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Veintiocho días, menos de un mes, cuatro semanas,
una vida sin ti que llamo y que te espero
y tú sigues ausente, sin ver mi desespero,
penando yo en la tarde, las noches y mañanas.
¡Alegría, alegría!
Venid todos a escuchar
lo que aquí os voy a contar
que a mi ayer me sucedía.
Me levanté esa mañana,...
Aquí estoy yo, de pinos rodeado
-de jara, de romero y matorrales-
en una piedra firme aposentado
gozando las fragancias otoñales.
Ayer escuché a una tal,
locutora de renombre
de una radio nacional,
prefiero omitir su nombre,
en una de esas tertulias
donde algún hombre cabal,
Los hay que tienen suerte, un adivino
predijo que el amor ha de encontrar
de forma que no debe de buscar,
que el mismo ya se encuentra en su camino
y pronto ha de llegar.
El amor es más amor,
si esa ninfa primorosa
que vuela entre rosa y rosa
tropieza en alguna espina
y una lagrima divina
resbala y crea dolor.
¿Cómo será, ayer me preguntaba,
mirándome al espejo, fijándome en mi frente
mi cerebro por dentro? Por fuera, ni te cuento.
Lo tengo ya muy visto y lo lamento,
pues no me gusta nada.
Lo juran los que hoy son predicadores,
la existencia de un Dios omnipotente,
así surja con nombre diferente,
es un hecho y no admite discusión.
Yo tenía una ilusión.
Qué de fuerte no sería
que en si misma no cabía
dentro de mi corazón.
Pasada la excitación,....
Y es así como se asoma a la vida lentamente
desde esa grieta que aparece al pié de las montañas
hasta abrir a la luz todo ese surtidor ardiente
que brota desde lo más profundo en las entrañas.
Yo vivía feliz,
era un lugar de ensueños,
volaban las rapaces,
las aves montaraces,
a través de mis sueños.
Hospitales de dios, donde la muerte
echando va un envite con la vida;
actuando de fiscal está la suerte
quien puede decidir en la partida.
Egregio, insigne, real, omnipresente,
cresta blanca, gallito de pelea
que escondes mil vivencias en tu vientre,
erguida la mirada siempre al frente
en que el mundo se mira y se recrea.
La vida es muy bonita si la hacemos bonita.
En sí mismo la vida es un mero transitar
del punto “a” hasta el punto “b” de nuestra cita
llenando tú este tramo y así hasta terminar.
Los ojos se cierran, luces que se apagan,
tras de los cristales de mis dos ventanas
diviso la lluvia, el cielo está en calma,
los miedos durmientes por la vega bajan.
De nacaradas fuentes mi espíritu ha saciado
inalcanzables ansias de experiencias de vida,
ha estudiado corrientes del uno y otro lado
y apagando los fuegos de la verdad vertida.
Desnudo estoy mirándome al espejo
cual Dios me trajo al mundo,
me veo y no conozco, ya estoy viejo,
escuálido, encorvado, cual pellejo,
perdida la mirada e iracundo.
(o el hombre que no deseaba envejecer)
Esta es la historia inventada de un hombre que, setentón,
soñaba con regresar a los años de su infancia.
Voy a parar, se decía, las manillas del reloj
y con mi dedo meñique retrasar sin dilación
hasta lograr situarle justamente en mi lactancia.
