Recuerdo me decían, si no tienes trabajo pon un puesto de pipas o monta una ONG, una tienda de chinos o a funcionario que hiciera oposiciones, mandándole al carajo, o ponte un buen corsé.
El diablo es ese invento de los curas que trata de engañar a los más tiernos, diciéndoles bajar a los infiernos, queriendo así evitar sus travesuras, con fuegos que te dicen son eternos.
Voy achatando el tiempo a martillazos sintiendo que se va, que no me espera, que sigo estando expuesto a sus balazos y a que una de esas balas sea certera haciéndome pedazos.
Tierra. Quien fuera que te hiciera, tierra, pues que yo desconozco quien ha sido, a quien quiera que fuera aquí bendigo como hiciera el mendigo que se aferra a un pan y el burro al trigo.
Yo nací sin saber, sin darme cuenta un día que aun recuerdo del cuarenta. No quiero recordar, que eso sería retornar al momento de ese día y no me trae a cuenta.
Si digo lo que pienso, me critican, quizás seria mejor estar callado, ¿por qué me he de callar si no he faltado y a mi la vida tanto me complican sintiéndome observado?
Reconozco, no sé si será cierto, mas puestos a creer ¿por qué no hacerlo? Y es que un día, quizás no llegue a verlo, la ciencia certifique dios ha muerto y deba de creerlo.
No te llamas Adela, sin embargo, permíteme que aquí te llame Adela, la que un día sacó de su letargo, a este corto aprendiz de pelo largo haciéndole clavar luego su espuela.
Te espero, y aunque sé que no vendrás, no puedo soportar tu ausencia. Espero. Soy idiota, lo sé. Mi desespero me insiste en que vendrás y no te irás. Soy reo del cartero.
Santiago ayer y siempre cierra España, que España no se alquila ni se vende, que está en la historia viva y ella enciende el ansia de agarrarse con gran saña...
Es España. Es Madrid, Y esto es agosto. Hay fiestas en los pueblos. La alegría se expresa libremente cada día aflorando sonrisas en el rostro como en Andalucía.
Llevo mi alforja al hombro y sus serones que están hechos de esparto, en ambos emociones yo reparto, mis vicios, mis recelos, mis pasiones, y algunos que desecho, que estoy harto.
Yo quiero al ser humano Le quiero al sanitario que me atiende, al pobre que mendiga y doy la mano, a aquel que me desprecia o no me entiende, y al que huele tan mal que el odio extiende...
Eran tiempos de abril. Los ruiseñores rondaban mis oídos con su canto, mostraban los capullos lindas flores lanzando al viento frescos sus olores pintando en el jardín, tupido, un manto.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.