JOSÉ ÁNGEL BUESA

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.

Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

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BLAS DE OTERO

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

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RAFAEL ALBERTI

Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo...

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ANTONIO MACHADO

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero...

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ELIX MARÍA DE SAMANIEGO

Apacentando un Joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
¡Favor!, que viene el lobo, labradores.
Éstos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente.

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FEDERICO GARCÍA LORCA

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.

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GABRIEL CELAYA

A veces me figuro que estoy enamorado,
y es dulce, y es extraño,
aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo.
Las canciones de moda me parecen bonitas,
y me siento tan solo
que por las noches bebo más que de costumbre.

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MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS

Recuerdo que en los días rosados de mi infancia,
la abuela…(¿de quién son los abuelos?, ¿de los niños?),
solía por las noches, cuando la tibia instancia
parecía una caja de dulces de la luna,
contar historias viejas. Hoy ya no sé ninguna.

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

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SALVADOR DÍAZ MIRÓN

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

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GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Este amor que ha venido de repente
y sabe la razón de la hermosura.
Este amor, amorosa vestidura,
ceñida al corazón exactamente.

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TIRSO DE MOLINA

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?
El clavel, lindo en color...

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FRANCISCO ALDANA

Clara fuente de luz, nuevo y hermoso,
rico de luminarias, patrio Cielo,
casa de la verdad sin sombra o velo,
de inteligencias ledo, almo reposo:
¡oh cómo allá te estás, cuerpo glorioso,

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MIS MAESTROS-POETAS

MARQUÉS DE SANTILLANA

Recuérdate de mi vida,
pues que viste
mi partir e despedida
ser tan triste.
la respuesta non devida
que me diste;

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GUTIERRE DE CETINA

Excelso monte do el romano estrago
eterna mostrará vuestra memoria;
soberbios edificios do la gloria
aún resplandece de la gran Cartago;...

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN

Amor, tú que me diste los osados
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;

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LUIS ROSALES

Abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?

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ROSALÍA DE CASTRO

¡Con qué pura y serena transparencia
brilla esta noche la luna!
A imagen de la cándida inocencia,
no tiene mancha ninguna.

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JOSÉ ZORRILLA

¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!

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JUANA DE IBARBOUROU

A ártico cielo y soles de Brasiles
bajo palio de heridos corazones,
a ociosa espuma y a fluviales sones
anda el Sagrado Corazón en lides.

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MIS MAESTROS-POETAS

VICENTE ALEIXANDRE

¿Qué firme arquitectura se levanta
del paisaje, si urgente de belleza,
ordenada, y penetra en la certeza
del aire, sin furor y la suplanta?

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MIS MAESTROS-POETAS

JAIME GIL DE BIEDMA

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

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MIS MAESTROS-POETAS

LEÓN FELIPE

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,...

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MIS MAESTROS-POETAS

JULIA DE BURGOS

Yo vengo de la tierna mitad de tu destino;
del sendero amputado al rumbo de tu estrella;
el último destello del resplandor andino,
que se extravió en la sombra, perdido de tu huella.

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CONCEPCIÓN ARENAL

Había en un lugarón
Dos hombres de mucha edad,
Uno de gran sobriedad
Y el otro gran comilón.
La mejor salud del mundo
Gozaba siempre el primero....

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MIS MAESTROS-POETAS

JAIME SABINES

A caballo, Tarumba,
hay que montar a caballo
para recorrer este país,
para conocer a tu mujer,
para desear a la que deseas,
para abrir el hoyo de tu muerte,
para levantar tu resurrección. Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

MARIO BENEDETTI

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS GUILLÉN

¿Cuándo fue?
No lo sé.
Agua del recuerdo
voy a navegar.
Pasó una mulata de oro,
y yo la miré al pasar:,....

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MIS MAESTROS-POETAS

OCTAVIO PAZ

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

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MIS MAESTROS-POETAS

MANUEL ALCÁNTARA

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

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MIS MAESTROS-POETAS

JOSÉ BERGAMIN

AGUA sólo es el mar; agua es el río,
Agua el torrente, y agua el arroyuelo.
Pero la voz que en ellos habla y canta
No es del agua, es del viento.

