JOSÉ ÁNGEL BUESA

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.

Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

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BLAS DE OTERO

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

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RAFAEL ALBERTI

Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo...

Lee y disfruta de sus poemas...

ANTONIO MACHADO

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero...

Lee y disfruta de sus poemas...

FÉLIX MARÍA DE SAMANIEGO

Apacentando un Joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
¡Favor!, que viene el lobo, labradores.
Éstos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente.

Lee y disfruta de sus poemas... v

FEDERICO GARCÍA LORCA

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.

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GABRIEL CELAYA

A veces me figuro que estoy enamorado,
y es dulce, y es extraño,
aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo.
Las canciones de moda me parecen bonitas,
y me siento tan solo
que por las noches bebo más que de costumbre.

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MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS

Recuerdo que en los días rosados de mi infancia,
la abuela…(¿de quién son los abuelos?, ¿de los niños?),
solía por las noches, cuando la tibia instancia
parecía una caja de dulces de la luna,
contar historias viejas. Hoy ya no sé ninguna.

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Lee y disfruta de sus poemas...

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Este amor que ha venido de repente
y sabe la razón de la hermosura.
Este amor, amorosa vestidura,
ceñida al corazón exactamente.

Lee y disfruta de sus poemas...

TIRSO DE MOLINA

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?
El clavel, lindo en color,
y la rosa todo amor;

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MIS MAESTROS-POETAS

MARQUÉS DE SANTILLANA

Recuérdate de mi vida,
pues que viste
mi partir e despedida
ser tan triste.
la respuesta non devida
que me diste;

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN

Amor, tú que me diste los osados
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;

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LUIS ROSALES

Abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?

Lee y disfruta de sus poemas...

ROSALÍA DE CASTRO

¡Con qué pura y serena transparencia
brilla esta noche la luna!
A imagen de la cándida inocencia,
no tiene mancha ninguna.

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JOSÉ ZORRILLA

¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!

Lee y disfruta de sus poemas...

JUANA DE IBARBOUROU

A ártico cielo y soles de Brasiles
bajo palio de heridos corazones,
a ociosa espuma y a fluviales sones
anda el Sagrado Corazón en lides.

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

VICENTE ALEIXANDRE

¿Qué firme arquitectura se levanta
del paisaje, si urgente de belleza,
ordenada, y penetra en la certeza
del aire, sin furor y la suplanta?

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

JAIME GIL DE BIEDMA

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

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MIS MAESTROS-POETAS

LEÓN FELIPE

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,...

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MIS MAESTROS-POETAS

JULIA DE BURGOS

Yo vengo de la tierna mitad de tu destino;
del sendero amputado al rumbo de tu estrella;
el último destello del resplandor andino,
que se extravió en la sombra, perdido de tu huella.

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CONCEPCIÓN ARENAL

Había en un lugarón
Dos hombres de mucha edad,
Uno de gran sobriedad
Y el otro gran comilón.
La mejor salud del mundo
Gozaba siempre el primero....

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MIS MAESTROS-POETAS

JAIME SABINES

A caballo, Tarumba,
hay que montar a caballo
para recorrer este país,
para conocer a tu mujer,
para desear a la que deseas,
para abrir el hoyo de tu muerte,

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MIS MAESTROS-POETAS

MARIO BENEDETTI

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS GUILLÉN

¿Cuándo fue?
No lo sé.
Agua del recuerdo
voy a navegar.
Pasó una mulata de oro,
y yo la miré al pasar:,....

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MIS MAESTROS-POETAS

OCTAVIO PAZ

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

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MIS MAESTROS-POETAS

MANUEL ALCÁNTARA

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

JOSÉ BERGAMIN

AGUA sólo es el mar; agua es el río,
Agua el torrente, y agua el arroyuelo.
Pero la voz que en ellos habla y canta
No es del agua, es del viento.

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MANUEL GUTIERREZ NÁJERA

Los pájaros que en sus nidos
mueren, ¿a dónde van?
¿Y en que lugar escondidos
están, muertos o dormidos,
los besos que no se dan?

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DÁMASO ALONSO

Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;

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GABRIEL Y GALÁN

Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensangrentada,
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,

Lee y disfruta de sus poemas...

LOPE DE VEGA

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

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AMADO NERVO

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

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GLORIA FUENTES

El burro nunca dejará de ser burro.
Porque el burro nunca va a la escuela.
El burro nunca llegará a ser caballo.
El burro nunca ganará carreras.

