PERRA VIDA PERRA (Mi poema)
Patrocinio de Biedma y la Moneda (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo
 
 

Naciste sin futuro, zafando de una guerra,
hurgando entre los odios de hordas descerebradas
¡pobre de ti perrilla! tan tristes tus miradas
ya están amoratadas o duermen bajo tierra.

Nadie de ti se acuerda, tu hogar fueron cascotes.
sorteando fue las bombas tu alma desarrapada,
sin dios ni rey ni patria sufristes, ignorada,
sin culpa, por las fobias, presa de sus azotes.

Perdona si te digo tuviste mala suerte,
por no tener viviste sin sueños ni esperanza,
ni un hoyo como excusa muerta donde caerte.

Que fuiste bailarina bailando en una danza
donde la melodía jugaba con la muerte
y quiso sin motivo tomarse su venganza.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Patrocinio de Biedma y la Moneda

A mi primo Don Diego de La Moneda

Cuando anunciaron la auras
la primavera
los arboles se cubrian
de flores bellas:
Mas luego caen,
y, en su caliz marchito,
los frutos nacen.
Asi pasan ligeras
las ilusiones
que el arbol de la vida
visten de flores!
En breve vuelan
y, cual fruto del alma,
la razón queda!
(Baeza, enero 1867)

HIMNO

A la Virgen del Alcázar, patrona de Baeza

SALVE, salve, purísima estrella
que la tierra y el cielo iluminas;
salve, casta y celeste doncella
que atesoras las gracias divinas.
Tú, la blanca y amante paloma
que llenó con su gloria este suelo;
Tú, la flor de suavísimo aroma
que perfumas las auras del cielo.
Tú, a quien forman los blancos querubes
puro trono de místico encanto;
Tú, que bajas en cándidas nubes
a calmar de los buenos el llanto.
Tú, que dejas en alas del viento
que mendiga a tus pies tus favores
el aroma que exhala tu aliento
que perfuma después a las flores.
Tú, que fuiste del cielo admirada
cuando a Dios encerraste en tu seno;
Tú, más pura que flor no tocada
por el viento apacible y sereno:
Oye tierna la voz que te implora
y consuelo te pide a su llanto;
¡a este pueblo que siempre te adora
Tiene, Madre, tu pródigo manto!
No desoigas la voz que te ruega
elevando hasta ti sus dolores,
que en el eco que a ti triste llega
van del alma las más puras flores.
Tú, la dulce y amante paloma,
Tú, prodigio de amor y pureza,
Tú, que prestas al cielo tu aroma
¡Sé el escudo que ampare a Baeza!

Que el amor no es quimera

¡Que el amor no es quimera,
que amor existe!

Existe, cual las flores
sobre la tierra,
Alegra nuestra vida,
cual las estrellas
la oscura noche,
en que la sombra envuelve
los horizontes.

Mas, para darle encanto,
para que pueda
vivir con vida propia,
con luz eterna,
es necesario
que el ser a quien se ofrece
sepa apreciarlo.

A UN POLLO MUY ROMÁNTICO

¡Cesa ya, por favor! ¡estoy cansada
del lúgubre clamor de tus lamentos!
no me hables más de amor, te lo suplico,
deja ya en paz al pobre niño ciego.

Cálmese tu romántica manía;
no sueñes con suicidios ni venenos;
mira que yo soy débil y nerviosa
y oyendo esos horrores tengo miedo.

No me hables de los bosques y las auras,
de un edén en el fondo del desierto;
no me gustan los bosques… son muy fríos
y tengo yo muy delicado el pecho.

Vuelve ya a la. razón: ¿no es preferible
en las glaciales noches del invierno
el templado calor de mis alfombras
al campo tapizado con el hielo?

¿No es más bella mi alegre chimenea
do brilla siempre un abundante fuego
que la cabaña tétrica y mezquina
que transforma en edén tu pensamiento?

¿No tienen más cadencia y armonía
de mi piano los acordes ecos
que no el silbido con que ronco brama
en la montaña el huracán violento?

¿No valen más mis plácidas veladas
do entre amigos fugaz resbala el tiempo
que no la triste soledad contigo
en que siglos se hicieran los momentos?