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MANUEL GUTIERREZ NÁJERA

Los pájaros que en sus nidos
mueren, ¿a dónde van?
¿Y en que lugar escondidos
están, muertos o dormidos,
los besos que no se dan?

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DÁMASO ALONSO

Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;

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GABRIEL Y GALÁN

Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensangrentada,
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,

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LOPE DE VEGA

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

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AMADO NERVO

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

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GLORIA FUENTES

El burro nunca dejará de ser burro.
Porque el burro nunca va a la escuela.
El burro nunca llegará a ser caballo.
El burro nunca ganará carreras.

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LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN

¿Qué acecho de dolor el alma vino
a herir? ¿Qué funeral adorno es éste?
¿Qué hay en el orbe que a tus luces cueste
el llanto que las turba cristalino?

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JORGE LUIS BORGES

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

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MIS MAESTROS-POETAS

LUIS CERNUDA

Ventana huérfana con cabellos habituales,
Gritos del viento,
Atroz paisaje entre cristal de roca,
Prostituyendo los espejos vivos,
Flores clamando a gritos
Su inocencia anterior a obesidades.

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MIS MAESTROS-POETAS

FRAY LUIS DE LEÓN

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,

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MIS MAESTROS-POETAS

RUBÉN DARÍO

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

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MIS MAESTROS-POETAS

FRANCISCO DE QUEVEDO

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

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SAN JUAN DE LA CRUZ

En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

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MIS MAESTROS-POETAS

SANTA TERESA DE ÁVILA

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

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MIS MAESTROS-POETAS

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Volverán las oscuras golondrinas
De tu balcón sus nidos a colgar
Y otra vez con el ala a sus cristales
Jugando llamarán.

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MIS MAESTROS

MANUEL MACHADO

Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,...

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

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PEDRO SALINAS

A esa, a la que yo quiero,
no es a la que se da rindiéndose,
a la que se entrega cayendo,
de fatiga, de peso muerto,
como el agua por ley de lluvia.

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JORGE MANRIQUE

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;

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MIGUEL HERNÁNDEZ

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor...

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RAMÓN DE CAMPOAMOR

En este mundo traidor
Nada es verdad ni mentira:
Todo es según el color
Del cristal con que se mira. 

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ALFONSINA STORNI

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

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NICOMEDES SANTA CRUZ

Cómo has cambiado, pelona,
cisco de carbonería.
Te has vuelto una negra mona
con tanta huachafería.
Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,...

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MIS MAESTROS-POETAS

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Esparce octubre, al blando movimiento
el sur, las hojas áureas y las rojas,
en la caída clara de sus hojas,
e lleva al infinito el pensamiento.

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YO A VECES CUANDO LEO ME PREGUNTO [Mi poema]
José María Egas [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA …de medio pelo

 

A veces cuando leo me pregunto
si entiendo todo aquello que yo leo
si lo que guardo allí en mi camafeo
es aquello que más gusta. Y punto.

A veces al leer yo pienso y dudo
si lo que interpreto es lo que ellos dicen,
pues que otros esos versos los bendicen,
o debo al comentar quedarme mudo.

A veces no, que algunas, muchas veces,
sospecho de mi vista pues no veo
algo que discernir. Y como ateo
no creo ya en los panes ni en los peces.

Y dado que en las letras soy turista
mostrando mi trasero siempre voy,
de nuevo me pregunto ¿yo quién soy
para meterme en la mente del artista?

A veces me pregunto, ay, si yo fuera
un típico farsante en este mundo
capaz de elaborar una quimera,

que todos la leyeran y aprendieran
aunque la dedicaran un segundo
y al final con orgullo la aplaudieran.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: José María Egas

José María Egas

Diálogo de cumbres

Un diálogo de cumbres ensordece el espacio…
El huracán famélico, reacio,
pugna por destrozar su cadena en los montes.
La tempestad remata sobre los horizontes
quién sabe qué tremenda cosas definitivas…
Un hálito anormal circunda las altivas
mesetas que avisoran el arcano.
En todo hay una especia de temblor sobrehumano.
Y la escena es olímpica, misteriosa, gigante,
digna del padre Homero, de Shakespeare o del Dante!
Es un soplo inmortal… el que circula, acaso,
hasta en las mismas vértebras andinas…
Y queda estupefacto el Chimborazo
entre la emulación de las iras divinas!…
Cada fuerza pretende superar al conjunto.
La escena formidable va subiendo de punto
hasta lindar los éxtasis de la emoción suprema.
Ya no se sabe si es realidad o poema
el asombro inaudito… Mas la grandeza es tanta
que es dolor en los ojos y nudo en la garganta!

