La caja de los cuartos, se decía,
allí es donde las perras se guardaban,
lo supe nada más porque lo oía
pues perras yo era un niño y no tenía
mas sé lo que a mi madre le ocupaban.
Tú vales mucho más que las pesetas,
o tú eres una alhaja o un tesoro.
Entonces no entendía qué era el oro
mas hoy que ya lo sé, de aquellas tretas,
mi madre, cuando pienso más la adoro.
La caja de los cuartos era una caja de zapatos. Las perras era el nombre genérico que se daba equivalente a dinero. A su vez existía la perra gorda y la perra chica, 50 y 25 céntimos de peseta respectivamente. Ejemplo de alguien rico: ese tiene muchas o buenas perras.
MI POETA SUGERIDO: Antonio Martín de las Mulas Baeza
Fragmentos del poemario Viernes Santo
Hoy contemplo tus párpados vencidos,
su desplomarse solos ante el golpe del mundo,
su visión recogida
contra las grandes puertas de la noche.
Contemplo que has perdido las ganas de vivir,
que te comen por dentro
esos viejos abismos de un silencio cerrado.
Yo sé que no le ves una salida a todo esto,
que te desplomas pronto, que tus fuerzas
se disuelven humanas como el humo de un fuego
que asciende por la altura.
Alienta pequeñuelo, toma mi mano, y tenme,
ten coraje en el vilo de las grandes caídas.
Estoy en el martirio de los hombres, donde llevo
la piel sacada a tiras por tu desolación.
Quiero injertar tu vida en la esperanza
de un mañana infalible entre mis brazos.
Mírame,… no desfallezcas, hijo,
Yo estoy contigo,
creo en ti,
Viernes Santo (fragmento)
“Oigo vuestras respiraciones,
estáis aquí conmigo respirando
en los huecos eternos de los aires,
las almas de los siglos y las noches sin dormir,
las largas descendencias asumidas,
estáis aquí conmigo
respirando.
Hoy muero por vosotros de esta forma,
atravesados somos,
también en esta altura de las respiraciones.
Esta es la respiración del Hijo del Hombre,
mi respiración de muerte en este campo abierto,
mi forma de vivir
en este cuarto lúgubre del mundo,
en esta vida
cuando uno llega a lo alto de la Calavera,
y ve;
cuando uno llega, expuesto al sol, erguido
en una cruz
sobre el monte interior de vuestras vidas
y ve,
y ve”.
Viejas barcas
Las viejas barcas
no aguantan como antes
el alboroto
que a veces el invierno
infunde a los espíritus.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.