JOSÉ ÁNGEL BUESA

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.

Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

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BLAS DE OTERO

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

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RAFAEL ALBERTI

Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo...

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ANTONIO MACHADO

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero...

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ELIX MARÍA DE SAMANIEGO

Apacentando un Joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
¡Favor!, que viene el lobo, labradores.
Éstos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente.

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FEDERICO GARCÍA LORCA

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.

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GABRIEL CELAYA

A veces me figuro que estoy enamorado,
y es dulce, y es extraño,
aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo.
Las canciones de moda me parecen bonitas,
y me siento tan solo
que por las noches bebo más que de costumbre.

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MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS

Recuerdo que en los días rosados de mi infancia,
la abuela…(¿de quién son los abuelos?, ¿de los niños?),
solía por las noches, cuando la tibia instancia
parecía una caja de dulces de la luna,
contar historias viejas. Hoy ya no sé ninguna.

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Lee y disfruta de sus poemas...

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Este amor que ha venido de repente
y sabe la razón de la hermosura.
Este amor, amorosa vestidura,
ceñida al corazón exactamente.

Lee y disfruta de sus poemas...

TIRSO DE MOLINA

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?
El clavel, lindo en color...

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MIS MAESTROS-POETAS

MARQUÉS DE SANTILLANA

Recuérdate de mi vida,
pues que viste
mi partir e despedida
ser tan triste.
la respuesta non devida
que me diste;

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GUTIERRE DE CETINA

Excelso monte do el romano estrago
eterna mostrará vuestra memoria;
soberbios edificios do la gloria
aún resplandece de la gran Cartago;...

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN

Amor, tú que me diste los osados
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;

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LUIS ROSALES

Abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?

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ROSALÍA DE CASTRO

¡Con qué pura y serena transparencia
brilla esta noche la luna!
A imagen de la cándida inocencia,
no tiene mancha ninguna.

Lee y disfruta de sus poemas...

JOSÉ ZORRILLA

¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!

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JUANA DE IBARBOUROU

A ártico cielo y soles de Brasiles
bajo palio de heridos corazones,
a ociosa espuma y a fluviales sones
anda el Sagrado Corazón en lides.

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MIS MAESTROS-POETAS

VICENTE ALEIXANDRE

¿Qué firme arquitectura se levanta
del paisaje, si urgente de belleza,
ordenada, y penetra en la certeza
del aire, sin furor y la suplanta?

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

JAIME GIL DE BIEDMA

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

LEÓN FELIPE

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,...

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

JULIA DE BURGOS

Yo vengo de la tierna mitad de tu destino;
del sendero amputado al rumbo de tu estrella;
el último destello del resplandor andino,
que se extravió en la sombra, perdido de tu huella.

Lee y disfruta de sus poemas...

CONCEPCIÓN ARENAL

Había en un lugarón
Dos hombres de mucha edad,
Uno de gran sobriedad
Y el otro gran comilón.
La mejor salud del mundo
Gozaba siempre el primero....

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MIS MAESTROS-POETAS

JAIME SABINES

A caballo, Tarumba,
hay que montar a caballo
para recorrer este país,
para conocer a tu mujer,
para desear a la que deseas,
para abrir el hoyo de tu muerte,
para levantar tu resurrección. Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

MARIO BENEDETTI

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS GUILLÉN

¿Cuándo fue?
No lo sé.
Agua del recuerdo
voy a navegar.
Pasó una mulata de oro,
y yo la miré al pasar:,....

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MIS MAESTROS-POETAS

OCTAVIO PAZ

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

MANUEL ALCÁNTARA

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

JOSÉ BERGAMIN

AGUA sólo es el mar; agua es el río,
Agua el torrente, y agua el arroyuelo.
Pero la voz que en ellos habla y canta
No es del agua, es del viento.

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MANUEL GUTIERREZ NÁJERA

Los pájaros que en sus nidos
mueren, ¿a dónde van?
¿Y en que lugar escondidos
están, muertos o dormidos,
los besos que no se dan?

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DÁMASO ALONSO

Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;

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GABRIEL Y GALÁN

Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensangrentada,
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,

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LOPE DE VEGA

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

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AMADO NERVO

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

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GLORIA FUENTES

El burro nunca dejará de ser burro.
Porque el burro nunca va a la escuela.
El burro nunca llegará a ser caballo.
El burro nunca ganará carreras.

