JOSÉ ÁNGEL BUESA

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.

Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

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BLAS DE OTERO

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

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RAFAEL ALBERTI

Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo...

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ANTONIO MACHADO

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero...

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FÉLIX MARÍA DE SAMANIEGO

Apacentando un Joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
¡Favor!, que viene el lobo, labradores.
Éstos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente.

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FEDERICO GARCÍA LORCA

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.

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GABRIEL CELAYA

A veces me figuro que estoy enamorado,
y es dulce, y es extraño,
aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo.
Las canciones de moda me parecen bonitas,
y me siento tan solo
que por las noches bebo más que de costumbre.

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MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS

Recuerdo que en los días rosados de mi infancia,
la abuela…(¿de quién son los abuelos?, ¿de los niños?),
solía por las noches, cuando la tibia instancia
parecía una caja de dulces de la luna,
contar historias viejas. Hoy ya no sé ninguna.

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Lee y disfruta de sus poemas...

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Este amor que ha venido de repente
y sabe la razón de la hermosura.
Este amor, amorosa vestidura,
ceñida al corazón exactamente.

Lee y disfruta de sus poemas...

TIRSO DE MOLINA

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?
El clavel, lindo en color,
y la rosa todo amor;

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MIS MAESTROS-POETAS

MARQUÉS DE SANTILLANA

Recuérdate de mi vida,
pues que viste
mi partir e despedida
ser tan triste.
la respuesta non devida
que me diste;

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN

Amor, tú que me diste los osados
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;

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LUIS ROSALES

Abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?

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ROSALÍA DE CASTRO

¡Con qué pura y serena transparencia
brilla esta noche la luna!
A imagen de la cándida inocencia,
no tiene mancha ninguna.

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JOSÉ ZORRILLA

¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!

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JUANA DE IBARBOUROU

A ártico cielo y soles de Brasiles
bajo palio de heridos corazones,
a ociosa espuma y a fluviales sones
anda el Sagrado Corazón en lides.

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MIS MAESTROS-POETAS

VICENTE ALEIXANDRE

¿Qué firme arquitectura se levanta
del paisaje, si urgente de belleza,
ordenada, y penetra en la certeza
del aire, sin furor y la suplanta?

Lee y disfruta de sus poemas...

MIS MAESTROS-POETAS

JAIME GIL DE BIEDMA

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

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MIS MAESTROS-POETAS

LEÓN FELIPE

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,...

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MIS MAESTROS-POETAS

JULIA DE BURGOS

Yo vengo de la tierna mitad de tu destino;
del sendero amputado al rumbo de tu estrella;
el último destello del resplandor andino,
que se extravió en la sombra, perdido de tu huella.

Lee y disfruta de sus poemas...

CONCEPCIÓN ARENAL

Había en un lugarón
Dos hombres de mucha edad,
Uno de gran sobriedad
Y el otro gran comilón.
La mejor salud del mundo
Gozaba siempre el primero....

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MIS MAESTROS-POETAS

JAIME SABINES

A caballo, Tarumba,
hay que montar a caballo
para recorrer este país,
para conocer a tu mujer,
para desear a la que deseas,
para abrir el hoyo de tu muerte,

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MIS MAESTROS-POETAS

MARIO BENEDETTI

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo

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MIS MAESTROS-POETAS

NICOLÁS GUILLÉN

¿Cuándo fue?
No lo sé.
Agua del recuerdo
voy a navegar.
Pasó una mulata de oro,
y yo la miré al pasar:,....

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MIS MAESTROS-POETAS

OCTAVIO PAZ

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

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MIS MAESTROS-POETAS

MANUEL ALCÁNTARA

El mar, el mar y tú, plural espejo, 
el mar de torso perezoso y lento 
nadando por el mar, del mar sediento: 
el mar que muere y nace en un reflejo. 

