CUANDO TODO ESTÉ MUY NEGRO [Mi poema] Mario Amengual [Mi poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Cuando el mar ya esté sin agua, Cuando veas todo oscuro, Cuando veas que ese cielo Cuando sientas que en la lucha Cuando todo así lo veas |
MI POETA SUGERIDO: Mario Amengual
Una muestra de sus poemas
Jueves Santo
En los templos
los sucedáneos de los vicios.
Son billetes de treinta
la fe y la misericordia.
Por la plata
no bailan los perros,
pero sí huye toda nobleza.
En la plaza principal
el héroe ecuestre mira hacia el sur,
donde los partidos brindan argumentos
al odio y al resentimiento.
Aquí nadie camina
hacia un destino inigualable.
Venezuela 2017
Nada se conjuga
detrás de las esperanzas.
Llevamos este sinsabor
entre proclamas inquietantes.
Aprendimos a no perder la calma
para disimular la resignación,
tal vez porque ya sabemos
que la sangre volverá a ser historia.
Desde el barranco
Esto es un baile sin música,
un circo sin payasos
y un tiempo que de tanto presumir
de ser el mejor de los tiempos,
es una Edad Media sin Dios
y con la muerte danzando
sólo por plata y a su antojo.
País arrasado
Un país engañado,
sometido,
hambriento.
La limosna
es política,
la venganza
es revolución.
La ideología
es un pretexto.
La redención,
lema infinito.
Con palabras revueltas
y trastocados sus sentidos,
estamos en el barranco.
La alegría sometida
La noche comienza más temprano
en las ciudades vencidas:
los ladrones y las ratas
prescinden de la cautela
y de los pasos furtivos.
La alegría
es un enemigo replegado,
la llave
que un borracho solitario
busca en una alcantarilla.
La risa
se adereza en procacidades,
sirve de capote al desconsuelo.
No serán bondades
ajustadas en parágrafos
las que brinden a los rostros agostados
el semblante de la celebración
y el cariz exultante del espléndido ahora.
El fuego definitivo
Detrás de las ventanas rotas
y las cortinas percudidas,
las mujeres penden
de un rosario tembloroso
y los hombres,
en torno a una mesa tambaleante,
beben un aguardiente
barato y sulfuroso.
Afuera, la realidad
es mezquina y predecible,
urdida por niños drogadictos
que juegan al escondido
en una plaza de timadores andrajosos
y putas deprimidas.
En cualquier momento
un fuego rojizo y sibilante
convertirá las calles
en un nuevo comienzo.
Todavía en el barranco
He tratado de no quebrarme
entre los comedores de basura
y los alardes de los truhanes.
No es fácil mirar con otros ojos
para quien aprendió de despojarse:
ni el bordado de oro
ni el trapo inmundo,
cada paso ponderado,
cada palabra sacudida.
Allá quienes nunca
abandonan su nombre
y viven para lustrarlo,
mientras el ogro palabrero y redomado
sigue su calculado arrasamiento.
¿Será posible trascender
la polvareda de los héroes?,
¿destilar los odios
en días de contrición?,
¿buscar los pasos de uno
en las huellas renegadas?
Las manos no aplauden
y en el silencio de la madrugada
labran la inconformidad.
Los sueños señalan
en episodios absurdos
la constancia de la desazón.
En las calles crece
la espina dorsal
y flagelada de un monstruo
que no quiere morir
en la orilla de sus agravios.
Una hora podría ser suficiente
para encontrar en las miradas perdidas
el brillo arrebatado a la dignidad.
Y cuando clarea el día
y el gavilán anuncia
su cacería con un graznido
es que se ve
en el rostro en el espejo
y se siente
en la pesadez de los pasos
que seguimos respirando en el barranco.