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JORGE LUIS BORGES

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

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LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN

¿Qué acecho de dolor el alma vino
a herir? ¿Qué funeral adorno es éste?
¿Qué hay en el orbe que a tus luces cueste
el llanto que las turba cristalino?

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MIS MAESTROS-POETAS

LUIS CERNUDA

Ventana huérfana con cabellos habituales,
Gritos del viento,
Atroz paisaje entre cristal de roca,
Prostituyendo los espejos vivos,
Flores clamando a gritos
Su inocencia anterior a obesidades.

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MIS MAESTROS-POETAS

FRAY LUIS DE LEÓN

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,

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MIS MAESTROS-POETAS

RUBÉN DARÍO

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

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MIGUEL HERNÁNDEZ

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor...

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ALFONSINA STORNI

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Esparce octubre, al blando movimiento
el sur, las hojas áureas y las rojas,
en la caída clara de sus hojas,
e lleva al infinito el pensamiento.

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SAN JUAN DE LA CRUZ

En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

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MIS MAESTROS-POETAS

SANTA TERESA DE ÁVILA

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

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MIS MAESTROS-POETAS

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Volverán las oscuras golondrinas
De tu balcón sus nidos a colgar
Y otra vez con el ala a sus cristales
Jugando llamarán.

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MIS MAESTROS

MANUEL MACHADO

Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,...

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

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PEDRO SALINAS

A esa, a la que yo quiero,
no es a la que se da rindiéndose,
a la que se entrega cayendo,
de fatiga, de peso muerto,
como el agua por ley de lluvia.

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JORGE MANRIQUE

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;

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RAMÓN DE CAMPOAMOR

En este mundo traidor
Nada es verdad ni mentira:
Todo es según el color
Del cristal con que se mira. 

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NICOMEDES SANTA CRUZ

Cómo has cambiado, pelona,
cisco de carbonería.
Te has vuelto una negra mona
con tanta huachafería.
Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,...

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FRANCISCO DE QUEVEDO

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

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FRANCISCO ALDANA

Clara fuente de luz, nuevo y hermoso,
rico de luminarias, patrio Cielo,
casa de la verdad sin sombra o velo,
de inteligencias ledo, almo reposo:
¡oh cómo allá te estás, cuerpo glorioso,

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SALVADOR DÍAZ MIRÓN

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

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DE CUANDO NO EXISTÍAN LOS MÓVILES [Mi poema]
Oscar Castro [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA…de medio pelo

 

Resulta que allí móviles no había,
parece que hace mucho, mas fue ayer,
la gente se solía entretener
tirando piedrecitas a la ría
creando circulitos para ver
que al agua poco a poco se expandía.

Que entonces los relojes de pulsera
objetos eran más de presumir
que la hora nos tuvieran que decir,
pues nadie se enfadaba por la espera
o cuentas se debieran de rendir
por no acudir puntuales a la vera.

Teléfonos no más, esa dicción
sonaba cual si fuera a cuchufleta;
la voz para llegar hasta la meta
habría de sortear, sin rendición,
haciendo alegación de alguna treta
so pena de pedir su absolución.

A jóvenes de hoy les suena a broma,
que el móvil no existiera anteriormente
pudiendo distraer como al presente,
ignoran del latín aquel axioma:
no ansías ascender hasta la loma
si no existe ni un dios te la presente.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Óscar Castro

Descubrimiento de América

A Raúl González Labbé

Habría que empezar de nuevo.
Partir de la raíz del indio.
Ir al origen puro sin conceptos ya hechos.
Sólo así encontraremos la América no descubierta,
la América del vientre claro y los jocundos pechos,
la América con su propio idioma cantador,
galopando su libertad de yegua joven bajo cielo.

Tenemos cuatro siglos de invasiones.
No sabemos usar nuestros ojos.
Pies extraños caminan por nuestras heredades.
Extranjeras palabras definen gestos nuestros.
Oro, cobre y sudor americanos
-amalgama de gritos y protestas-
surcan el mar en barcos de incomprensibles nombres.

América. Digo: la América de los bananos,
y los cafetales, y las caucheras y los minerales.
La América que pare abundancia.
La América de los grandes ríos y las montañas grandes.
El Nuevo Mundo que amamanta el mundo viejo.
La tierra en que mis hermanos los parias tienen hambre.
La América, si, la América quo no necesita nodrizas,
porque bebe leche de cielo en la cumbre del Aconcagua.