«Qué será? —dice el viejo patriarca diamantino—.
¿Será que de improviso se ha truncado el destino
de la tierra en su viaje por el azul celeste?
¿Qué insólita amenaza, qué sortilegio es éste
que empieza a hacer flaquear mis bases de granito?
Yo, que por los siglos vivo mirando de hito en hito
panoramas excelsos… Yo que soy el vigía
del cielo de la Raza, de esta América mía
radiante de heroísmos y prodigios sin nombre.
Yo que en mis flancos pude resistir (no te asombre!)
a Bolivar, el grande entre los grandes,
soberano y magnífico.
que en su delirio estremeció los Andes
y alucinó el Pacífico.
Yo que he vivido y palpo maravillas sin cuento,
nunca, de veras, nunca sentí lo que ahora siento.
Estupor… Sobresalto… Ansiedad… Desvarío…
Mareo de grandezas, temblor de escalofrío.
Una onda sutil que me recorre y hace
como que a fuego lento me consuma y abrase.
Qué será? Su tú puedes, dímelo, cumbre hermana!
Tú que sabes hablar en tu lengua de fuego.
De dónde esta inquietud penetrante y arcana,
este fatal desasosiego?
Algo raro en tu rostro adivino.
Ya empieza a crepitar la emoción en tu fragua.
Golpea en las tinieblas, interroga al destino,
transfigúrate y habla!… Qué es?» Y el Tungurahua,
desplegando el orgullo de su oriflama al viento,
le dice «calla, calla, que todo lo presiento.
Es sangre de mi sangre, aliento de mí mismo
lo que exalta las cumbres y agiganta el abismo.
Lo que hace estremecer el panorama inmenso.
Lo que da la ansiedad que te deja suspenso
y sin saber cómo ni por qué te extravía.
No lo sabes, hermano? Tanta grandeza es mía!
Es nervio de mis nervios y dolor de mi entraña,
fuego de mi volcán, cumbre de mi montaña,
aureola de mi sien nevada y pensativa.
No le ves? Como todo lo que tiende hacia arriba
infunde una solemne majestad al proscenio
deslumbrante y sublime,
donde agita sus cóndores el genio
con la fe del apóstol que redime!
No le ves? No le palpas? Espíritu sin mengua;
orgullo de una raza, flor y prez de una lengua.
Atalaya de un mundo, faro de ideología,
norte de la justicia y de los pueblos guía.
Nació para romper coyundas y prejuicios.
Adoró la virtud, fustigando los vicios.
Templó su corazón en fraguas de Vulcano
y ante sus ojos negros palideció el tirano!
Rebelde como un himno de luz, de independencia;
con su mano ciclópea libertó la conciencia.
Supo, como las grandes, de dolor y ostracismo.
Y en cada golpe pudo superarse a sí mismo.
Es él. ¿No ves como alza sus trompetas la gloria?
Es Montalvo que pasa redivivo en la Historia!»

Alma

Hablando a media voz, sin que nadie la entienda,
Alma, la dolorosa virgen, va por la senda.
Tiene los bucles rubios, las miradas azules,
y es casi una ilusión hecha de finos tules.
Blanca, toda irreal, en éxtasis divino,
va con los ojos muertos, fijos en el Destino…
Un mal aristocrático su belleza extenúa…
Se aleja como un símbolo por el viejo camino
donde cae en monótona vaguedad la garúa.
Un mal aristocrático su belleza extenúa…
Espiritualizada, femenina, exquisita,
con las miradas húmedas de emoción infinita,
Alma, la dolorosa, huella su triste vía
con temblores de nervios y sudor de agonía…
La pobre tiene un gesto de perdón para todo.
Santificó su vida con celestes martirios;
y de este fango humano de miseria y de lodo
ella resurge intacta con su veste de lirios!
Pero Alma ya no puede con su carga de angustia,
sus afanes y lágrimas, bajo la tarde mustia.
Y agotada, en silencio, huella la triste vía,
con temblores de nervios y sudor de agonía.

