JOSÉ ÁNGEL BUESA

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.

Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

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BLAS DE OTERO

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

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RAFAEL ALBERTI

Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo...

Lee y disfruta de sus poemas...

ANTONIO MACHADO

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero...

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FÉLIX MARÍA DE SAMANIEGO

Apacentando un Joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
¡Favor!, que viene el lobo, labradores.
Éstos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente.

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FEDERICO GARCÍA LORCA

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.

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GABRIEL CELAYA

A veces me figuro que estoy enamorado,
y es dulce, y es extraño,
aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo.
Las canciones de moda me parecen bonitas,
y me siento tan solo
que por las noches bebo más que de costumbre.

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MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS

Recuerdo que en los días rosados de mi infancia,
la abuela…(¿de quién son los abuelos?, ¿de los niños?),
solía por las noches, cuando la tibia instancia
parecía una caja de dulces de la luna,
contar historias viejas. Hoy ya no sé ninguna.

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Lee y disfruta de sus poemas...

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Este amor que ha venido de repente
y sabe la razón de la hermosura.
Este amor, amorosa vestidura,
ceñida al corazón exactamente.

Lee y disfruta de sus poemas...

TIRSO DE MOLINA

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?
El clavel, lindo en color,
y la rosa todo amor;

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MIS MAESTROS-POETAS

MARQUÉS DE SANTILLANA

Recuérdate de mi vida,
pues que viste
mi partir e despedida
ser tan triste.
la respuesta non devida
que me diste;

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN

Amor, tú que me diste los osados
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;

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LUIS ROSALES

Abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?

Lee y disfruta de sus poemas...

ROSALÍA DE CASTRO

¡Con qué pura y serena transparencia
brilla esta noche la luna!
A imagen de la cándida inocencia,
no tiene mancha ninguna.

Lee y disfruta de sus poemas...

JOSÉ ZORRILLA

¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!

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JUANA DE IBARBOUROU

A ártico cielo y soles de Brasiles
bajo palio de heridos corazones,
a ociosa espuma y a fluviales sones
anda el Sagrado Corazón en lides.

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

VICENTE ALEIXANDRE

¿Qué firme arquitectura se levanta
del paisaje, si urgente de belleza,
ordenada, y penetra en la certeza
del aire, sin furor y la suplanta?

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

JAIME GIL DE BIEDMA

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

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MIS MAESTROS-POETAS

LEÓN FELIPE

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,...

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MIS MAESTROS-POETAS

JULIA DE BURGOS

Yo vengo de la tierna mitad de tu destino;
del sendero amputado al rumbo de tu estrella;
el último destello del resplandor andino,
que se extravió en la sombra, perdido de tu huella.

Lee y disfruta de sus poemas...

CONCEPCIÓN ARENAL

Había en un lugarón
Dos hombres de mucha edad,
Uno de gran sobriedad
Y el otro gran comilón.
La mejor salud del mundo
Gozaba siempre el primero....

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MIS MAESTROS-POETAS

JAIME SABINES

A caballo, Tarumba,
hay que montar a caballo
para recorrer este país,
para conocer a tu mujer,
para desear a la que deseas,
para abrir el hoyo de tu muerte,

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

MARIO BENEDETTI

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS GUILLÉN

¿Cuándo fue?
No lo sé.
Agua del recuerdo
voy a navegar.
Pasó una mulata de oro,
y yo la miré al pasar:,....

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MIS MAESTROS-POETAS

OCTAVIO PAZ

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

MANUEL ALCÁNTARA

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

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MIS MAESTROS-POETAS

JOSÉ BERGAMIN

AGUA sólo es el mar; agua es el río,
Agua el torrente, y agua el arroyuelo.
Pero la voz que en ellos habla y canta
No es del agua, es del viento.

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MANUEL GUTIERREZ NÁJERA

Los pájaros que en sus nidos
mueren, ¿a dónde van?
¿Y en que lugar escondidos
están, muertos o dormidos,
los besos que no se dan?