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MIS MAESTROS-POETAS

JOSÉ BERGAMIN

AGUA sólo es el mar; agua es el río,
Agua el torrente, y agua el arroyuelo.
Pero la voz que en ellos habla y canta
No es del agua, es del viento.

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MANUEL GUTIERREZ NÁJERA

Los pájaros que en sus nidos
mueren, ¿a dónde van?
¿Y en que lugar escondidos
están, muertos o dormidos,
los besos que no se dan?

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DÁMASO ALONSO

Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;

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GABRIEL Y GALÁN

Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensangrentada,
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,

Lee y disfruta de sus poemas...

LOPE DE VEGA

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

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AMADO NERVO

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

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GLORIA FUENTES

El burro nunca dejará de ser burro.
Porque el burro nunca va a la escuela.
El burro nunca llegará a ser caballo.
El burro nunca ganará carreras.

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JORGE LUIS BORGES

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

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LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN

¿Qué acecho de dolor el alma vino
a herir? ¿Qué funeral adorno es éste?
¿Qué hay en el orbe que a tus luces cueste
el llanto que las turba cristalino?

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MIS MAESTROS-POETAS

LUIS CERNUDA

Ventana huérfana con cabellos habituales,
Gritos del viento,
Atroz paisaje entre cristal de roca,
Prostituyendo los espejos vivos,
Flores clamando a gritos
Su inocencia anterior a obesidades.

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MIS MAESTROS-POETAS

FRAY LUIS DE LEÓN

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,

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MIS MAESTROS-POETAS

RUBÉN DARÍO

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

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MIGUEL HERNÁNDEZ

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor...

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ALFONSINA STORNI

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Esparce octubre, al blando movimiento
el sur, las hojas áureas y las rojas,
en la caída clara de sus hojas,
e lleva al infinito el pensamiento.

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MIS MAESTROS-POETAS

SANTA TERESA DE ÁVILA

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

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SAN JUAN DE LA CRUZ

En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

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MIS MAESTROS

MANUEL MACHADO

Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,...

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PEDRO SALINAS

A esa, a la que yo quiero,
no es a la que se da rindiéndose,
a la que se entrega cayendo,
de fatiga, de peso muerto,
como el agua por ley de lluvia.

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JORGE MANRIQUE

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;

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RAMÓN DE CAMPOAMOR

En este mundo traidor
Nada es verdad ni mentira:
Todo es según el color
Del cristal con que se mira. 

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SALVADOR DÍAZ MIRÓN

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

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NICOMEDES SANTA CRUZ

Cómo has cambiado, pelona,
cisco de carbonería.
Te has vuelto una negra mona
con tanta huachafería.
Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,...

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FRANCISCO DE QUEVEDO

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Lee y disfruta de sus poemas...

FRANCISCO ALDANA

Clara fuente de luz, nuevo y hermoso,
rico de luminarias, patrio Cielo,
casa de la verdad sin sombra o velo,
de inteligencias ledo, almo reposo:
¡oh cómo allá te estás, cuerpo glorioso,

Lee y disfruta de sus poemas...

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Volverán las oscuras golondrinas
De tu balcón sus nidos a colgar
Y otra vez con el ala a sus cristales
Jugando llamarán.

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GUTIERRE DE CETINA

Excelso monte do el romano estrago
eterna mostrará vuestra memoria;
soberbios edificios do la gloria
aún resplandece de la gran Cartago;...

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LUIS DE GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Lee y disfruta de sus poemas...

GARCILASO DE LA VEGA

Cuando me paro a contemplar mi estado

y a ver los pasos por do m’han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

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YA NO PUEDO VIVIR [Mi poema]
Pere Gimferrer [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo
 

Ya no puedo vivir ni respirar,
no me sirven las letras de consuelo,
la pasión ya no encuentra en mi el anhelo
pues no tengo a ninguno a quien amar
y en la noche me angustio y  me desvelo.

Que la vida a empujones se me escapa
y no puede aplacar mi desconsuelo,
pues la observo al andar como derrapa,
cual cebolla sacando capa a capa
poco a poco se va quitando el velo.