No la escolar América sabida por los mapas:
tierra tatuada de nombres y colores,
partida en Panamá por un canal de fierro
y comida en el Sur por los hielos australes,
sino ésta otra, ésta que nace
en el pétreo filo de los Andes
y cae como un poncho verde a dos mares azules.
Esta que va en mi canto americano,
resonando en el galope del charro,
del huaso, del llanero, del indio y del gaucho.
Esta que va en la espalda del cargador de muelles,
y en la espuela grandona, y en el sombrero floreado,
y en la ojota besada por aguas y tierras,
y en el olor del mate amargo,
y en el lamento de la quena y la trutruca,
y en el aroma de la piña madura,
y en el maíz que ríe con risa de sátiro,
y en el coco y la jícara que recibe su jugo.
Esa es la América, hermanos.

Es pura la mañana. Cantan los pájaros.
Canta el sinsonte y el quetzal es un relámpago.
Vamos a descubrir la América nuestra.
El día agita sus banderas anchas.
Es hora de partir y amanecer.
Partamos.

Raíz del canto

Conozco el habla de los hombres
que van curvados sobre el campo
y el grito puro de la tierra
cuando la hienden los arados.

Conozco el trigo que madura
-sol en monedas acuñado-
y las mujeres que transportan
su llamarada entre los brazos.

Generaciones de labriegos
van por el cauce de mi canto;
hembras del pecho en dos racimos,
firmes varones solitarios.

Ellos hablaban con Dios vivo
en el mensaje de los cardos
y conversaban con el agua
en el lenguaje de los pájaros.
Un abuelo de mis abuelos
era padrino de los álamos.
Otro acuñaba lunas nuevas
al levantar su hoz en alto.

En el silencio de mi madre
dormía el yuyo de los campos,
la yerba-luisa, el toronjil,
el vaso blanco de los nardos.

Todos me cantan pecho adentro;
van por mi sangre río abajo;
giran en trilla de jacintos
por mi silencio deslumbrado.

La tarde pura de mi verso
tiene gavillas y ganados,
porque aún miran con mis ojos
los que sembraron y sembraron.

Cuando galope cielo arriba
sobre mi yegua de topacio,
es que me tiene desvelado
mi sementera de los astros.

Conozco el grito jubiloso
del trebolar recién regado
y ese licor que se derrama
desde las copas del zapallo.

Sé del lagar, sé de las viñas
y de los mostos fermentando,
y sé de Baco que solloza,
borracho azul, entre los pámpanos.

Sé de las lentas escrituras
del humo gris sobre los ranchos;
del viento sur cuyo relincho
puebla la noche de caballos.

Sé de la harina mañanera
que agosto vuelca de un cedazo
y de los pozos que gotean
en un crepúsculo de cántaros.

Sabiduría de mi sangre
donde los llantos fermentaron.
Sabiduría de mi pecho.
Sabiduría de mis manos.

Lento, en la tarde silenciosa,
por este surco voy pasando;
surco sutil hecho en el tiempo
con el arado de mi canto.

Tengo de greda hecha la frente.
De greda tengo mis dos manos.
Sabiduría de mi sueño.
Sabiduría de mi tacto.

Porque conozco y sé la tierra,
viviré siempre deslumbrado
y conversando iré por ella
con la semilla y con el árbol.

Si de repente me muriera,
como se cae un campanario,
retemblarían las campiñas
en un galope de centauros.

La cabra

La cabra suelta en el huerto
andaba comiendo albahaca.

Toronjil comió después
y después tallos de malva.

Era blanca como un queso,
como la luna era blanca.

Cansada de comer hierbas,
se puso a comer retamas.

Nadie la vio sino Dios.
Mi corazón la miraba.

Ella seguía comiendo
flores y ramas de salvia.

Se puso a balar después,
bajo la clara mañana.

Su balido era en el aire
un agua que no mojaba.

Se fue por el campo fresco,
camino de la montaña.

Se perfumaba de malvas
el viento, cuando balaba.
De Viaje del alba a la noche

Coloquio de flauta y viento

Luna de cantos mojados,
pulida de viento y alba.
Calles de esquinas desnudas.
Casas de ciegas ventanas.

En una esquina sin nadie,
el viento encontró a la flauta;
sobre el agua de la música
se le murieron las alas
y se vistió de colores
como un país en un mapa.

