He soñado, mas dudo si he soñado.
Y ¡qué importa saber si ha sido un sueño!
Que empezamos la casa en el tejado,
y hoy la misma ya se ha desmoronado
y hemos muerto los dos en el empeño.
He soñado. Y hoy sé que no he soñado
pues que a mi me lo dijo un adivino.
Que el terreno ya estaba muy embarrado
y quisimos seguir, y hemos pagado
recogiendo los posos de aquel vino.
He soñado que vino un viento suave
intentando sacarnos del hechizo
atrancando la puerta con su llave.
Y antes ya que el desánimo socave
del amor nuestro lazo se deshizo.
Que otro gallo quizás nos cantaría
con los pies apoyados sobre el suelo
y evitando el volar, nuestra osadía,
aceptando que somos noche y día,
que lamentos no sirven de consuelo.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.