1.EL MUNDO, ESE CAMPO DE MINAS [Poema del Editor]
2.Baldomero Fernández Moreno [Poeta sugerido]

Textos aquí: 1. del Editor, 2. del Poeta sugerido y 3. del Invitado (opcional)

MI POEMA… de medio pelo

 

Dolores ¡ay! producen amargura,
atento está al cadalso, el sacrificio,
dispuesto dios, cumpliendo con su oficio,
cayendo ya, la fruta está madura.

El mundo, que es un campo, está minado
de bombas que revientan, de racimo,
convierten a este mismo en un gran timo,
ocurre cuando el cielo está nublado.

Carroña, recogiendo las migajas,
las aves vigilantes, de rapiña,
se aprestan a morder como una piña
al filo tan mordaz de sus navajas.

Así es la estancia aquí, así es de oscura,
se juntan los dolores y maldades,
crueles al albur de mezquindades,
cansado es el andar, la vida es dura.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Baldomero Fernández Moreno

Mudable como el tiempo es tu mejilla…

Mudable como el tiempo es tu mejilla,
o arde como una tarde del estío
o hiela, o poco menos, si hace frío;
pero ardiente o helada es maravilla.

Deja que acerque mi cansada arcilla
al pétalo de amor que llamo mío,
mientras corre mi brazo como un río
por tu cuello, delgada torrecilla.

Calor o frío, llamarada o nieve,
no me importa un instante su mudanza,
que a ocultos nervios nada más se debe.

Tu corazón es nido de templanza
y grave su latido al par que leve.
Y si no, que lo diga mi esperanza.

Ausencia

Es menester que vengas,
mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho,
y torno a ser el hombre abandonado
que antaño fui, mujer, y tengo miedo.

¡Qué sabia dirección la de tus manos!
¡Qué alta luz la de tus ojos negros!
Trabajar a tu lado, ¡qué alegría!;
descansar a tu lado, ¡qué sosiego!

Desde que tú no estás no sé cómo andan
las horas de comer y las del sueño,
siempre de mal humor y fatigado,
ni abro los libros ya, ni escribo versos.

Algunas estrofillas se me ocurren
e indiferente, al aire las entrego.
Nadie cambia mi pluma si está vieja
ni pone tinta fresca en el tintero,
un polvillo sutil cubre los muebles
y el agua se ha podrido en los floreros.

No tienen para mí ningún encanto
a no ser los marchitos del recuerdo,
los amables rincones de la casa,
y ni salgo al jardín, ni voy al huerto.
Y eso que una violenta Primavera
ha encendido las rosas en los cercos
y ha puesto tantas hojas en los árboles
que encontrarías el jardín pequeño.

Hay lilas de suavísimos matices
y pensamientos de hondo terciopelo,
pero yo paso al lado de las flores
caída la cabeza sobre el pecho,
que hasta las flores me parecen ásperas
acostumbrado a acariciar tu cuerpo.

Me consumo de amor inútilmente
en el antiguo, torneado lecho,
en vano estiro mis delgados brazos,
tan sólo estrujo sombras en mis dedos…

Es menester que vengas;
mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho.
Ya sabes que sin ti no valgo nada,
que soy como una viña por el suelo,
¡álzame dulcemente con tus manos
y brillarán al sol racimos nuevos.

Canción de luna

En el aro ligero de la luna
canta para mí solo un ruiseñor.

A cada golpe de oro de su pico
brota en el aire una constelación.

Canta el pájaro pardo dulcemente
y se eriza de plumas y palor.

Cuando se pone el pecho más delgado,
dice mucho más clara su canción.

Morir, acaso, es continuar un sueño
de luna en luna y de sol en sol.

Como sobre una tapia se adormece una rosa…

Como sobre una tapia se adormece una rosa
yo quisiera tu grave cabecita en mi hombro,
espontánea, caída, comprensiva, mimosa,
sin un soplo de miedo, ni una brizna de asombro.

Y contemplarte luego a la luz de una estrella
interminablemente de la frente a la boca,
como contempla el agua, inclinada sobre ella,
la frente taciturna y eterna de una roca.

Contemplación del beso

Debe el beso venir desde la hondura
de una cabeza baja y atraída
en la penumbra gris desvanecida
mientras un viento vuele de frescura.