Ya no hay nadie me entienda, quien me aguante,
no soporto el llorar mirando al cielo,
ni hoy ya existe razón equidistante
que me obligue a seguir hacia adelante
y me encuentro penando a ras del suelo.

Que esta vida se me hace cuesta arriba
y no le hallo a la misma un aliciente.
Voy cerniendo minutos en mi criba
y no encuentro razón que sobreviva
mientras voy resbalando en la pendiente.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Pere Gimferrer

Pere Gimferrer

Cuchillos en abril

Odio a los adolescentes.
Es fácil tenerles piedad.
Hay un clavel que se hiela en sus dientes
y cómo nos miran al llorar.

Pero yo voy mucho más lejos.
En su mirada un jardín distingo.
La luz escupe en los azulejos
el arpa rota del instinto.

Violentamente me acorrala
esta pasión de soledad
que los cuerpos jóvenes tala
y quema luego en un solo haz.

¿Habré de ser, pues, como éstos?
(La vida se detiene aquí)
Llamea un sauce en el silencio.
Valía la pena ser feliz.
(De Arde el mar)

Conjuro

Los guerreros más augustos ya son sombras
bajo la sombra del viejo encinar.
Cárdena crepita la noche.
Latigazos, ladridos, remotos rayos.
Chirrían las cornejas en el pozo ciego.
Guiarán al manso corcel de hielo.
La tormenta. El sol verde de aguas negras.
No me conozco. Es un lago el pecho muerto.
Bajel de oro, cadalso prieto del día.
Mi cuerpo, como la cuerda de un arco.
Ya labora el invierno, cuando rasga
las cortinas, teatro del mar.
Se enmascara tras las nieblas densas.
Arquero negro, detén tu paso.
Petrifícase el arquero de azabache.
La saeta conoce el derrotero.
Palmo a palmo mensuramos la fosa.
Fango y hojas nos daban la yacija.
Arde y arde el guante de oro del barquero.
La laguna, de nieve y azafrán.
No pensabas que fuera así de blanca.
Ahora vienen las huestes. Cielo allá,
las huestes vienen. Verdor de la encina
en los ojos vacíos, de cal llenos.

Cosecha

En la vibración del aire, la capilla
del viento, en el reverso de la claridad del día:
la copa de la cúspide de luz,
la cumbre de la noche boca abajo,
el fardo destripado de la niebla en los álamos,
el pendiente del cielo deshilachado: chopos,
chopos en la túnica de la noche vendimiada,
¡tiempo del trigo y el mosto, tiempo de langostas!
Al borde del cielo zumban, en la línea
del horizonte rojo saqueado por el sol,
la osamenta de la noche en llamas.
Al vértice del aire, vivirá el aire,
en el cerco de cúpulas del viento.

El cuerno de caza

Para quién pide el viento de esta tarde clemencia
En los arcos de otoño qué susurra el zorzal
Con sirenas de buques a lo lejos de la ausencia
Oh capillas nevadas de la noche y el mal
cetrería de oros y de bruma imperial
bella presa halconeros un amante desnudo
presa de luz de viento de espacio de bahías
todo su cuerpo en llamas un puñal un escudo
Lebrel en los pantanos qué luz de cacerías
para mí sólo amor por mí sólo vivías.

No es hablarnos de oídas de cuchillos y sedas
ni proyectar historias en los cuartos oscuros
Cuando todo se ha ido sólo tú amor me quedas
no quiero hablar entonces de estanques ni arboledas
sólo el amor nos hace más solemnes más puros
En la noche de otoño no me valen conjuros

En la glaciar tiniebla de las calles de luna
lleva guantes de plata muerta y fosforescente
Al acecho en la esquina ninguna voz ninguna
me llamará mi amor dulce cuerpo presente
Como si hubiera vuelto la niñez de repente
oh borrosas imágenes cristal esmerilado
densa penumbra densa silencio en los pasillos
de puntillas andamos el viento en los visillos
las ventanas el agua aquel cuarto cerrado
A oscuras muy despacio no sé quién me ha besado