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JORGE LUIS BORGES

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

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LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN

¿Qué acecho de dolor el alma vino
a herir? ¿Qué funeral adorno es éste?
¿Qué hay en el orbe que a tus luces cueste
el llanto que las turba cristalino?

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MIS MAESTROS-POETAS

LUIS CERNUDA

Ventana huérfana con cabellos habituales,
Gritos del viento,
Atroz paisaje entre cristal de roca,
Prostituyendo los espejos vivos,
Flores clamando a gritos
Su inocencia anterior a obesidades.

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MIS MAESTROS-POETAS

FRAY LUIS DE LEÓN

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,

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MIS MAESTROS-POETAS

RUBÉN DARÍO

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

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MIGUEL HERNÁNDEZ

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor...

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ALFONSINA STORNI

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

Lee y disfruta de sus poemas...

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Esparce octubre, al blando movimiento
el sur, las hojas áureas y las rojas,
en la caída clara de sus hojas,
e lleva al infinito el pensamiento.

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MIS MAESTROS-POETAS

SANTA TERESA DE ÁVILA

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

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SAN JUAN DE LA CRUZ

En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS

MANUEL MACHADO

Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,...

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PEDRO SALINAS

A esa, a la que yo quiero,
no es a la que se da rindiéndose,
a la que se entrega cayendo,
de fatiga, de peso muerto,
como el agua por ley de lluvia.

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JORGE MANRIQUE

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;

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RAMÓN DE CAMPOAMOR

En este mundo traidor
Nada es verdad ni mentira:
Todo es según el color
Del cristal con que se mira. 

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SALVADOR DÍAZ MIRÓN

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

Lee y disfruta de sus poemas...

NICOMEDES SANTA CRUZ

Cómo has cambiado, pelona,
cisco de carbonería.
Te has vuelto una negra mona
con tanta huachafería.
Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,...

Lee y disfruta de sus poemas...

FRANCISCO DE QUEVEDO

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Lee y disfruta de sus poemas...

FRANCISCO ALDANA

Clara fuente de luz, nuevo y hermoso,
rico de luminarias, patrio Cielo,
casa de la verdad sin sombra o velo,
de inteligencias ledo, almo reposo:
¡oh cómo allá te estás, cuerpo glorioso,

Lee y disfruta de sus poemas...

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Volverán las oscuras golondrinas
De tu balcón sus nidos a colgar
Y otra vez con el ala a sus cristales
Jugando llamarán.

Lee y disfruta de sus poemas...

GUTIERRE DE CETINA

Excelso monte do el romano estrago
eterna mostrará vuestra memoria;
soberbios edificios do la gloria
aún resplandece de la gran Cartago;...

Lee y disfruta de sus poemas...

LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Lee y disfruta de sus poemas...

GARCILASO DE LA VEGA

Cuando me paro a contemplar mi estado

y a ver los pasos por do m’han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

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PASA, EL TIEMPO PASA [Mi poema]
Armando González Torres [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Pasa el tiempo, media vida, disfrutando
y otro tercio preguntando a qué ha venido,
y en el tiempo que le queda recitando
unos versos que quizás nadie ha leído.

A las moscas, musarañas, observando,
comentando su mal fario que ha tenido,
de lo malo y lo contrario protestando
pues no encuentra su lugar y está perdido.

Esos versos que él ha escrito divagando,
en los que habla de la vida y sus miserias,
que hizo un tiempo en el que andaba meditando
sobre el mundo y algo más, de cosas serias.

Pasa el tiempo, pasa y pasa sin pararse,
sin cansarse y sin hacer ningún receso
cual si fuera en un regate a despistarse,
o peor, se la quisiera dar con queso.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Armando González Torres

Lastimosa lascivia hace frágil el linaje

que arrastra indelebles máculas pues el patriarca
para estuprar enarbolaba un lábaro falaz:
cebaba a su víctima con pervertidos néctares
fingíase efigie desvalida o apacible forma,
volvíase tal vez hombre bestial o bestia mansa
que inducía a su propia, muelle y dulce descendencia
y en cópula infeliz decretaba el cruel destino
de una estirpe inaudita por delirios agobiada.