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DÁMASO ALONSO

Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;

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GABRIEL Y GALÁN

Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensangrentada,
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,

Lee y disfruta de sus poemas...

LOPE DE VEGA

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

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AMADO NERVO

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

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GLORIA FUENTES

El burro nunca dejará de ser burro.
Porque el burro nunca va a la escuela.
El burro nunca llegará a ser caballo.
El burro nunca ganará carreras.

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JORGE LUIS BORGES

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

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LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN

¿Qué acecho de dolor el alma vino
a herir? ¿Qué funeral adorno es éste?
¿Qué hay en el orbe que a tus luces cueste
el llanto que las turba cristalino?

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MIS MAESTROS-POETAS

LUIS CERNUDA

Ventana huérfana con cabellos habituales,
Gritos del viento,
Atroz paisaje entre cristal de roca,
Prostituyendo los espejos vivos,
Flores clamando a gritos
Su inocencia anterior a obesidades.

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MIS MAESTROS-POETAS

FRAY LUIS DE LEÓN

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,

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MIS MAESTROS-POETAS

RUBÉN DARÍO

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

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MIGUEL HERNÁNDEZ

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor...

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ALFONSINA STORNI

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Esparce octubre, al blando movimiento
el sur, las hojas áureas y las rojas,
en la caída clara de sus hojas,
e lleva al infinito el pensamiento.

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MIS MAESTROS-POETAS

SANTA TERESA DE ÁVILA

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

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SAN JUAN DE LA CRUZ

En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

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MIS MAESTROS

MANUEL MACHADO

Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,...

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PEDRO SALINAS

A esa, a la que yo quiero,
no es a la que se da rindiéndose,
a la que se entrega cayendo,
de fatiga, de peso muerto,
como el agua por ley de lluvia.

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JORGE MANRIQUE

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;

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RAMÓN DE CAMPOAMOR

En este mundo traidor
Nada es verdad ni mentira:
Todo es según el color
Del cristal con que se mira. 

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SALVADOR DÍAZ MIRÓN

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

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NICOMEDES SANTA CRUZ

Cómo has cambiado, pelona,
cisco de carbonería.
Te has vuelto una negra mona
con tanta huachafería.
Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,...

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FRANCISCO DE QUEVEDO

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Lee y disfruta de sus poemas...

FRANCISCO ALDANA

Clara fuente de luz, nuevo y hermoso,
rico de luminarias, patrio Cielo,
casa de la verdad sin sombra o velo,
de inteligencias ledo, almo reposo:
¡oh cómo allá te estás, cuerpo glorioso,

Lee y disfruta de sus poemas...

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Volverán las oscuras golondrinas
De tu balcón sus nidos a colgar
Y otra vez con el ala a sus cristales
Jugando llamarán.

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GUTIERRE DE CETINA

Excelso monte do el romano estrago
eterna mostrará vuestra memoria;
soberbios edificios do la gloria
aún resplandece de la gran Cartago;...

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

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GARCILASO DE LA VEGA

Cuando me paro a contemplar mi estado

y a ver los pasos por do m’han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

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LA ABDICACIÓN DE LAS MASAS [Mi poema]
Asunción Escribano Hernández [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Hoy clamo por los pueblos oprimidos
que añoran la bendita libertad,
y en cambio sufren bien de autoridad
de aquellos que se creen bendecidos,
donde hay uno que ostenta la verdad.

Los mismos, esos pueblos sin campanas
ni torres sin relojes ni veletas,
de gentes que se esconden o están quietas,
atentos al que porta las cananas
so pena que les mande a hacer puñetas.

Pues siempre aquí es el mismo el que los manda,
el resto son peones del montón,
si alguno se desmadra, represión,
se expulsa del partido, de esa panda,
y acusa de a la causa su traición.

Y así todo es de todos mas son ellos
los únicos que gozan y disfrutan
viviendo como dios. Y no se inmutan.
Respiran y se mesan los cabellos,
si alguno se rebela le ejecutan.