Qué me han dado que todo resplandece y se esfuma
Qué diluye los rostros en su luz misteriosa
Los armarios se abren cae del libro una rosa
Rueda en la playa un aro al jardín de la espuma
Sí recuerdo mi vida Que el amor le consuma

Estos focos que ciegos en la noche no cesan
de recorrer palacios y ciegas galerías
del país del amor encendidos regresan
cuando unos labios a otros labios temblando besan
cuando tú amor a mi lado palidecías.

Y la muerte de blanco soltará sus jaurías.

Una sola nota musical para Hölderlin

Si pierdo la memoria, qué pureza.
En la azul crestería la tarde se demora,
retiene su oro en mallas lejanísimas,
cuela la luz por un resquicio último, se extiende
y me delata
como un arco que tiembla sobre el aire encendido.
¿Que esperaba el silencio? Príncipes de la tarde,
¿qué palacios
holló mi pie, que nubes o arrecifes, qué estrellado país?
Duró más que nosotros aquella rosa muerta.
Qué dulce es al oído el rumor con que giran los planetas
del agua.

Acto

Monstruo de oro, trazo oscuro
sobre laca de luz nocturna:
dragón de azufre que embadurna
sábanas blancas en puro
fulgor secreto de bengalas.
Ahora, violentamente, el grito
de dos cuerpos en cruz: el rito
del goce quemará las salas
del sentido. Torpor de brillos:
la piel -hangares encendidos-,
por la delicia devastada.
Fuego en los campos amarillos:
en cuerpos mucho tiempo unidos
la claridad grabó una espada.

Agosto

No culpéis a nadie del derrumbamiento del hombre.
La entrega estéril de la palabra, don
de los antros, cuando la noche, la helada, labra
un fuego venusiano, y el sol, un ser de nieblas,
desfallece. Este sorbo, sorbo de nada, encendidos
labios, piedra de púrpura, la semilla
más secreta del hombre, porque no se precisan armas
para vencer al hombre: ya los relámpagos son un signo de ello.
Escuetos, afilados
dicen el vil secreto, la cobardía,
el deseo bastardo, emblemas, yugos inmemoriales
de abyección. Cabelleras, vanas al viento, arrebatadas
por la corriente de la nieve núbil de un cuerpo,
fuego de hogueras
que adorna la claridad. ¿Eres inmortal tú, ahora,
irrisión de la carne, tú, que tal vez has satisfecho
a la servil pasión? Sí, mucho necesita el hombre
para abarcar la extensión de su deseo, y su
deseo es la nada. El escudo oscuro de la luna,
el escudo lívido del sol ¿qué astro oscultan?
¿Qué olas, qué ignición
de espacios lejanos? Por los roquedales
se tambalea esta claridad lúgubre,
rescate hostil de la carne escarnecida,
picos, remos de oro sometido, despojos
de un jirón. Si el gozo, funesto,
de una más lóbrega sima extrajera la luz y,
con los ojos cerrados,
la nostalgia, la carcelera ciega del sentido,
hiciese del pecho la saeta, el aciago solar! Porque el viento
no necesita sentir el peso del viento cuando, vivo, tiembla
en los gallardetes, los pasos del viento de primavera.
Así el hombre. No se dice su nombre: primavera.
Y lo es. ¿Quién dice el nombre? ¿Qué labios -¿son mortales?
dicen la noche?
¿Qué ojos
ven la noche? ¿Qué ojos son la noche?