Esmirriados montajes de concreto,

impudicia de abyectos materiales,
mezcla pánica de gestos y lenguas,
carroñas con su pena, pesadumbre
acechando las sucias construcciones
donde surgen eléctricas bellezas.
Las calles de colores carcomidos,
el aire con sus númenes zumbones
la marca testaruda del insecto,
el vaho, la emanación de la comida,
el menstrual aroma de las hijas
hacinadas en muros tan estrechos.
Ciertos viejos dormitan en hamacas;
los guerreros reposan taciturnos
evocan el combate pernicioso,
liza cruel que precediera la ruina;
las bestias yacen en el arenal
alzan polvo con su resuello inquieto.
(Yo pude haber ganado la indulgencia;
redimir quizá mi depuesta estirpe
en tan poblados y dolientes lares;
pero mácula infame y rutinaria
ocupaba mi testa y condenábame
a la desmemoria, al guiño estéril).

Hijos de la fornicación indigna

engendros de estupro y de insanía
sin duda reconoces su figura
se deslizan por calles subrepticias
acaparan comidas nutritivas
desperdigan patéticas sonrisas
pronuncian frases mansas pero infames
dícense consecuencia del declive
del siglo y sus frágiles criaturas,
recitan salmos para el perdón
ejercitan retóricas piadosas
para aliviar la seña del origen
mas no esperes repriman la blasfemia
si la lluvia mancha sus pobres ropas
o si la húmeda hez que anega arrabales
se impregna en sus zapatos desgastados

Torvas tardes aguardan de fatiga,

un atroz e inexplicable suplicio
nos asedia, un perjuicio sorprendente
acecha las espaldas, sobresalta
nuestras almas agrietadas, derrama
suciedad en los cabellos macilentos.
Asombro, vilipendio, éxtasis no.
Diríase que es producto de anatema
o frase impía vertida en arrebato
el viento hinchado sobre nuestros ojos
la lluvia de ceniza, la sequía
la ausencia de los dones y el acopio
de jornadas indolentes, de días
insepultos y caminatas sórdidas
por los infaustos barrios de la infancia:
(han marcado mi rostro los verdugos
yo he vencido en virtud de la renuncia
vestigios numerosos de mi sangre
amagan territorios enemigos).

Por la delicada red del misterio

por el sutil círculo aleatorio
que gobierna los instantes sublimes
que preside la fe, el deseo y la lágrima
por ese azar fiero o compasivo
fuimos siervos del signo sometido
inquirimos remotos alfabetos
que envilecían la lengua de la tribu
probamos con retóricas espurias
que enfermaban de labia la garganta.
Esos años de fuego convulsivo
esas tardes de ansia y paradoja
conocimos la sed de los cadáveres
y bebimos el líquido piadoso.
(De su poemario La sed de los cadáveres, de 1999).

Por la delicada red del misterio

por el sutil círculo aleatorio
que gobierna los instantes sublimes
que preside la fe, el deseo y la lágrima
por ese azar fiero o compasivo
fuimos siervos del signo sometido
indagamos remotos alfabetos
que envilecían la lengua de la tribu
probamos con retóricas espurias
que enfermaban de labia la garganta.
Esos años de fuego convulsivo
esas tardes de ansia y paradoja
conocimos la sed de los cadáveres
y bebimos el líquido piadoso.

Lastimosa lascivia hace frágil el linaje

que arrastra indelebles máculas pues el patriarca
para estuprar enarbolaba un lábaro falaz:
cebaba a su víctima con pervertidos néctares
fingíase efigie desvalida o apacible forma,
volvíase tal vez hombre bestial o bestia mansa
que inducía a su propia, muelle y dulce descendencia
y en cópula infeliz decretaba el cruel destino
de una estirpe inaudita por deliquios agobiada.
***
Que las lluvias no escapen de ese verano que trabajosamente las contiene; que los animales permanezcan en su amenazada huida o vergonzosa servidumbre; que la prisa de los transeúntes, el asfalto mojado y la silente exclamación de las fotografías se transformen en una plegaria: “hágase pronto la noche; aspírese su oscuro aroma, piérdase el alma en sus brumas”.

De La sed de los cadáveres, México, Daga, 1999.

Dos veces supe del cantar de su vigilia

cuando el suspiro fue hondo a la sombra del pino
cuando convalecía arrellanado en la arena.
Sus pasos son estruendo de una vasta cauda
su imagen es la pavorosa remembranza
de lo ido y lo ausente y, al cabo, lo vacío.
Repútase presente en los vagos momentos
en que la reticencia custodia los deseos
en que el ansia y la culpa azuzan sus mastines
en que el fastidio y el capricho nos desploman
sobre una mesa de migajas y licores
en esos días que se repiten implacables.