Sigue dolientemente por el jardín

Sigue dolientemente por el jardín… Tus rizos
ondulan como el diáfano cendal de mis quimeras;
y tus ojos, que se abren como dos paraísos,
tienen todo el prodigio de las adormideras.

Sigue dolientemente… La tarde es un tesoro
y el jardín una alfombra de jazmines caídos…
No quiero que al milagro de tu belleza de oro
se despierten en mi alma crepúsculos dormidos.

Sigue por el jardín… Está cayendo el día…
Sigue hasta que se pierda tu inefable silueta
bajo el azul sin nombre de mi melancolía…

Que yo, como un romántico, besaré mis dolores
y tendré la locura de sentirme poeta
cuando caiga la tarde sobre el jardín sin flores.

Pleitesía

(Hoja de álbum)

La historia tuvo un siglo perfumado y galante
sólo para que un siglo te sirviera de augur.
No hay línea que copie, ni verso que te cante,
ni rosa en la pradera, ni estrella en el levante
que rime con la gloria de tus sueños de azur!

Inefable y romántica… Te llamaron María
por tu ingenua frescura de leyenda oriental.
Eres todo el ensueño, toda la poesía!
Tus manos son las manos de la santa de Hungría
y tu pecho un escudo de realeza imperial.

Y como el Padre quiso que el universo fuera
espejo de cien lunas para tu encarnación,
en cada maravilla te puso una quimera:
Para seguir tus huellas sembró la Primavera,
para copiar tus ojos, cada constelación!

La última tarde

La vida siempre igual! … Con su color de tedio,
con sus tardes lluviosas que estremecen de frío
y son como la angustia de este mal sino remedio
que nos va consumiendo de locura y hastío!

Dejar que el alma llore con su misma dolencia
y se pierda en canciones vagas y misteriosas…
Seguir viéndolo todo con esa indiferencia
del que sabe el amargo secreto de las cosas!

Ya no nos queda nada!… Ni aquellos ojos negros
que eran como el encanto de una noche dormida…
Ni aquella risa loca que iba fingiendo allegros
en ese pentagrama lírico de la Vida!

Y sentir un perfume como a novias lejanas…
Y el corazón llorando con un dolor eterno,
con ese dolor místico que tienen las campanas
que lloran al crepúsculo de una tarde de invierno.

La lluvia sigue hilando su canción de abandono…
Ha llegado la tarde final en que mi vida
cantará sus tristezas, y con su mismo tono,
así, como una flauta, se quedará dormida…

Líndica

(A una gitana)

Y se llamaba Líndica… Gitana
de ojos bandidos y de faz morena,
que, en el cortejo de su caravana,
pasó por los eriales de mi pena.

Me dijo frases truncas:… de la Muerte,
del Amor, de la Vida y del Arcano,
descifrando misterios de la suerte
en las líneas absurdas de mi mano…

Quise hablarle de amor. Y de repente
se estremeció su corazón de Oriente
con mi devota ingenuidad cristiana.

Y en ese instante, con unción secreta,
fundí mi raza blanca de poeta
con su raza maldita de gitana!

Figulina

(Hoja de álbum)

Pasas con chic de aristocracia suma
frívolamente sobre mis martirios.
Pareces hecha con blancor de espuma
o levedad finísima de lirios!

Una serena majestad reviste
tu vida espiritual que sufre y calla…
Resumes toda la elegancia triste
de una puesta de sol que se desmaya.

Mensaje blanco de las primaveras!…
Albura espiritual!… Oh! figulina
de ponerte a exhibir en las vidrieras!…

Porque eres grácil, impecable y fina,
al tocarte parece que tuvieras
fragilidad de porcelana china.

Sonetos de la tarde

I
Despacio, y como atentos a la voz del destino
diluida en el grave son de los campanarios,
íbamos silenciosos por el viejo camino
Donde se alzan escuetos árboles milenarios.