Boca entreabierta, elástica, madura,
que en el atardecer se haga una herida.
Toda ella roja de profunda vida
con un signo mortal: la dentadura.

Verlo avanzar después muy lentamente
como un ascua encendida o roja estrella
y detenerlo, ay, súbitamente.

Contemplarlo en deliquio y miel de abella,
huir la boca por rozar la frente
y a ella volver para morir en ella.

Presentación

Esta que viene aquí toda vestida
de un traje blanco y un negro sombrero
tiene la obligación de mi sendero
y las rosas y espinas de mi vida.

Porque una noche el ánima afligida,
mustia de soledad, dijo: Te quiero.
Hace ya mucho tiempo que te espero
con una mano lánguida extendida.

Era una rara orquesta de violines,
era un pasar de extraños bailarines,
era un degüello de camelias rosas

bajo tus finas manos temblorosas.
¡Era que el corazón se me moría
de tanto, amada, como te quería!

Soneto

Ya ves que no te suelto, que me ato
a tu recuerdo rubio y vaporoso,
fugitivo en la calle y silencioso,
yo, que era poderío y arrebato.

Me estiro lo que puedo; dudo y trato
de asir tu traje, por ser tuyo, hermoso;
ceñido siempre y a la vez pomposo,
tentación por aquí y allí recato.

Mírame en un café de esta plazuela
en que el tránsito al sol crepita y arde
y en la que todo, hasta un tranvía, vuela.

Pienso en ti, en tus ojos, en tu tarde…
Y me quisiera henchir como una vela
y me refugio en mi interior, cobarde.

Tal vez haya soñado con un beso instantáneo…

Tal vez haya soñado con un beso instantáneo,
dos estrellas fundidas augustamente en una.
Un temblor en el cuerpo y un mareo en el cráneo
y un ponerse la sangre del color de la luna.

No, jamás me has besado ni siquiera la frente,
sólo has puesto los labios o los atraje yo.
Continuaré soñando, Alondra, eternamente.
Ni tú tienes derecho a decirme que no.

Bio de autor en esta página

"No están todos los que son pero son todos los que están."

  • Baldomero Fernández Moreno fue un poeta argentino fundamental, nacido en Buenos Aires el 15 de noviembre de 1886. Se le considera uno de los principales exponentes del sencillismo, una corriente que buscaba capturar la belleza de lo cotidiano y lo simple en un lenguaje llano y directo, alejado de los ornamentos excesivos del modernismo.

    Hijo de padres españoles, pasó parte de su infancia y juventud temprana en España, en una aldea de Santander, una experiencia que plasmó más tarde en su libro Aldea española y que dejó una impronta en su sensibilidad. Regresó a Argentina alrededor de 1899, donde desarrolló una vida profesional doble y paralela a su vocación literaria.

    A pesar de su inclinación por la poesía, Fernández Moreno estudió y se graduó de médico, una profesión que ejerció durante muchos años, especialmente como médico rural en pueblos como Catriló y Huanguelén (provincia de Buenos Aires), y luego en el barrio porteño de Floresta.

    Su debut literario, ya maduro, llegó en 1915 con el libro Las iniciales del misal, una obra que, aunque dedicada a Rubén Darío, marcó su distanciamiento del modernismo imperante. A este le siguieron títulos clave como Intermedio provinciano (1916) y Ciudad (1917), este último dedicado a la vida urbana y a los barrios porteños. De esta época surge su famoso poema "Setenta balcones y ninguna flor", un ejemplo perfecto de su lirismo sencillo y su capacidad para encontrar poesía en la realidad inmediata.

    A lo largo de su extensa obra, que incluye más de una veintena de títulos, exploró con igual maestría la vida de campo (Campo argentino, El hogar en el campo) y la ciudad, combinando la precisión del soneto clásico con la espontaneidad del lenguaje coloquial. Su estilo, que la crítica denominó sencillismo, se caracteriza por la naturalidad y la falta de artificiosidad.

    Fue un escritor muy reconocido en su época. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía (por el período 1933-1937) y el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Además, fue miembro de número de la Academia Argentina de Letras.

    Baldomero Fernández Moreno falleció en Buenos Aires el 7 de julio de 1950, dejando un legado poético que es esencial para entender la lírica argentina del siglo XX.

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