La vuelta a las andadas del negrero
quien tiene ordeno y mando en esta plaza,
si hay alguien no coincide se amenaza
o se hace sin pudor su prisionero,
que aplican sin respeto su tenaza.
©donaciano bueno

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El árbol no deja ver el bosque. A veces las ideologías sirven de parapeto para llamar dictablanda a la que es una autocracia pura y dura.

MI POETA SUGERIDO:  Asunción Escribano

PUNTOS DE FUGA

I
No tienes fronteras. El aire no te roza.
Un pájaro quiere bautizar tus manos
pero están sobre el agua,
haciendo palpitar el brillo de la tarde.

La noche comienza a acariciar tu cuello
y se deja resbalar, como un chal
cansado, sobre tu rostro de seda.

El aire, el pájaro o la noche
te son extraños.

Porque tú perteneces a la lluvia.

II
Alimentas tu celda de silencio.
Te cansan los minutos
y el juicio al que se entregan las caricias.

Miras caer las hojas de un otoño
que se parece a tu infancia.
Un lienzo de musgo ante los ojos
te basta para ser.

No conoces ya la palabra lejanía.

III
Vives en ese océano disuelta
de vértigos y brisas,
sitiada por la orilla más convulsa
que perfila los objetos con su nombre
y tu forma de mirar, enhebrada
al parpadeo del sol en el asfalto,
engarzada en la liturgia del viento
sobre el agua.
La tarde respirando su propio asombro
y tú a punto de arrancarte
esa frontera
asfixiante que es la piel.

No hay nada más doliente
que ese silencio que en tus venas
no acaba de estallar.

UNA LLAMADA ES COMO UN PRESAGIO

Te llamaba línea, y dibujaba tus contornos
en la arena, dejando disolver los límites
precisos en la anchura prodigiosa del abismo.
Curva, y moldeaba en ondas la armonía
de la tarde con su espesor de cauce.
Siembra, y las cosas restallaban
como trigo furioso bajo el viento.
Lluvia, y sentía amanecer la almohada
húmeda de jazmines ebrios y rocío.
Esperanza, y los niños se reían
con las manos abiertas, blancas y espumosas
de los estanques somnolientos en otoño.
Fuego, y en la noche palpitaban los perfiles
de los astros al son del cierzo sobre el río.
Te llamaba cirio y estiraba mi presencia
para rozar tu luz levemente con los dedos.
Te llamaba salmo e invocaba la música
del relámpago en abril y su haz de lumbre.
Te llamaba aire, conteniendo la respiración,
para asumir en una bocanada larga tu presencia.

Recibía tu llamada desde dentro, pero
afuera las cosas te gritaban. Señalaban
tu nombre y tu existencia como fiebres,
como llamaradas, como incendios bruscos.

Y te amaba en otros nombres sin saberlo.

Selección de poemas

El poema
«Pero un poema es una criatura verbal hecha de maravillas»
Juan Antonio González Iglesias