Lejos lloraba el ángelus desde la triste ermita…
se desmayó la hora trémula en el ocaso.
Y tuvieron la angustia de esa tarde infinita
las hojas que caían muertas a nuestro paso.

Ella y yo por la senda triste… la fuente clara
rimaba sonatinas como si fuesen para
nuestro amor, para ella, que tenía en su frente

una vaga dulzura crepuscular dormida…
Yo la dije un secreto triste como la vida
y ella cerró los ojos melancólicamente.

II
Ingenuamente pones en tu balcón florido
la nota más romántica de esta tarde de lluvia.
Voy a hilar mi nostalgia de sol que se ha dormido
en la seda fragante de tu melena rubia.

Hay un libro de versos en tus manos de luna.
en el libro un poema que se deshoja en rosas…
Tiendes la vista al cielo… y en tus ojos hay una
devoción infinita para mirar las cosas.

Tiembla en tus labios rojos la emoción de un poema.
Yo, cual viejo neurótico seguiré con mi tema
en esta tarde enferma de cansancio y de lluvia.

Y siempre cuando mueran crepúsculo de olvido,
hilaré mi nostalgia de sol que se ha dormido
en la seda fragante de tu melena rubia.

La clave

Piensas que has de poder!… y no reparas
en que si no hay licencia,
por más que tu propósito alcanzaras
la misma realidad será impotencia!
En cambio, se hará todo
si la divina voluntad lo sella.
Y podrá la partícula de lodo
surcar el infinito y ser estrella!

La canción del enemigo

Y yo te bendigo,
cordial enemigo,
por todo lo malo que fuiste conmigo!
José María Egas

Vuelve a tus rediles, corazón extraño!
Todo lo que pierdas lo voy a ganar…
Yo mismo me duelo de tu desengaño
cuando te acurrucas para hacerme daño
y te empequeñeces al verme pasar!

Deja el abandono de tu yermo frío.
Vuelve a los rediles de Nuestro Señor!
Ya ves que me duelo de tu desvarío…
Y te hago una seña, corazón baldío,
desde la inclinada torre de mi amor.

Yo bien te dejara la loca esperanza,
la inútil locura de seguir detrás…
a ver si tu pobre guijarro me alcanza
hasta la inasible bienaventuranza
de los que vivimos nuestra vida en paz.

Yo bien te dejara, con tu orgullo insano,
perdido en la selva de tu confusión.
Pero es que no puede mi amor soberano…
Tengo, por instinto, que tender la mano
y abrir los nidales de mi corazón.

Por eso te busco; por eso te sigo
en los laberintos de la multitud.
¡Y sin que lo sepas, cordial enemigo,
te doy, por lo malo que fuiste conmigo,
venganza de estrella, de nardo y laúd!

Pero no te exaltes, corazón pequeño!
Vuelve a la montaña, vuelve a tu redil.
Acaso al conjuro de tu loco empeño
se afine el instinto de mi clavileño
y se haga más puro mi canto de abril.

Acaso no puedas malograr la fina
hebra de mis blancos telares de amor…
Y sólo consigues con tu mala espina
que colmen mi vaso sangre divina
los dulces viñedos de Nuestro Señor.

Sal de tu egoísmo, sal de tu recodo,
y abre tus murallas para comprender…
¡Yo soy un poeta que vive a su modo,
porque ya lo tiene perdonado todo
cuanto los humanos le pueden hacer!

Y así no comprendes… Acaso algún día
—de tantos que lleva la rueca fatal—
en que nada esperes, porque todo hastía,
¡rezarás por mí Salve de melancolía
sobre tu difunto pecado mortal!

De profundis

Bien está la vida… porque Dios la quiso!
Porque es una lejano y azul paraíso
y es una promesa y una tentación.
Porque es una santa vía de amargura…
(Yo sé de una estrella de malaventura
prendida en la noche de mi corazón.)

Yo sé de una estrella de malaventura
que es como la clave de mi senda oscura,
que rige un sistema de fatalidad…
y sólo quisiera bendecirlo todo:
la albura del cisne, la mancha del lodo
y la furia inútil de la tempestad!

Bien está la vida… porque Dios es bueno!
Qué importa un ligero sabor de veneno?
El tónico fuerte sentará mejor.
Los dioses conserven filones de oro…
Y sé que prodigan su rico tesoro
con la gentileza de un nuevo dolor.

