1.PRESO DE PACIENCIA [Poema del Editor]
2.Marco Antonio Flores [Poeta sugerido]

Textos aquí: 1. del Editor, 2. del Poeta sugerido y 3. del Invitado (opcional)

MI POEMA …de medio pelo

Cada día peor, la sanidad,
me perdonen si insisto, no funciona,
que ha perdido en el Reino su corona
que mostraba orgullosa cual deidad,
y que se desmorona.

Que hoy la antigua, esa joya tan preciada
ya no encuentra quien la ame, quien la mime,
y hasta aquel la recuerde y que se arrime
sin que quiera ha de ver que está tocada
y nadie la derrime.

Pues si pides la cita y te la dan
algo tarde, que el mal ya se ha curado,
te dirán excusando lo pasado,
y si acudes a urgencias te tendràn
sufriendo allì a su lado.

Debiera hacer pensar a gobernantes
dispuestos a mandar así sean legos
a base de dar palos como ciegos
dejando a sanitarios tan brillantes
con grandes desosiegos.

Pues cierto es y seguro que la ciencia
va avanzando tal cual, barbaridad,
en tanto que, en honor a la verdad,
si enfermas preso tú eres de paciencia
de aquì una eternidad.
©donaciano bueno

 Acaso el que acuñara ese término «paciente» fuera un visionario.

MI POETA SUGERIDO: Marco Antonio Flores

Esperanza

estalla el alba cotidianamente,
a veces arde lúbrica:
procrea el arcoíris.
crepita con la flor de la mañana
y va formando signos jeroglíficos
con el azul del mundo,
se nos viene
en las primeras horas del viento
sin ofrecer razón de su llegada, sin ofrecer
siquiera algunas letras para poder
leerla.
resulta inútil tratar de descifrarla,
con todos sus colores y su música,
con fuegos fatuos estalla
en las pupilas,
ahoga la carroña
que está refundida,
maloliente.
el alba es honda, violenta,
arrolladora.
a veces vislumbramos su llegada,
pero tan sólo a veces!.
De La voz acumulada (1964)

La conquista

Colocamos signos y figuras
entre las piedras más antiguas
entre el musgo y la podre
entre las vasijas y la sangre coagulada
para encontrar huellas
. de la sangre pretérita
La lluvia salpicaba los chayes que
guardan el misterio
En el fondo de los barrancos
empezaba a sentirse
que los truenos emergían de un tiempo calcinado
Así nos hicimos de palabras
modeladas por manos primitivas
Cada signo
. nacía de la sombra
Abandonaba el útero pétreo
e intentaba los primeros pasos entre la muchedumbre
. de animales

Desnuda a la intemperie cada letra
sonaba sus trompetas
y oficiaba el sol entre sus manos
rodaba brincaba
y moría con las primeras luces del atardecer
dejándome mudo
Cuando la aurora anunciaba su golpiza
una nueva palabra
iniciaba su ciclo rumoroso.

Se fue vaciando el manantial
hasta quedar en huesos
Durante siglos el barro
alimentó sus raíces
Nuevos templos se levantaron
para restituir la muerte por sequía
En eso estaban

De pronto llegaron nuevos seres
blancos barbados feroces salidos de las aguas
Empezaron a derribar templos
Se adentraron en los túneles de la palabra
y le hurgaron el útero
La transformaron en este balbuceo que ahora nos acompaña
Los días se tiñeron de dolor de liendres desconocidas
Los caminos se encorvaron
se metieron bajo tierra
Perdimos el rumbo

Así andamos ahora
Pero la derrota no fue definitiva
El odio empezó a acumularse entre el barro
entre las estatuas de obsidiana
entre la sal de los recuerdos
Enterramos las armas
Las sacaremos cuando suenen los tambores
y venga el tum del fondo de los huesos
Ellos nos pusieron sus pies sus caballos
entre el pelo en la nuca en las inglés
para destrozarnos definitivamente
Pero será imposible
porque desde hace siglos nos cortamos los párpados y
nos quedamos viéndolos con saña.
De La derrota (1972)

La tierra

Las costas del país no son hermosas,
están llenas de arena negra y gruesa
que lástima los pies descalzos.
Sus mareas violentas se encrespan en las bocanas, atruenan el
espacio
y ensordecen el aire.
Son inhóspitas sus playas llenas de hoyos traicioneros
y de tumbos que descoyuntan miembros y sonrisas.
Pero al penetrar tierra adentro,
al hollar la verde hierba que se abre a los pasos
como mujer caliente,
las pupilas de los hombres se esmeraldan
(principalmente en la temporada de lluvias, cuando el desorden
de la tierra: hojas, arbustos, flores, helechos, ramas, mangles
y raíces aéreas, revienta la corteza de los suelos y oculta el
horizonte con sus extremidades verdes y toscas que se enrollan
en las miradas como el matapalo y el quiebracajete
en los pinos y en los cipreses).
La tierra desmenuzada y húmeda palpita con la penetración
de las semillas que hacen brotar el sol de las esteras:
papayas de sol,
mameyes de sol (con su pulpa como chiches de mujer recién
parida)

mangos de sol (oro de tierra caliente)
trigo de sol que aúlla con el viento,
piñas de sol,
cañas de sol,
bananos de sol (sexos erguidos que rompen la virginidad del
aire)

jocotes de sol: huevitos de paloma espumuy,
naranjas de sol de Rabinal: coyoles de miel,
maíz de sol: raíz del hombre, raíz del zumo, de la savia:
sol titilante: luciérnagas del día.