Acaecen infortunios diminutos

el estruendo se calcina en los oídos
la secular emanación del vómito
las deyecciones y las excrecencias
las sangres conturbadas, las salivas
los aromas todos de la brutal caverna
se aglomeran y abruman el olfato.
Pero no estés tan triste con tu escoria
no porfíes con tus bajos sentimientos
ni adusto rememores el pasado:
caminemos alegres por el huerto
escuchemos atentos a las bestias
que se apiade la luna de tu hastío
y que una estrella habite en tu mirada.

Como el trazo de un mandala en la arena

y la ascensión del trueno y una suave
humedad de tierra y el ser posado
sobre el recinto de piedra marrón
quisiera así aprender de la parábola
repetir por mil la palabra exacta
que una visión, una ancla de lo nítido
vinieran a estos ojos sin consuelo.
***
Quiero una religión con sus parroquias, arbustos y animales. Dame grana de mármol, teja y piedrín para su alegre templo. Quiero que los campesinos atiendan sus transparentes silbos y las bestias felices marchen al ritmo de su melodía. Por eso, dame piedrín para construir el templo. Porque quiero que el errabundo acuda a esta Iglesia y que en sus médulas sencillas el desdichado asimile los preciados dones. Por eso, ay, dame piedrín para construir el templo.
***
Justo cuando en la víspera la sana palabra
precede su presencia con un presentimiento
cuando el rostro del prodigio y el resplandor
de su perfume se incendian en las cercanías
todo alivia y repara, nada compunge o daña.
***
No hay duelo u omisión en tal ausencia. Lo repito: todo instante y lugar están repletos de dioses. Un numen, antiguo o futuro, habita en las palabras, lee mis ojos cuando lo persigo entre los arbustos y montañas, se cifra en los monumentos y duerme el sueño de los justos sólo para despertar encaramado en los animales. Yo he blandido el instrumento para descifrarlo, he mantenido la vista en un punto fijo y he sentido sus emanaciones sin poder asirlo. Hoy, defino sus bordes, advierto la pesadez de su silencio, declaro el estruendo de sus desapariciones.

De Los días prolijos, México, Verdehalago, 2001.

Extravío

Apenas he visto mundo, apenas he salido de mí y, sin embargo, he estado tan perdido.

Cuánto tuvo que pasar para que yo entendiera que me resguardaba en la intemperie, que mi morada era una selva oscura.

Haberlo vivido todo, pero sin acordarse.

Me aconsejó buscar a Dios en mi propia morada, no me atreví a decirle que había perdido la llave en mi última parranda.

Querer apoyarse en la oquedad del mundo.

Restan olores esparcidos de cigarros, ecos de copas chocando, ayes irreconocibles, rastros menguados del lugar donde estuvimos, pero tal vez eso nos pueda guiar hacia aquello que esa noche fuimos.

Nunca le digas a nadie cuántas veces te has abandonado y luego has vuelto contrito y maltrecho a buscarte sin encontrar ya ningún rastro.

Dicen que hasta el infinito tiene agujeros ¿en cuál de ellos te perderás?

Yo quería perderme y encontrarme en el pecado, pero sólo se me concedió el tedio: el día final, seré juzgado por los crucigramas dominicales que dejé sin resolver.

Decía: todo camino conduce al desierto, en cada corazón arde una zarza.

Y agregaba: debes perder la memoria de ti mismo para adentrarte en la ciudad de tu alma donde te encontrarás con otros.

–¿Ahí donde terminan todos los caminos se abre el camino?

–No, la ruta verdadera la desaprendemos a medida que buscamos un camino.

–¿Y no hay vías de oración que nos conduzcan a nuestro recto destino?

–Nuestro destino es extraviarnos y hollar con nuestros pasos febriles el camino.

Yo mismo

Detesto al que fui hace media hora.

Soy la serie ordenada de mis raptos de locura.

El “yo”: multitud que firma con el mismo garabato.

Mi instinto aristocrático desconfía de la turba que se aloja en mi cerebro.

Cuánto más me conozco, menos me quiero.

No te conozcas a ti mismo, evita cualquier familiaridad con tu “yo”, trátate con la helada cortesía de un extraño y con el amable rigor de un patrón.

El “yo”: casa de mala nota donde los enemigos se roen los cráneos.

Sé tú mismo quiere decir que aceptes ser distinto a cada instante y que muchos hablen por tu boca.

Ama tu amor propio, no te ames a ti mismo.

Crees conocerme, pero no sabes, ni yo tampoco, quién soy yo.

Decía: eres más profundamente tú cuando dejas de ser tú mismo.

El “yo”: mirada inescrutable que se extingue en nuestras cuencas cansadas.

