Una muestra de sus poemas
La churrera
Encaramada en la acera,
dando está diente con diente
la churrera.
¡Con cuánta frescura miente
su pregón de: calentitos!
La delatan los mitones;
encubren a diez curritos
de un guiñol de sabañones.
Canción para dormir un pie
A la nana, nanita, nana.
Duérmete chiquirritín
dentro de tu calcetín:
que es de lana.
El niño y las ranas
Al pasar junto a la charca
el niño me preguntaba:
-¿Qué son las ranas?
-Pues, mira niño, las ranas…
-¿Y por qué cantan?
-Pues, mira niño, las ranas…
-¿Y por qué saltan?
-Pues, mira niño, las ranas…
-¿Y por qué nadan?
¡Y no tuve más remedio
que tirar el niño al agua!
Semana Santa
Jueves Santo,
Viernes Santo:
duelo y llanto.
Tanta aflicción es de espanto;
no sé ni cómo la aguanto,
ni soporto ni resisto,
ver al Hombre, ver a Cristo
tragar hiel ¡está tan visto!
Y en filas indias, detrás
y delante, nazarenos,
nazarenos,
nazarenos,
unos diez mil, indio más
indio menos;
el interminable lote,
por docena un iscariote,
de agudos de capirote;
y el impenitente brote
de unicornios,
de bicornios,
de tricornios;
la teoría del cuerno
rogándole al Padre Eterno
que nos libre del Infierno.
Y el blandón, el cirio, el hacha,
y el hacha, el cirio, el blandón,
y suma y sigue la racha,
y, ¡toma!, más procesión,
y otro paso y otro envite
y el asunto se repite,
si no hay lluvia que lo evite,
hasta que Dios resucite.
Y, ¡qué tonos!,
la semana está de monos.
Y, va que arde, de cera
litúrgica, la carrera;
la de Cristo, nos espera:
muchos,
muchos,
muchos,
muchos
¡¡cucuruchos!!
Silva, Grillera Y Cigarral De Manolito El Pollero- Los versos de Cordelia
Bodegón
Portada tinta de almagre,
tufo a bazofia y vinagre: bodegón;
fondo bajo
de cocina
donde el ajo
predomina.
Saquemos a colación
los bodrios que de acicate
nos muestra su escaparate.
sobre los desaguisados,
un cabrito y un lechón
se orean ajusticiados.
hay restos en pepitoria,
del Gallo de la Pasión
que esté en Gloria;
secándose, en los peroles,
aguantan ollas y días,
el pisto, los caracoles,
los callos y las judías;
a pesar del salmorejo
y las zurras con tomillo,
no se le borra el gustillo
domiciliario al conejo;
la fritanga de livianos
toma tintes albazanos
la paella
cobra del tiempo que pasa
dejando pátina y huella
solideces de argamasa;
menguantes, las pescadillas
cumplen, espinoso, un mes
mordiéndose en la cazuela.
El tarro de las guindillas
brama turbio en portugués
y asusta a la clientela;
y entre moscas y mosquitos,
se descuajaringa un queso
y se diluye un melón…
Divergentemente escritos
con blanco de España espeso,
a modo de colofón,
dos renglones
advierten al comensal:
“Se sirven medias raciones,
desde un real”.