Los eruditos hablan de artefacto
cuando estudian las líneas del poema
en su asiduo gesto de inventario.
Nombran sus engranajes previsibles
cual mecanismos estrictos de reloj
donde embridar su furia desatada.
Explican que en ellos se acomodan
las piezas del mecano de la lengua
como un riego previsto exactamente
en el mismo minuto cada día.
Escriben sobre sílabas pautadas,
ritmos computados con metrónomo.
Yo prefiero el nombre desvelado
del poeta que ha penetrado en la fronda
luminosa en desvarío: Criatura,
que comprende la vida y el aliento.
Su corazón de lluvia está repleto
de arterias de llamas que conjugan
la suma insensata de contrarios.
Paradoja la apodan los expertos
sin poder concebir lo incomprensible.
Pero a mí me gusta imaginar
que es el fulgor de la ebriedad
destilada por locos y por sabios
que asisten a la unión entre las cosas
cual pájaros radiantes ya sin jaula.
Palabras que hacen de todo lo que
existe firme nudo que disuelve
los ojos del lector en catarata.
No hay otra manera de ascender
sino a lomos del poema y contemplar
el mundo desde lo alto de su cumbre.
Sólo puedo pensar la maravilla
como el lugar de partida y llegada
del fanal milagroso de los versos.
Y puestos a escoger entre prodigios,
elijo aquellos atardeceres lentos,
sus turbios arrabales y desdichas
que hicieron de la vida del porteño
un abrazo de húmedos zaguanes
e infinitas auroras y ponientes.
También las azucenas en la noche
donde reclinar cansancio y miedo
como hizo ardiente el carmelita.
Los ojos verdes de la de Nevares
donde se podía oír batir el mar.
Las cancelas del cielo de Tarquinia
con su sueño de potros y cervatos.
La ceniza que alzada ante la luz
es proclamada a modo de esperanza.
La gravitación quieta de horizontes,
la risa confundida con la fuente,
las pequeñas cosas en pañuelos,
la libertad de estar presa en tu nombre,
Preciosa y su sonaja hecha de luna,
el don que no se halla entre las cosas,
la búsqueda exacta de lo que eres,
el aullido interminable del vivir,
el fruto que es resumen ya del árbol,
los hombres que con luz van más deprisa,
la vida que canta y se entrecruza,
la noche tras el sol tan de repente,
el cansancio de ser y de haber sido,
el taxi y el amor conjuntamente,
las espinas que no son tan pequeñas…
…Y tantos…, que no son artilugios
sino habla en amor con quien escucha.

No sabría definir que es un poema.
Pero en ellos resguardo yo mi vida
del tiempo, del mundo y su tristeza.
Como íntima hoguera frente al frío.

Epifanía

Una tarde de verano. La luz resbala
por el mantel que espera ansioso
la inflamación feliz de la merienda.
A lo lejos los niños alzan al aire
la liturgia punzante de sus risas.
La lentitud es profanada solamente
por el vibrar de las alas de una abeja,
mientras se acerca a las flores de lavanda.
Apenas es nada esta melodía
que reverbera invicta entre mis ojos.
Apenas este momento podría
presumir de intensidad o trascendencia.
Aunque tiene en su levedad el fulgor
de aquello que es puro y transparente.
Sólo asisto a lo que es, contribuyendo
a no romper su sagrado transitar
impreso únicamente en el presente.
Lo dejo ser y cae y posa su gracia
sobre el mundo, con una contundencia
que hace daño por su verdad, por su bien,
por su belleza, por su vacío y por su nada.1
1 «No sabemos qué hacer con un momento epifánico, no somos capaces de preservarlo» (Adam Zagajewski: El Cultural de El Mundo, 20/10/2017)

La caída

Un obelisco tumbado por el viento.
Una torre como la cáscara de un huevo
frente al golpe del hierro feroz de unos alones.
Un pájaro en descenso ahora de sangre
por la espuela del pico despiadado de un halcón.
Mi padre.
Todo Cicerón, y César, y Séneca, y Sócrates,
que no sabía nada —yo ahora tampoco—,
a los que él amaba tanto, también en vuelo
de caída con la firmeza de su peso
y de su hechura.
Transformados en babas y temblores
que obligan a pensar aquella dignidad
de la que hablaban.
¿Qué es lo que todavía continúas aguardando…?
Ya no hay grandeza,
sólo necesidad y una plegaria balbuciente
ayúdame que nos señala la puerta hacia la lumbre.
Mi padre, que fue farallón y torre
y faro y altozano y castro tierno.
Hay que mirar siempre de frente a la tristeza
nos decías. Pero a ti la honda arcada
de la espalda y el quebrantado mimbre
de las piernas hoy no te dejan.
Escribo sonámbula tu nombre en este muro
y blanco en alto lo pronuncio: Papá,
y me repito —o acaso me convenzo—,
con un nudo de esparto en la saliva,
que es posible volver a vivir tras la desdicha.

