la tarde al campo. Los rumores
con que me arrulla la Naturaleza
me infunden una lírica tristeza
y despiertan en mí puros amores.
Ya la luna, a los pobres soñadores
derrocha de su plata la riqueza,
y hace olvidar del verso la belleza,
la prosa natural de los pastores.
Yo no quiero escribir, pero la luna
y la tarde me dan a soñar una
poesía que me hace sufrir tanto.
Que pienso mientras sueña mi alma inquieta,
que los mejores versos del poeta
son los que escribe con su propio llanto.
Poema de la espera de la muerte
Cuando a mi lecho por la vez primera
la triste muerte se acercó enlutada,
con suplicante voz le dije ¡espera!
me ha prometido un beso mi adorada.
Deja, importuna, que amanezca el día,
irme no quiero con la noche obscura.
Espera unos instantes todavía,
que un beso nada más tan poco dura.
Y la enlutada, pálida y hermosa
por mi súplica amante, conmovida,
se alejó de mis labios y piadosa,
como esperanza me dejó la vida.
No quiero lauros, nada más un beso.
Ni prendas, ni tesoro codiciado,
quiero sentirme entre tus brazos preso
y más tarde yo diré, adiós, estoy pagado
Todas las flores tienen un rocío,
todos lo años tienen primavera,
déjame a solas con el sueño mío,
¡Oh, muerte!, buena amiga, espera.
Pasan los meses tristes y pausados.
El dulce beso a mi cariño, niega;
y pensando en los labios dorados
le pregunto a la muerte, ¡cuándo llega!
Bienvenida
Para el alto poeta Andrés Eloy Blanco
Un pobre poeta, que casi no existe,
de los que han quedado, como ayer dijiste,
aquí con sus llagas, que no olvida Dios,
perfumadas siempre de flor de poesía
un tierno e ingenuo saludo te envía
que por ser tan triste parece un adiós.
Desde mi sombrío y eterno retiro,
esta tarde, el buque donde viajas, miro,
y sufro mirándote ante mí pasar,
pues quiero y no logro dar unas palmadas
con mis dolorosas manos mutiladas
que ya ni la pluma pueden empuñar.
No sé por qué, viendo tu buque, he pensado
en el barco donde me vine abrumado
de la misma pena que debe sufrir
el que para siempre se ha despedido
de todas las cosas que más ha querido
con una infinita ansia de morir.
No creerás que, en tanto tu buque al golfo entra
acá en la ribera del norte se encuentra
un bardo que mucho lamenta no estar
con el noble pueblo que hoy va a saludarte,
para con el pueblo también aclamarte
con la voz que nunca habrás de escuchar.
Mientras que sus versos mi musa te canta
la queja que a veces sube a mi garganta
con una sonrisa logro contener;
y el corazón mío palpita tan duro,
que a mí me da miedo, porque me figuro
que dentro del pecho se me va a romper.
Yo hubiera querido, hoy en mi aislamiento,
hacer, olvidando la pena que siento,
lo que en su clausura hace el ruiseñor,
que a pesar de su ansia de espacio y follaje
trina tan alegre como en el ramaje
que oyó sus primeras canciones de amor.
Llegas a tu cuna cuando muere el día
y nace la hora de la poesía.
Cuando más nos pesa del duelo la cruz,
y finge el lucero triste de la tarde,
en el cielo, un cirio fúnebre que arde,
y al sol que agoniza envía su luz.
¡Cómo evoco ahora tu gran “Canto a España”
que tanta belleza poética entraña!
Yo siento, evocándolo, el goce interior
que se siente ante una risueña pradera
donde hay mariposas, y por dondequiera
un pájaro vuela y se abre una flor.
En él las estrofas parecen diamantes
y fingen los versos hermosos cambiantes,
y todo el poema semeja un joyel.
No tienen las perlas más ricos fulgores,
no pinta paisajes con más bellas flores,
la luz que en el lienzo derrama el pincel.
Poeta: eterna será tu memoria.
Más grandes laureles reserva la gloria
para coronarte. Vé de ellos en pos,
mientras yo me quedo aquí con el alma
ya sin ilusiones y una sola palma
la que da a los mártires la mano de Dios.
Lírica tristeza
Baja la tarde al campo. Los rumores
con que me arrulla la Naturaleza
me infunden una lírica tristeza
y despiertan en mí puros amores.
Ya la luna, a los pobres soñadores
derrocha de su plata la riqueza,
y hace olvidar del verso la belleza,
la prosa natural de los pastores.
Yo no quiero escribir, pero la luna
y la tarde me dan a soñar una
poesía que me hace sufrir tanto.
Que pienso mientras sueña mi alma inquieta,
que los mejores versos del poeta
son los que escribe con su propio llanto.
Poema de la espera de la muerte
Cuando a mi lecho por la vez primera
la triste muerte se acercó enlutada,
con suplicante voz le dije ¡espera!
me ha prometido un beso mi adorada.
Deja, importuna, que amanezca el día,
irme no quiero con la noche obscura.
Espera unos instantes todavía,
que un beso nada más tan poco dura.
Y la enlutada, pálida y hermosa
por mi súplica amante, conmovida,
se alejó de mis labios y piadosa,
como esperanza me dejó la vida.
No quiero lauros, nada más un beso.
Ni prendas, ni tesoro codiciado,
quiero sentirme entre tus brazos preso
y más tarde yo diré, adiós, estoy pagado
Todas las flores tienen un rocío,
todos lo años tienen primavera,
déjame a solas con el sueño mío,
¡Oh, muerte!, buena amiga, espera.
Pasan los meses tristes y pausados.
El dulce beso a mi cariño, niega;
y pensando en los labios dorados
le pregunto a la muerte, ¡cuándo llega!