LAS COSAS QUE PASAN (Mi poema)
Joaquín Romero Murube (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Yo escribo de las cosas que me pasan,
que observo, que percibo o que presiento,
que añaden emoción al sentimiento,
conforman la verdad con que la amasan
el grito o el lamento.

De las gentes sencillas, de las flores,
de los hechos vulgares que hay a ciento,
los sueños, los deseos, los colores,
lo que me hace dudar, los desamores,
y hasta del mismo viento.

Y escribo de los niños, ¡bendición!,
y alabo esa su gracia y su sonrisa
de lo que suena a fracaso, ¡maldición!,
obligado a bailar al mismo son
y aludo hasta la brisa.

Me fijo de una mosca en el susurro,
el gesto de un paisano que bosteza,
hilarante ese rebuznar de un burro,
la ingenuidad innata del cazurro
y en la bella y dúctil naturaleza.

Y sueño con los sueños y describo
a un mundo en el que todo es fantasía.
contrario a este lugar en que ahora vivo,
testigo pongo al cielo y lo percibo,
de toda mi alegría.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Joaquín Romero Murube

Joaquín Romero Murube

SEVILLA

Sevilla, cuando yo muera
no quiero ser tierra tuya.
Aire fino de tus barrios.
Soledad de tus clausuras.
Vuelo y canto de campanas
que suben a Dios su música.
Luz de la tarde dormida.
Jazmín de novia. Ternura
de madre joven, contenta.
Caridad dulce y oculta
que besa llagas y heridas
y no pregona sus luchas.
Casta de tu señorío.
Claridades sin penumbras.
Aroma, canto, saeta,
júbilo, oración, profunda
sabiduría sin norma.
Sencillez que nada oculta.
Sevilla, cuando yo muera
quiero ser tu gracia pura.

A UN AMIGO MUERTO

He subido las calles de Granada
para buscar tu voz y tu gemido
y en fría soledad ya voy perdido
por muro blanco y tarde desolada.

Mudo el rumor del monte y la llanada.
Sin flores ni canción, sin luz, tu nido.
Busco jardines altos que has vivido
y sólo encuentro pena soterrada.

¿Y aquel caudal de vida, aquel potente
ritmo de voz humana poderoso
hecho yema del mundo y luces bellas?

Ya no te ve Granada ni te siente.
Tu sangre es caño de agua silencioso.
Tu luz y tu temblor, de las estrellas.

CASIDA DE AMOR Y MIEDO

-¿Quién me sigue por la calle?
-¿Quién en la esquina en acecho?

-Nadie te vio entrar. Respira.
La vida nace en tus besos.
Están las puertas cerradas
y el corredor en secreto.

-¿Quién pasa tras la cancela?
-¿Quién habla cerca, aquí dentro?
-No pasa nadie. Los muros
no devuelven ningún eco.
Tus labios, llenos de espanto,
duelen de frío y de fuego.

(En la oscuridad, las sombras
juegan su baile de espectros.
En el aire de la cita
brinca la cebra del miedo.
Crujen auras navegantes
sobre el cauce del silencio.
Y el mundo rueda al abismo
ante un reloj descompuesto.)

¡Ay amor si tú volvieras,
amor de amor y de miedo!

CASIDA DE LA GLORIA

Algún día por esta calle
de Santa Clara, en la paz
de un atardecer de oro,
pasará un hombre perdido
hacia un afán inconcreto.
Habrá esta luz trasparente,
celeste, pura, sin fin.
Habrá este claro reposo
lleno de sonoridades
de cal profunda y sencilla.
Jugarán, puros, los niños
ante el marco de sus puertas.
Una risa de mujer
en el abril de su edad
pondrá en la carne del viento
el temblor de una caricia.
¡Y algo unirá nuestra sangre
con los cimientos del mundo!
Irá un hombre por la acera
con toda el alma en sus ojos.
Yo estaré muerto, olvidado
para el mundo y las personas.
Y alguien pensará que un día
habrá existido otro hombre
que gozara esta delicia,
este silencio, estas luces,
esta risa, esta tristeza
dulcísima, irreprimible
hacia ese afán inefable
que es más que vida y que muerte…

ESPEJOS

El espejo es el hijo predilecto de la luz
Basta un espejo para desbaratar el mundo.

En el río están los espejos atacados de prisa.
El mar es el manicomio de los espejos.
La luna, el camposanto de las lunas rotas y muertas de los espejos.

La única tristeza de los espejos es no tener voz.

Hay muertes ocasionadas por el veneno de los espejos: la de Venecia, entre otras.

Los espejos guardan el cadáver del aire.

SIN SABER POR QUÉ HE VENIDO…

Sin saber por qué he venido.
Esta es mi alcoba y mi cuarto.
En la ventana el herraje
eterniza el mismo cuadro.
Se adivina, negra, el agua
en el pozo ensimismado.
Entre las ramas del cielo
tiembla el sueño de los pájaros.
La casa grande, esterada,
mata mi voz y mis pasos.

¡Soledad de mi niñez
por el pueblo y por el campo!
¡Yo nunca supe tu nombre
ni nunca te di la mano.

SOMBRA

¡Sombra, tumba primeriza
que cava el cuerpo en la tierra,
contorno justo que encierra
presuntas nadas, ceniza.
La línea fiel, puntualiza
un perfil muerto, aunque crece
si el cuerpo en la luz se mece.
Sólo al colmar la mañana
en la alegría meridiana
la tumba desaparece!

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