CASTILLOS DE ARENA [Mi poema]
Margarito Ledesma [Poeta sugerido]
Margarito Ledesma [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo
¿Por qué no me advertiste
que estabas construyendo de arena un castillo en tu mirada
con una puerta abierta apuntando al firmamento
y dos lindas ventanas con vistas a la playa?
Hubiera sido hermoso
ver en su interior la espuma blanca transparente,
ojear los intersticios de su magma. Y como soy curioso
navegar por los intestinos de las olas procelosas de tu mente.
Andar por sus alados corredores
los ojos vendados para con precisión escudriñar tu alma,
en los misterios de tu verbo recostarme al sol naciente,
en calma introducirme en el salitre de la profundidad de tus temores.
Ahora ya es muy tarde
La marea va arrastrado del castillo las arenas,
imposible es recordar las historias de niños que hacíamos alarde.
Poco a poco tu imagen se va difuminando. Es una pena.
¿Por qué no me dijiste, nena,
que tus pupilas habían decidido surfear sobre otras olas,
que soñaban perderse volando entre bandadas de gaviotas en la quietud serena.
La mar sedienta. Ahora, sobre la arena, van floreciendo caracolas.
©donaciano bueno
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Margarito Ledesma
Los monos enterrados
Me dijeron que venían
no me acuerdo de qué parte,
y que sabían cosas de arte
y que hartas cosas sabían.
y que venían a buscar
de esos monos enterrados,
mal hechos y mal forjados
que han dado mucho en sacar.
De esos que dicen las gentes
que los antiguos forjaban
y luego los enterraban
revueltos con sus parientes.
Son unos monos sin chiste,
con todas las patas chuecas,
que enterraban los aztecas
cuando fue la noche triste.
Y que ahora, según veo,
son cosas tan rebuscadas
que sacan buenas mantadas
y las llevan al museo.
Y duraron muchos días
buscando por dondequiera,
hasta en una nopalera
que era propia de mis tías.
Y después de harto buscar
y gastar bastantes cobres,
nada que hallaban los pobres
y hasta ya querían llorar.
Temprano se levantaban,
trabajaban todo el día,
y creo tanto les urgía
que hasta de noche escarbaban.
Y lo hacían con tanto anhelo
que casi no descansaban;
pero nada que sacaban
de abajo del entresuelo.
Y, al ver la navegación
y el mitote que traían
y que nada conseguían,
me dio algo de compasión.
Y, pensándolo tantito,
dije así: como entre dientes:
“¡ayúdales! ¡pobres gentes!
¡no seas malo, Margarito!”
Y, hablando ya en otros tonos,
les di tan fuerte ayudada,
que hallaron una mantada
de puritititos monos.
Lo malo está que no puedo
explicarles cómo fué.
tal vez algún día podré
aclararles el enredo.
DÚO POÉTICO
I
LA PARTIDA
Adiós, Chamacuero hermoso,
ídem, rincón bendecido,
tú que fuiste humilde nido
de aguilucho poderoso.
Adiós, Paraíso encantado,
vergel de sabrosas limas,
a ti van mis humildes rimas
hoy al partir de tu lado.
Con el alma entristecida
y el corazón acongojado,
hoy me alejo de tu lado
como el que pierde la vida.
Y al sentir el desencanto
de separarme de ti,
siento loco frenesí
y he llorado tanto… tanto.
Y triste y desconsolado,
mi alma consuelo no halla…
¡Voy nomás aquí a Celaya,
a un negocio del juzgado!
Y en esa larga semana
que muy lejos de ti estaré,
yo nunca te olvidaré
ni de tarde ni de mañana.*
*Y no digo que tampoco de noche porque en la noche casi siempre se duerme uno y se le olvida todo.
II
EL REGRESO
¡Salud, Chamacuero hermoso!
¡Ídem, rincón bendecido!
Otra vez vuelvo a este nido,
feliz, contento y dichoso.
Al partir, los fieros males
me hirieron con mucho anhelo
y lloré sin un consuelo
en el Empalme de González.
Más tarde la duda ciega
me hirió con su garra fría,
y lloraba todavía
frente a San Juan de la Vega.
Fueron mis lamentaciones
cual de huérfano que grita,
al pasar por Santa Rita
y las otras estaciones.
Pero donde mi alma cobarde
tuvo la mayor batalla
fue al apiarme allá en Celaya
como a las seis de la tarde.
Allí me hirió el dolor fiero
y lloré con frenesí
al acordarme de ti,
¡oh, inolvidable Chamacuero!
Allí, al verme solitario
y tan lejos de tu suelo,
lloré sin hallar consuelo
y hasta pensé en el osario.
Allí, al mirar la distancia
tan inmensa que nos separaba,
la vida se me figuraba
como un sueño de quiromancia.
Pero afortunadamente
hoy vuelvo a tus benditos lares
y de nuevo mis cantares
embalsaman el ambiente.
Y aquí, con honor sincero,
te juró de buena fe
que no te abandonaré,
¡oh, inolvidable Chamacuero!
***
Y luego le seguimos: de este cuero saldrán muchas correas, verdadediós.
MIS OTROS PERROS
Para todos los perros que he tenido
y para los que supongo que más tarde he de tener,
es para mí un verdadero placer
dedicarles este agradable corrido.
Porque el perro es el amigo del hombre
y de toda la humanidad,
y bien vale su cariñosa amistad
que de flores y versos el camino se le alfombre.
Porque si no nos preocupamos de su vida
y no tratamos de tenerlo grato,
nos puede dar un mal rato,
pegándonos una fuerte mordida
o arrancándonos la suela de un zapato.