Yo sé que prodigan su rico tesoro,
ha tiempo que saben mis ojos lloro,
que cerré mis labios a toda canción.
Y voy por la senda que fijó el destino,
con una paciencia de benedictino,
labrando la copa de mi corazón!

Acaso parezca sutil ironía
ponerle dos alas a la fantasía
para que fabrique dorada Stambul…
Y vaya en su vuelo, por sobre las cosas,
dejando un reguero de piedras preciosas
en el infinito de la tarde azul.

Acaso parezca delirio insensato
llevar la locura de un dulce arrebato
de melancolía por una mujer!
Ya que los humildes no tienen derecho
ni al lujo inocente de rasgarse el pecho
por una mentira que nunca ha de ser!

Pero nada importa… Dirán que la vida,
como una elegante mujer aturdida,
sobre las blanduras de un sueño cayó…
Y desde su lecho florido de rosas
ensalma las penas y olvida las cosas
con el desconsuelo de lo que perdió.

Dirán que el camino penoso fue largo…
Que la desventura, con nepente amargo,
mojó nuestros labios en la extrema unción.
Dirán que a los buenos el odio quebranta….
¡Pero los calvarios de Semana Santa
tienen un Domingo de Resurrección!

Dirás que es muy duro, que vacila el paso
de los infelices que burló el fracaso
cuando una sirena les hizo dormir.
Pero hay que infundirles vigor a las alas,
aunque el sortilegio de las cosas malas
enmarañe todo lo que ha de venir.

Yo tuve la gloria del padre Infortunio!
Me helé con enero, me abrasé con junio.
Y ya no me duelen fatigas ni sed.
Porque sólo añoro, con unción divina,
de las romerías de mi Palestina
los atardeceres de mi Nazareth!

Bien está la vida… porque Dios la quiso!
Tiene su serpiente cada paraíso.
Tiene su manzana cada tentación.
Bien está el camino de santa amargura.
Y bien esa estrella de malaventura
prendida en la noche de mi corazón!

El verso imposible

No sé qué verso me duele…
Verso sin luz ni palabra.
Quiere salir… y no puede.
Y se hace un nudo en el alma.
Y se marchita y se muere
en un silencio de lágrimas.

Yo no sé de donde viene.
Qué es lo que sobra o le falta.
Si es ala que no se atreve
o es amor que no se alcanza.
Pero es un verso que duele.
Y es dolor que ya no canta.
(La vida se me desprende
en esta noche de plata).
Eco que nadie devuelve.
Visión que nunca se aclara.
Soplo que Dios no lo quiere.
Verso sin luz ni palabra.

Y no sé hasta dónde llegue
con su aridez desolada.
Belleza que se me pierde.
Maravilla que se apaga.
Verso que se alza impotente.
Gloria sin vida y sin alas.
Espuma que se adormece
sobre las olas cansadas.
Y es que a sí mismo se vence.
Y al fin se borra y se calla.
Sólo mi amor lo comprende.
Pero el amor lo salva.
Este verso me duele
ya va a morirse en el alma…!

Estancia de amor

¡Quisiera ser más bueno, señor! ¡Para mirarla
desde el humilde valle de mi resignación!
Si tu ley es tan dura que condena a olvidarla,
yo no sé lo que haría… Te pediré perdón…
Mi culpa es la locura de querer engastarla
como perla preciosa sobre mi corazón…

Culpa que hace más bueno, debe ser culpa santa.
¡Ya ves cómo, en silencio, te bendigo, Señor!
Y bendigo la nieve polar de su garganta
y bendigo los pétalos de sus labios en flor,
ese rostro de virgen, esas manos de santa
y esos ojos nostálgicos de otro mundo mejor!

Ama…!

Ama… y sabrás que tu vivir incide
en amplias soluciones armoniosas…
El alma sólo con amor se mide!
Y su ley es la misma que preside
en ritmo universal todas las cosas!
Abre tu corazón! …Une! …Coincide!…
Es tan fácil que des lo que dios pide
como dan las estrellas y las rosas!