Por las aceras desiertas
iban el viento y la flauta.
Como el viento estaba herido,
la música lo llevaba.

Iban buscando los ojos
de los niños qué soñaban
para lamerlos de azul
con su caricia delgada.

Con la frescura del canto
los hombres se despertaban
y se dormían de nuevo,
entre el sonido y el alba.

Quebró su junco la música;
el viento giró buscándola.
Quedó la calle ceñuda
como una mala palabra.

Gallos batieron las alas
para que el canto volara.

En la cubierta del día
se deshojaron campanas.

Romance de barco y junco

El junco de la rivera
y el doble junco del agua,
en el país de un estanque
donde el día se mojaba,
donde volaban, inversas,
palomas de inversas alas.

El junco batido al viento
-estrella de seda y plata-
le daba la espalda al cielo
y hacia el cielo se curvaba,
como un dibujo salido
de un biombo de puertas claras.

El estanque era un océano
para mi barco pirata:
mi barco que por las tardes
en un lucero se anclaba,
mi barco de niño pobre
que me trajeron por pascua
y que hoy surca este romance
con velas anaranjadas.

Estrella de marineros,
en junco al barco guiaba.
El viento azul que venía
dolorido de fragancias,
besaba de lejanías
mis manos y mis pestañas
y era caricia redonda
sobre las velas combadas.

Al río del pueblo, un día,
llevé mi barco pirata.
lo dejé anclado en la orilla
para hacerle una ensenada;
mas lo llamó la corriente
con su telégrafo de aguas
y huyó pintando la tarde
de letras anaranjadas.

Dos lágrimas me trizaron
las pupilas desoladas.
en la cubierta del barco
se fue, llorando, mi infancia.

Romance del Hombre Nocturno

Mi yegua subía, lenta
con firmes pasos de bronce.
La noche de crucifijos
fulgía sobre los montes.

Andaba el agua desnuda
En claras conversaciones
Con los grillos y las piedras
Y las huidas canciones

» Es mala la noche amigo,
y en el monte andan ladrones»

¡Buen viejo!, me lo decía
allá en el campo de trojes
y un sobresalto rondaba
por sus pupilas de azogue.

Pero era buena la sombra
Madura de oros y olores
¿Miedo?, mi yegua era firme
y yo llevaba un revolver en el cinto
y en el pecho, un ancho
corazón de hombre.

Sin embargo, sin embargo,
mi mano sobresaltose.
Cuatro jinetes venían,
Pausados bajando el monte.
Los vi recortarse, negros
Contra las constelaciones.

Mi bestia irguió las orejas
en agudos aguijones
Y la estría de un lucero
Rieló sobre mi revolver.

¡Quién va!

Los vi detenerse,
y mi voz multiplicose
rebotando en los picachos
como en cojín de resortes.

Cruzaba en ese momento
un paso de angostos bordes:
A la derecha, el abismo,
tinta o residuo de noche;
adelante, los jinetes;
a la izquierda – muro- el monte.

Seguí avanzando en la sombra,
hacia las sombras inmóviles.
traspuesto el paso difícil,
me tropecé con sus voces:

– ¿Adónde marcha el amigo?
– Al pueblo de más al norte.

Me esperan mi vieja madre
Y mis hermanos menores.
Los dejé un día de marzo;
Cinco años van desde entonces.

Ancha mi voz y serena;
La suya opaca y de cobre
Miré brillar las pupilas
en un fulgor de emociones.

– Acompañaré al amigo
hasta que trasponga el monte.

Cinco jinetes tomaron
Rumbo a las constelaciones
Bajaron cinco jinetes
Con firmes pasos de bronce.

Cuatro pararon de pronto
Y el otro siguió hacia el norte,
Después de estrechar las manos
Tendidas de los cuatro hombres.

Clareó mas tarde en el cielo.
Amanecer de limones.
Palabras de agua liviana.
Pájaros madrugadores

Cerca, maitenes y boldos;
lejos, Rancagua y sus torres;
y entre sus casas, mi casa,
con ciruelos y parrones
¡y mi madre con sus ojos
de mares y horizontes!

Detrás el recuerdo grande
de un bandido que era un hombre.
De Camino en el alba (Ed.Nascimento)

Por calle del rey arriba

Por calle del rey arriba
de San Francisco a la diestra,
en casa de recios muros,
vivía la primavera
la luna que se asomaba
por los ventanales era
la boca de una guitarra:
las cuerdas eran las rejas.