El olor maduro de la tierra mojada (emanación sexual que
embota
los sentidos) se impregna en el cuerpo que mora
en lo profundo del follaje. Y entre el aborbollón del grumo
verde,
los pueblos, los cantones, las aldeas, los ranchos con el humo
que se pierde en la cima del ciguán y se levanta nube y se torna
catarata de cielos que hace reventar las sementeras
y llena de frutos, de hojas, de pájaros, de flores las
veredas, la maleza, las lianas, los ojos de los hombres.
Los bejucos de nervios sarmentosos
se enroscan en la ceiba y escapan hacia arriba en busca de la
luz.
La luz:
el profundo azul que reverbera en la bóveda del cielo
empapa las pestañas de mañanas rosadas y naranjas
y se pierde entre la hierba que crece hasta en el corazón
de la piedra: el corazón del monte. Y en el centro de ese
molusco verde se alza la ceiba: la madre de los árboles, de
las lianas, del corazón de los poblados, que amaquea los
vientos con sus brazos y se levanta sobre el universo
como su eje: ciguán-tierra-firmamento:
condensa la unidad de la naturaleza.

En la noche, la selva se llena de murmullos, de ronrones,
de silbidos, de chasquidos extraños, de alboroto, de golpes
secos y remotos, de zancudos, de cantos de chicharras y
chiquirines: «chiquirín, chiquirín» hace el tastaseo que va de
palo en palo como mico ceibero.

Los ruidos del caos abren los pistilos para que se perfume
la noche con su semen: heliotropos que aturden los sentidos
de quien se pierde en la noche de la selva creyendo
que corre detrás de una mujer desnuda;
jazmines, nardos, hueledenoche,
lirios, azahares, mosquetas, romeros, zuquinais: perfumes
que saturan la piel y se esparcen perezosos en el viento.
Las luciérnagas titilan borrachas.

Es el mero tocoyal esta tierra.
Es una inmensa mata verde que se incrusta en la memoria de
los
hombres y los hace llorar cuando están lejos.
Es un perraje de zapotes maduros (sexos abiertos de mujer),
de tomates con sangre de sanguaza (menstruación de la tierra),
de café (sangre coagulada),
de chicos terregosos (sexos de mujer vieja)
de pitahayas (sangre de chirices).

«Hermosa tierra,
llena de deleites,
abundante en mazorcas amarillas
y mazorcas blancas,
y abundante también en pataxte y cacao,
y en innumerables zapotes, anonas,
jocotes, nances, matasanos y miel».

Alrededor de la vida de los hombres se levantaron cerros,
se hundieron los ciguanes,
se extendieron los valles como infinitos mantones de colores,
se alzaron los volcanes que custodian la tierra
y escupen su furia de pedruscos,
se dividieron las corrientes de las aguas:
los arroyos corrieron rechinando en los cerros, acariciando
sus laderas y abriéndose como hembras en celo
al chocar con los montes y los árboles;
los cenotes, las pozas y los lagos se extendieron sobre
la piel del aire y reflejaron el infinito del cosmos
que es el padre y la carne de los hombres.

Los vientos se poblaron de zanates, de zopilotes, de gavilanes,
de guardabarrancos que levantan un murmullo que silencia el
eco de los cerros con su dulzura,
de cenzontles, de tórtolas,
de gucumatz que adornan el arcoíris con sus plumas azules y
esmeraldas,
de palomas espumuy, de chompipes de la fiesta que protestan
cuando se acerca el enemigo.
La tierra entró en celo al contacto de la mano de los hombres,
y luego parió izotes para comer,
y güisquiles con semen pegajoso,
y ayotes y güicoyes y camotes,
y frijolares que se enredaron en el pelo del maíz y lo
adornaron de negro al nacer.

. «Y hubo alimento de todas las clases
. Plantas pequeñas y grandes».

Y desde entonces las lluvias llegan y se retiran

«los huracanes soplan,
los volcanes hacen erupción,
la tierra tiembla,
las plantas florecen y fructifican».
De Crónica de los años de fuego (1993)

El fin de la utopía

Perdimos la batalla
La esperanza
quedó sembrada de cadáveres
A veces
sus voces
se levantan del polvo
de los caminos
clamando venganza
Pero los sueños ya no existen.
De La estación del crepúsculo (2003)

Bio de autor en esta página

"No están todos los que son pero son todos los que están."

  • Marco Antonio Flores (Ciudad de Guatemala, 23 de marzo de 1937 - 26 de julio de 2013) fue un poeta, narrador, periodista, director de teatro y editor guatemalteco. Estudió medicina, derecho y psicología, además de dirección teatral en la Escuela Nacional de Teatro.

    Fue director de compañías de teatro en Cuba y Guatemala. También fue catedrático y conferencista en universidades de Guatemala y otros países.

    Marco Antonio Flores es una figura destacada de la literatura guatemalteca, conocido por sus novelas sobre la lucha armada en Guatemala. Su obra, en particular la novela Los compañeros, se considera un hito en la narrativa del país. Su trabajo ha sido traducido al inglés, francés y alemán.

    Entre sus obras más importantes se encuentran: Novelas: Los compañeros (1976), En el filo (1993), Los muchachos de antes (1996), Las batallas perdidas (1999). Poesía: La voz acumulada (1964), Muros de luz (1968), La derrota (1972), Crónica de los años de fuego (1993), Un ciego fuego en el alma (1995), La estación del crepúsculo (2003)

    Recibió varios premios a lo largo de su carrera, incluyendo el Premio Centroamericano de Poesía en 1968, el Premio Nacional de Cuento en 1987 y el Premio Nacional de Literatura "Miguel Ángel Asturias" en 2006.

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