Trátenlo, pues, con buena voluntad,
aunque le tengan algo de recelo,
y, sin dejar de alzarle pelo,
búsquenle una buena conformidad.
Y por eso a todos los perros amigos
gustoso les dedico esta merecida poesía,
pues es muy posible que se llegue algún día
en que todos seamos valiosos testigos.
¿Testigos de qué? — ¡Pues de qué ha de ser!
De todas las cosas que puedan suceder.
PLEITO DE COBIJAS
Pues hoy amaneció la novedá
de que Don Juan, el tío de Las Clavijas,
tuvo un tremendo pleito de cobijas
con su mujer, la güera Soledá.
Dicen que se acostaron muy temprano,
porque desde la tarde ya hacia frio,
sin que hubieran tenido ningún lio
y los dos con un humor bastante ufano.
Mas parece que, ya en la madrugada,
Don Juan quiso voltiarse de ladito,
y jaló las cobijas un tantito,
y dejó a la mujer descobijada.
Doña Chole, al sentirse en ese plan,
trató de remediar la situación,
y les dio a las cobijas un jalón
y, sin querer, descobijó a Don Juan.
Y Don Juan, todavía medio dormido,
sin saber ni la causa ni el origen,
gritó con fuerte voz: “¡No descobijen!”,
y jaló el cobertor y echó un bramido.
Y Doña Soledá, muy asustada,
entre dormida aun y entre despierta,
sintió que la dejaban descubierta
y le dio otro jalón a la frazada.
Mas Don Juan, a su vez, muy sorprendido
y todavía entre sueños y algo inerte,
les dio a las tilmas un jalón tan fuerte
que también Doña Chole dio un bramido.
Y, como eran así dos voluntades,
que jalaban con rumbos diferentes,
llegaron a ponerse tan renuentes
que de una colcha hicieron tres mitades.
Lo peor es que, al estarse jaloniando,
a oscuras y enojados de ribete,
no dejaron de darse algún moquete,
y dicen que ya se andan divorciando.
Mas la culpa de tales asonadas
y de tales disgustos cobijeros,
la tienen los demontres de obrajeros
por hacer tan angostas las frazadas.
HORAS DE PASIÓN
Era una noche silenciosa y fría,
el trueno con su ruido ensordecía
y se oia por dondequiera
la música callejera
del fuerte aguacerazo que caía.
Se sentía un fuertísimo calor,
el calorón que anuncia las tormentas,
y descargas eléctricas violentas
caian alrededor.
Todo callaba, todo estaba quieto,
y solo por momentos
se veian los relámpagos violentos
de aquel aguacerazo tan escueto.
No había faroles en la población;
todo estaba apagado, todo el calma…
solo yo aqui, adentro del alma,
miraba una grán iluminación.
¡SI!…. La iluminación de la ventrura,
la iluminación de la dicha y el placer,
porque yo tanteaba que aquella mujer
tenia que amarme con locura.
Y con paso feliz y rebosante
me apersoné al instante
para arrimarme junto a su ventana,
y hablarle de este amor tan importante
que no piensa en el mañana.
Y le platiqué todos mis amores,
y le dije muy recio que la amaba,
mientras llovía y relampagueaba
y la tormenta hacia muchos horrores.
Y entre aquel aguacero tas espeso,
en medio de aquella noche tan obscura,
se oyó una demostración de ternura,
es decir, el tronido de un beso.
Y otra vez nuestros labios se juntaron
para darnos otro beso,
Yo le dí uno en el pescuezo,
y entonces…….. ¡la llamaron!
En el inter, el trueno ensordecía
y se oia por dondequiera
la música callejera
del fuerte aguacerazo que caía.
COMO JULIETA Y ROMERO
El corazón humano de la gente
es cual vejiga que se llena.
Echándole mas aire que el prudente,
se va infle y infle hasta que truena.
Y como el mio tambien es de cristiano,
se ve muy atariado y sumergido,
pues si siguen cargándole la mano,
en dia menos pensado da el tronido.
Ya los ves, tus papás no se convencen
y no me dejan platicar contigo.
Está muy bien, yo no los contradigo;
pero siempre está bueno que se piensen.
Pues no pueden hallarse muchas veces
personas como yo, que sean honradas,
que sepan aguantar sus peladeces
y que no anden con chismes ni asonadas.
Yo procuro granjiarlos cuanto puedo
y les doy la banqueta y los saludo;
pero nomás se quedan como un mudo
y me echan unos ojos que dan miedo.
Y aunque vean que uno sufre y que se afana,
parece que les tiene sin cuidado.
Ya ves, ya remacharon la ventana
y al zaguán le metieron un candado.
Y de arrimarme a tu balcón no hay modos,
ni pisando quedito y sin botines,
pues sale tu mamá y avienta orines
y grita cosas para que oigan todos.
En verdad que yo ya me desespero,
y si siguen así estos asuntos,
no hay mas remedio que enyerbarnos juntos,
como lo hizo Julieta con Romero.
DISGUSTO ARREGLADO
Don Procopio me atrasó
con un seco que me dió;
pero yo lo amiserié
con un ¡zas! que le aventé.
Y así parejos los dos,
le dimos gracias a Dios,
y no fue necesidad
de quebrantar la amistad.
Pues él solo se quejó
que la boca se le hinchó,
y yo nomas me quejé
que un diente me resmillé.
Pero en resumen total
no resultamos tan mal,
y por eso entre ambos dos
le dimos gracias a Dios.
Y después del sofocón
y ya sin mala intención,
seguimos nuestra amistad
con toda regularidad.