Arias íntimas

¡Señor!… ¡Si es la inicial de mi destino!
¡Si no puedo olvidarla!… ¡Si es tan buena
como el azul de este paisaje andino!
¡Si es una hermana que salió al camino
como una bendición para mi pena!…

Hecha de ritmo, aromas y cristales,
ella es quien hace despertar el día…
Por ella hay en la fuente madrigales,
amanecen con perlas los rosales
y tienen las alondras melodía!

¡Yo quiero hacer en mis ensueños vanos
dos hemistiquios de sus labios rojos,
y traer de mis líricos arcanos
alburas de marfil para sus manos
y nostalgias de mar para sus ojos!

Mi vocación azul se la ofreciera.
La he dado toda mi melancolía.
Por ella se agostó mi primavera,
¡y sin embargo en mi dolor quisiera
tener algo que darle, todavía!

El amor

Deja que venga solo, deja que venga piano,
alegre, doloroso, como quiera venir.
Que arome de silencios tu corazón cristalino
y pueble de luceros tu noche de zafir.
Pero nunca te empeñes en forzar el arcano!
Amor es un tesoro que se cae de la mano…
Es arpa de los cielos que la tendrás que oír.

Deja que venga solo… Que llegará en un día
de sorpresa inefable para tu corazón.
Cuando traigas del valle de tu melancolía
humedad en los ojos y en los labios canción.
Pero nunca te empeñes con inútil porfía!
Amor vendrá de suyo, como un Ave María
a tu madrugadora campiña de ilusión!

Vas lacrimarum

No te arrimes mucho sobre mi desgracia
ni afines tu oído para mi canción.
Porque es tan dolida y humilde mi gracia
para las finuras de tu aristocracia
y las maravillas de tu corazón!

Yo sé que me sigue tu cariño santo
como una estrellita de felicidad.
A veces te lloro, y a veces te canto!
Pero me da pena que te mires tanto
sobre la fontana de mi soledad!

Mis invernaderos dañarán tus rosas…
Grave y pensativa te hará mi laúd.
Yo soy un enfermo que tiene sus cosas…
Retira en silencio tus manos piadosas
de la herida mala de mi juventud!

Yo soy un enfermo que tiene sus cosas…
No busques alivio para mi orfandad.
Serás, con tus manos floridas de rosas
y con tus unciones misericordiosas,
como una hermanita de la caridad,

pero yo no quiero que por mí desveles
el sueño dorado de tu corazón.
Ni agotes tu néctar ni seques tus mieles…
Que ya puse al margen de mis horas crueles
la dulce ironía de mi salvación.

No sé qué destino te puso en mi vera…
Ni qué bebedizo de magia sutil
dejó que mi pobre ceguedad te viera
pasar en las glorias de tu primavera
como una infantina de cuento de abril!

No sé qué herbolario, ni qué hechicería
o qué libro malo me dio su licor…
Pero, misterioso faquir, yo quería
deslumbrar en ansia de mi fantasía
con tu fabulosa leyenda de amor.

Y no sé qué alquimia doró mi desgracia…
Y fue todo música y luna y canción!
Y soñé rondeles floridos de gracia
para las finuras de tu aristocracia
y las maravillas de tu corazón.

Pero ya sangraba la herida secreta.
Ardía en silencio la llama fatal.
Y, cuando quisimos coronar la meta,
triunfó la injusticia de nacer poeta,
rodó mi celeste vendaje ideal…

Y sólo quedaron las alas marchitas,
el libro soñado.. lo que pudo ser!
Y algún misterioso temblor en mis cuitas
por tus inefables miradas benditas
y tus pecadoras manos de mujer!

Algún escondido retazo de pena…
Algún idealismo y alguna inquietud…
Y no sé qué dulce bondad nazarena
para esta fatiga, para esta cadena
del santo suplicio de mi juventud!

Tengo, por estirpe, mi solar cristalino.
Mi heráldica sabe de la Flor de Lis.
Vibran abolengos al tender la mano…
Y va por la vida mi amor franciscano
como un hermanito del Santo de Asís.

Pero no te acerques con unción de gracia,
ni afines tu oído para canción.
Porque te pudiera tentar la desgracia
de hacer la corona de tu aristocracia
con las maravillas de mi corazón.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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