Rostros y gestos

Meterse en sitios de mala muerte, beber de más y despertarse con la sospecha de que a uno le han robado la cara.

Un rostro es un puñado de polvo que se atreve a sonreír antes de ser dispersado por la escoba.

Sentía que su rostro era la floración de un cadáver, y su voz, un eco destemplado que se rehusaba a reconocer.

En las nubes y en el agua también se forman rostros sensualísimos.

Un rostro es un abismo, y si lo miras fijamente, conocerás el vértigo.

Se reconocía en ciertos rostros, se detestaba en muchos más.

Ojos sin cuencas, venas vacías, narices nostálgicas de sus respiraciones.

Un rostro se esculpe primero en la arena del desierto y, luego, el viento lo filtra a regiones recónditas donde una legión de anónimos bautistas intenta darle un nombre propio.

Ceniza que anteanoche fuiste gesto y te dejabas seducir por las miradas.

Tenemos un rostro que se aja, que se transfigura en cada gesto, pero guardamos otro rostro inmutable en la memoria.

Guarda éste que fui hoy en tu recuerdo más piadoso.

De Eso que ilumina el mundo Almadía, 2006.

Las tribulaciones del héroe

Esos días ofuscados, premonitorios, en que no se atrevía a mirarse al espejo. Esos días en que pretendía desertar y terminaba jadeando, acorralado ante un abismo, atemorizado por su sombra porfiada y veloz. Esos días en que se unía al festejo de la muchedumbre ebria y salaz en un vano intento por amar la causa que todos secretamente repudiaban. Esos días en que, para evadir la batalla, se vestía de mujer e hilaba con sus hermanas, pero la barba y su curiosidad por las armas terminaban por delatarlo.

***

El ejército extraviado

Caminamos entre ruinas de lo que fueron ciudades opulentas. Siempre se escuchan lamentos interminables de deudos que no se acostumbran al sonido de la palabra ausencia. Nosotros también lloramos nuestros días insepultos. Arrugas infértiles surcan nuestros rostros secos. No hay duda: la muerte deshidrata y lo peor es que, contra lo que afirman ciertos beatos, no hay manera de florecer en los sarcófagos.

***

Salve

Salve, Marco Aurelio, decides edificar una nueva ciudad, fracasas en tu misión civilizadora y regresas a tu campamento de alacranes a consolarte con un pensamiento. Entre los rapaces, los débiles mentales y los estoicos eliges a los últimos y te dejas tatuar por su doctrina. Divino emperador, que ejerces el poder sin rabia, con una sonrisa resignada, atado a tu decrépita misericordia y a tu sabiduría pesimista, sin contar con una ambición, con un deseo mordaz, con un rencor que te supure y te sirva de motivo navegas en las guerras como un Dios refinado entre las bestias y resistes las intrigas, resistes las murmuraciones, resistes las conspiraciones con un vigor que ya no es tuyo, con una fuerza que ya no te pertenece.

La señal

Mis trofeos: huesos y vestiduras del enemigo, recuerdos del extático saqueo de las ciudades, del júbilo que provoca la extorsión a pueblos arrogantes e inferiores. De mi hacienda quedan despojos y recuerdos personales; quiero compartirlos con mis fieles guerreros y letrados. En mis habitaciones, rindo sacrificios y oración a los dioses que acompañaron mis expediciones en esos veranos que parecían inextinguibles. No guardo rencor por el hecho de morir de una fiebre que mata a niños y ancianos, cuando sobreviví a las más duras y definitivas batallas de mi tiempo. Por lo pronto, me aseo diariamente mientras espero la señal definitiva y despido a los hombres de mi séquito con un gesto apagado mas patente, que a cada cual agradece y reconoce en su distinta jerarquía.

***

El exilio

En ese departamento, en donde el sol se demora extrañamente en las tardes otoñales, residen en su exilio los dioses paganos. Tú sabes, los grandes dioses de la guerra y el placer perdieron la batalla ante el celo y la astucia de los soldados de Cristo, que ahora dominan las mentes y las finanzas del mundo. No obstante, los derrotados sobreviven, subsisten de manera modesta, pero sin sobresaltos, gracias a un pequeño patrimonio invertido en operaciones de renta fija. Pasean su ocio por los jardines del vecindario. Son amables, aunque huraños: ni en sus frecuentes ebriedades traicionan su apacible silencio. Puedes reconocerlos, sin embargo, por la majestad incólume de sus movimientos cansados, por ese incesante susurro de mar que acompaña sus pasos, o por la agonizante luz que despiden sus bellos rostros depuestos.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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