El último carmelita

Una cámara delante, y detrás
pregunta un hombre por lo más simple:
la oración. El carmelita orlado
por el fulgor impreso en las paredes
habla dulcemente del diálogo
con lo alto y también con lo más bajo.
La unión entre palabras y silencio
para decir lo obvio no escuchado.
Sorprenden los términos que elige:
belleza, vacío, huida, apego
bondad, amor, mística y espíritu.
¿En qué conversación podrían usarse
sin parecer un loco o un extraño?
Mira lento al hombre que le busca
para llenar las horas de un programa.
Detrás de ambos un valle levanta
su inmensa ciudadela hecha de viento.
Los extremos se citan en su vida,
las horas se comparten entre el blog
y la intimidad silente con la Luz.
El mundo intuye el poder de callar
y Beret lo canta a los más jóvenes:
Guíame con tu silencio que así sí
nos entendemos. Es ya el último
carmelita. Hoy no hay nadie que escoja
esta vida de paz y de armonía.
Sin él, está vacío el paraíso
y su aire será respirado
sólo por gorriones y turistas.
Y puestos a citar, una pizarra
allí recuerda: Dios es el silencio
del cual proceden todos los sonidos.
Al fondo, los trinos de los pájaros
ponen banda sonora a la entrevista.
De El canto bajo el hielo

HUELLA

“Y luego se esconde detrás de la claridad”
(Mª Zambrano)

Claridad que nace de lo hueco.
Vacío de sí para dejar ser al ser.
Las huellas lo señalan
y las alas indican con su canto su guarida.
Pero no deja de ser nada,
más allá de toda búsqueda,
de darle una forma a la ausencia de sentido.
Nada…,
y junto a la nada el silencio,
que expresa la renuncia al discurso cansado.
Algo ya lo anuncia,
una rama que danza el enredo del viento.
Pero no nombra al hueco,
que no tiene nombre.
Solo señala el lugar de su ausencia,
la redondez de su forma
que juega a hacer luz del aire.
En el centro del tiempo, rasga,
como una saeta, el aire un pájaro.
Túnel de sed y luz, abre una vieja herida.
En el centro del tiempo relampaguea el trino,
hilo de nada que incendia el día.
Como si una huella perdida
abriera en la piel
un espacio de mar, con su canción antigua.

Ascua de luz y de ceniza,
escucha una voz que no es suya
y reclama el nudo de lo que no se nombra:
mantel, milagro o nieve.
No hay palabras que puedan decir la forma.
No hay preguntas que puedan señalar el rumbo.
Ya no hay más que una mirada
que se une en vertical con la lluvia.
Ser lluvia es saber el color del lienzo
que cada espejo del amanecer dibuja.
Ser, dentro, como es la respiración,
cuenca infinita del espacio.
No poder nombrar al hueco
que no tiene nombre,
solo señalar el lugar de su ausencia.
No hay sonidos que no procedan
de la tela del latir de una cigarra,
contra el turbión del vibrar de un sauce.
En este encuentro de música y silencio
queda para el tacto un espacio,
y la sensación que produce
el extremo de lo que no entendemos,
y es más nuestro que nuestro propio yo.
Todo se dice a sí mismo en su presencia,
anudando en su ser la ausencia de señales,
la cesación del tiempo,
el sentir que no piensa,
sino que conoce la vida como suya,
realizada de nuevo sin renuncia.
Hay otra forma nueva de ser árbol.
Sin contar ya los ritmos
y la hechura de las ramas,

Solo me acarician alas
sino dejando su presencia
para que del todo sea,
y diga de su vida lo que dice.
Y conocer su semejanza desde el centro
“deslumbrado” y “aterido”
al mismo tiempo.
Escuchando la voz que nada dice,
porque lo dice todo,
a la herida que se abre
y que intuye en el roce presentido
lo que es y no es al mismo tiempo.
Silencio,
la tarde duerme un sueño de paisajes
que alguien pintó en la pupila callada
de un pincel herido.
Canta un pájaro en la nada.
¿Es solo un silencio
o mis ojos perdidos en el sueño?
Entre el pecho y las manos descansa un bosque.
Ha abierto su herida, la madrugada,
y pregunta por el nombre
que olvidó en la siembra.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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