No me digas qué versos te diría;
¡calla, por Dios, o cesaré de hacerlos!
¡si hasta las musas huyen asustadas
oyendo tus románticos excesos!

Cese tu empeño ya: no hay esperanza;
yo no quiero un amor de caramelo;
yo quiero un alma que se exhale en llamas;
yo quiero un corazón todo de fuego.

No me gustan idilios pastoriles;
no me gustan cabañas ni desiertos;
no me gustan los bosques; son muy fríos
y tengo yo muy delicado el pecho.

Adiós a Granada

¡Quédate, adiós! ¡Mi corazón se rompe
en esta dolorosa despedida!
Se queda en ti la dicha de mi vida,
¡ y yo voy a partir!
¡Quédate, adiós! A ti van mis suspiros
unidos a las notas de mi canto
Que brota entre raudales de mi llanto
e imita mi gemir!
Yo crucé un día como el ave errante
por tus bosques de mirtos y laureles
y dediqué a tus mágicos vergeles
un cántico de amor.
Hoy dejo tus florestas perfumadas
que recorrí con entusiasta anhelo
y me despido de tu hermoso cielo
temblando de dolor.
Cual gime en la espesura la paloma
a quien el huracán deshizo el nido
y al buscar el abrigo que ha perdido
exhala su aflicción.
Así vago yo triste en tus jardines
dando triste expansión a mis dolores
pues que perdí el amor de mis amores
¡mi gloria y mi ilusión!
Aquí escucho en el eco de las fuentes
y en el cántico dulce de las aves,
los ecos de su voz, puros, suaves,
de encanto celestial.
Y al trinar de los dulces ruiseñores
percibir me parece el tierno acento
que exhalaba, diciendo su contento
su boca virginal.
En la nieve que cubre las montañas
que circundan tu vega embalsamada
miro la vestidura delicada
del ángel de mi amor.
Y en las leves neblinas de celajes
que coronan la cima de los montes
meciéndose en azules horizontes
cual bandas de vapor.
La sombra celestial del hijo mío
que baja entre las gasas de una nube
con su forma impalpable de querube
mi llanto a consolar.
Tiendo mis brazos a la sombra errante
que vaga libre en el azul del cielo,
mas ¡ay! se aleja sin calmar mi duelo
y me deja llorar.
¡Huid recuerdos de un dolor sombrío
que destrozáis a vuestro paso el alma!
¡Dejadme ya! ¡Recobrará la calma
mi herido corazón!
Yo quiero adormecerme en el olvido,
quiero ver otra gloria en lontananza,
quiero vivir soñando la esperanza
soñando la ilusión.
Y tú, Granada, la sultana bella,
de manto aljofarado de rocío,
a quien las ondas de azulado río
sirven de ceñidor.
Ciudad de las moriscas tradiciones,
blanco cisne perdido en la enramada,
paloma sobre flores reclinada,
edén encantador.
Guarda el tesoro que en tu seno dejo,
que son los restos de mi bien perdido,
y guarda el eco del postrer gemido
que exhalo en mi aflicción.
Que siempre mis miradas afanosas
buscarán de tu cielo los reflejos,
y tuyo, ya esté cerca, ya esté lejos,
será mi corazón.

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«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas,
el tabaco inocente, tonto, de tu mirada,
los largos resplandores que por el monte dejas,
al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.

Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados,
que de improviso surgen de las rotas neblinas,
arrastrar en sus tímidos pasos desorientados
todo el terror reciente de su casa en ruinas.

A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo,
que transportan la muerte en un cajón desnudo;
de ese niño que observa lo mismo que un festejo
la batalla en el aire, que asesinarle pudo;

a pesar del mejor compañero perdido,
de mi más que tristísima familia que no entiende
lo que yo más quisiera que hubiera comprendido,
y a pesar del amigo que deserta y nos vende;

«Niebla», mi camarada,
aunque tú no lo sabes, nos queda todavía,
en medio de esta heroica pena bombardeada,
la fe, que es alegría, alegría, alegría.

(Capital de la Gloria,1938)

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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