La Primavera tenía
carne de mujer morena,
ojos de amor y pecado,
boca de dulce promesa.
Manuel Rodríguez la amaba,
mas otro la pretendiera:
Antes de decir su nombre,
mi boca firme se cierra.
sonriente y mozo era el uno;
el otro, celo y fiereza.

Entre los dos militares
temblaba la Primavera.

En noches de ausente luna,
llegaban ambos a verla:
el uno por la ventana,
el otro por franca puerta.

Los besos del que acudía
sin trabas a la vivienda,
eran amargos de celos
y hablaban de muerte artera;
mas los de Manuel Rodríguez
sabían a madreselvas,
sabían a estrellas rubias
y a rasgueo de vihuelas.
a la mujer por las rejas
toda el alma se le fuera.

Jinete en caballo moro,
Rodríguez a verla llega.
Le cantan los espolines
al desmontar en la acera.
Los espolines le cantan
a la mujer que lo espera,
pecho adentro, sangre arriba
como nupciales promesas

A través de los barrotes,
las manos de la morena
sobre el pecho masculino
descansan en la guerrera.
Del militar en el cuello
relumbran dos calaveras:
es la insignia de los Húsares
que entre las sombras destella.

-Amado, anoche soñaba…
soñaba cosas siniestras:
la insignia que tu llevabas
en sangre se tiñera…
Amado, en un cielo negro
sangraba la luna nueva…

Manuel Rodríguez besaba
los labios de la morena;
sus dientes en la penumbra
brillaban con risa fresca.

– La bala que ha de matarme
ningún hombre la fundiera.
La sangre que viste anoche
son mis amores, morena.

En Tiltil quedó tendido,
de muerte alevosa y fiera.
La sangre del pecho abierto
manchaba dos calaveras.

En la noche de aquel día
fue roja la luna nueva.
A traición tuvo que ser,
que de frente no pudieran.
La bala no fue de plomo,
que fue de celo y fiereza.

Al mundo vino muy tarde
ese año la primavera.
Las rosas fueron mas rojas
y fue mas triste la tierra.

En calle del Rey arriba,
de San Francisco a la diestra
tras enrejada ventana
lloraba la primavera.

Un caballero de sombra
llegarse quiere a ella.
no cantan sus espolines
al desmontar en la acera.
del caballo que lo trae
las herraduras no suenan.

En vano dos blancos brazos
asómase por la reja:
el caballo es el viento;
sombra en la sombra se aleja.
la mujer está llorando.
ya no vendrá el que la espera.

¿El nombre de esta mujer
de sueño, amor y leyenda?…
Vivió en Santa Cruz de Triana,
era criolla y morena…

La historia no dice más.
Llamémosla Primavera.

Pequeña Elegía

Por el valle claro
vienen a enterrar
al hombre que nunca
divisó la mar.

Era un campesino
de lento mirar
mediero tranquilo
de la soledad.

Cosechó los trigos
de ajena heredad
y se fue apagando
corazón en paz.

Era casi tierra,
casi claridad,
casi transparente
rama de verdad.

Tuvo una alegría:
la de cosechar.
Tuvo una tristeza:
ya no sabe cual.

Por el valle claro
lo despedirán
tréboles y alfalfas
de verde mirar.

Aguas del estero
dirán un cantar
por el campesino
que nunca vio el mar.

Cuando lo sepulten,
alguien llorará.
y en el valle puro
todo será igual.

Oración para que no me olvides

Yo me pondré a vivir en cada rosa
Y en cada lirio que tus ojos miren
Y en todo trino cantaré tu nombre
Para que no me olvides

Si contemplas llorando las estrellas
Y se te llena el alma de imposibles,
Es que mi soledad viene a besarte
Para que no me olvides

Yo pintaré de rosa el horizonte
y pintaré de azul los alelíes
y doraré de luna tus cabellos
para que no me olvides.

Si dormida caminas dulcemente
por un mundo de diáfanos jardines,
piensa en mi corazón que por ti sueña,
para que no me olvides.

y si una tarde, en un altar lejano,
de otra mano cogida, te bendicen,
cuando te pongan el anillo de oro,
mi alma será una lágrima invisible
en los ojos de Cristo moribundo
¡Para que no me olvides!
De Rocío en el trébol

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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Hay muchos que presumen de ser buenos,su tiempo…
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