NO ES LO MISMO, NO ES IGUAL [Mi poema]
Javier Temprado Blanquer [Poeta sugerido]
Javier Temprado Blanquer [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Dos niños y una pelota Una riña que alborota Un payaso sin chacota Ser un gato que ser gata Coger higos de la higuera No es lo mismo ser de acero |
«Son unos niños vestidos de gilipollas mandados por un gilipollas vestido de niño» Agustín de Foxá
(*) En algunos países de habla hispana, coger, tiene una connotación sexual. Gilipollez:
1ª acepción: Dichos o hechos propios de un gilipollas. Gilipollas: tonto, lelo. Pudiera ser yo.
2ª acepción (mía): releer en la mañana lo que uno ha escrito en la noche.
Jonny Rock, mi amigo, sevillano de pro, galeno ilustrado, bon vivant, aventurero humanista, políglota, polifacético, amante de los placeres de la buena mesa y de la buena música, enamorado del mar, como Alberti en Marinero en tierra, extranjero, cual l’étrager de Albert Camus, en un país lejano a el que se aferra unido por el cordón umbilical de Poemas del Alma, dotado de un humor caustico que le permite mofarse de su propia sombra, le dedico yo hoy estos estrafalarios versos con la humilde esperanza de que le provoquen una sonrisa y con el mejor de mis afectos, ¡Gilipollas!.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Javier Temprado Blanquer
HIENDE EL AIRE
Parecía que el aire
mantuviese en suspenso el mundo.
Yo miraba las gotas de humedad,
como lunas obesas, posándose en las hojas.
Un poco más allá, comprabas zumo
de mandarina y mango para dos.
Hay que hidratarse, me decías,
al tiempo que agarrabas tu vaso con firmeza
y bebías un sorbo
y mirabas -quién sabe qué tan lejos-
y las Cascadas de Agua Azul
se dejaban caer con cierto estrépito.
Era hermoso saberte detenida.
Con el mundo pendiendo, en vilo.
Entonces una brisa se elevaba,
un soplo que movía los helechos
y los llevaba a inclinarse
con lentitud, un viento prolongado
que, sin dañar, nos invitaba a irnos.
No lo vi, tú tampoco lo viste, y sin embargo
un tucán levantó su vuelo,
su cuerpo se elevó y dejó temblando
la rama que sí vimos, la rama
que pareció dudar de la existencia
de esta quietud tan parecida al sueño.
TLATELOLCO, 1968
Mucho más que esta sangre
que baña las orillas de la plaza
y mancha,
con los jirones de las botas,
con sus restos de ropa y su violencia
muda cuando no existe el cuerpo.
Mucho más que el cemento cómplice,
el cemento pulido en el silencio
que descerraja un tiro cuando cierra
una ventana o una puerta
y una madre reclama a su hijo muerto
y salta y no regresa nunca.
Más allá de este sitio que suplica
por más tierra que cubra tanto escombro
herido, tanta ruina fértil
tanta metralla informativa.
Sé que me pertenece este alfabeto
y que aquí está mi voz
en el mismo lugar que la esperanza.
HE VISTO EL MUNDO INCENDIADO
SOBRE LAS COLINAS DE QUERÉTARO
He sentido la vista devorarme los pies
y una colmena hambrienta revolverse
entre sus propias luces, excavadas
sobre la roca de la noche, un fuego
que espera consumirme junto a ti
sin intención de hallar ningún refugio
más allá de tu aliento roto
y esta letal manera de buscarnos.
Arriba sobre la colina,
donde sólo la pura noche tensa
los músculos heridos de la urbe misteriosa
tensa también la línea que liga
los cuerpos y el deseo.
Y esta absorta manera de querernos.
POÉTICA
Entiendo la poesía como la capacidad de mirar,
la capacidad de observar desde perspectivas
distintas, la capacidad de comprender y discer-
nir, la capacidad de recoger ese extracto y de-
cantarlo cuidadosamente, dejando que el brillo
se desgaje de la materia. Y que duela, que ha-
bite en nosotros, que su embate de felicidad
nos tumbe y nos deje aturdidos. Y que sean la
voz del poema y la nuestra la misma voz, la
misma sangre. Como lector he sido zarandea-
do como un muñeco de trapo por la palabra de
Alberti, Lorca, Gil de Biedma, Ángel González,
Juarroz, Pacheco, García Montero o Joan Mar-
garit. He sido traspasado por la palabra de Safo,
Pizarnik, Blanca Andreu, Ida Vitale, Szymborska
o, más recientemente, Martha Asunción Alonso.
BLOCKING CUBA
Giran los tapacubos de un vehículo
cubano —con matrícula La Habana—,
giran desenrollando su relato.
Atraviesan la noche, la deshacen
en su rueca metálica que aplaca
el ruido permanente de un derrumbe
o del embate de las olas
y su amenaza mansa por borrarlo
todo. En su cíclico camino, el Chevy
arrastra la alegría de las gentes
que vagan hacia el mar buscando música:
un piano, un saxo, manos que ciñan este encierro.
Ruedan y ruedan por las calles,
arrojan su reflejo en el asfalto
como un juego de dados
y siguen su camino circular.
Llegan hasta los vértices finales
de la noche y observan como sabios
el error del filósofo.
El mismo mar que vuelve, vuelve siempre
a estas playas desnudas, compañero.
Es la misma agua quien te acoge,
es la misma agua quien te olvida.