Antagonías

I
No es el sonido del agua en los opacos cristales
(la oscuridad de invierno, que ahoga los sonidos)
ni la luz nebulosa de los astros de acero.
Como si hubiera entrado en un espejo,
la violenta refracción del aire
pone mi cuerpo en pie, galvanizado espectro de una rosa.
Tras un telón de sedas amarillas
bultos de luz, figuras con disfraz.
Los bajíos, la espuma, los rubíes que reflejan unos ojos,
las piedras que incitan al sueño -zafiros-, la significación
del oro y los metales,
el brillo que queda en la mirada después del amor,
la verde oscuridad del mar en sueños,
la simultaneidad de tiempos en el momento de correrse
unos visillos, con el
gesto de ayer, un perfil en escorzo, como en un
boceto de pintor
las figuras del agua en los nublados cristales,
la lucha de dragones en el cielo borrascoso,
el espacio y el tiempo de un poema, el tono en que se dice,
el ritmo de lectura, las pausas, los silencios, lo que alude
entre paréntesis,
(lo que un poema alude entre paréntesis)
la superposición de imágenes que aluden a la muerte, al amor,
al transcurso del tiempo
(la superposición de imágenes que aluden al poema)
cuando en la noche una voz se detiene, se hace una pausa
en la lectura, se alza la mirada
para contemplar el fuego reflejado en el espejo,
y todo queda entre paréntesis, como un lugar santo
en levitación o un lugar maligno tras la silenciosa explosión
de humo de un fakir.

II
Las primeras tentativas daban sólo figuras inciertas,
velado el cliché, todo envuelto en la blancura diabólica
de una placa en negativo,
los ácidos, las sales, mostraban sólo sombras plateadas,
en la pantalla aparecían reflejos crepusculares,
el crepúsculo invadía la habitación con su llamear de vencejos,
y quizá era éste el sentido de la fotografía.
Una experiencia de la ambigüedad
o una experiencia del silencio:
el jardín puebla el triunfo de los pavos reales
en una silenciosa llamarada creciendo ante los ojos,
luz de colores cálidos, otoño.

III
Tambores, oh tambores oscuros del otoño, cobre, lentas cañadas,
estas calles donde a veces los vidrios de los balcones reverberan
-mucho más que mi imagen y sin embargo menos que una
aparición-
creced en mi corazón y sus lúgubres jardines,
en la vegetación de verdes resplandores que oscurecen latiendo
(en este tiempo estamos obligados a escribir sólo esbozos
de poemas)
cuando entre bastidores la oscuridad impide ver los rostros,
pero aún no es de noche: las palabras,
estos bultos de sombra que pronuncian el nombre
de jardines secretos,
la ráfaga de un viento helado en primavera,
los bosques de la helada primavera que oprime los sentidos.

Arde el mar

Oh ser un capitán de quince años
viejo lobo marino las velas desplegadas
las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio en las barcazas
las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo
las huelgas de los cargadores las grúas paradas ante el
cielo de zinc
los tiroteos nocturnos en la dársena fogonazos un cuerpo
en las aguas con sordo estampido
el humo en los cafetines
Dick Tracy los cristales empañados la música zíngara
los relatos de pulpos serpientes y ballenas
de oro enterrado y de filibusteros
Un mascarón de proa el viejo dios Neptuno
Una dama en las Antillas ríe y agita el abanico de nácar
bajo los cocoteros

Band of angels

Un jazmín invertido me contiene,
una campana de agua, un rubí líquido
disuelto en sombras, una aguja de aire
y gas dormido, una piel de carnero
tendida sobre el mundo, una hoja de álamo
inmensamente dulce, cuanto puede
vegetal y callado remansarse
sobre nuestras cabezas, y la sien
y los labios y el dorso de la mano
ungir de luz:
Tú llegas.
Mía, mía
como el árbol del cielo de noviembre,
la lluvia del que en sus cristales óyela
y piensa en ella, el mar de su eco lóbrego,
el viento de la cueva donde expira
y se sume, pasado el planisferio,
la luz de su reflejo en un estanque,
el astro de su luz, del tiempo el hombre
que lo vivió y luchó para ganarlo,
ganando aquél, del silencio la música
que un instante ha cesado y se retiene
para volcarse luego, un solo río,
una sola corriente de oro en pie,
inmóvil y cambiante, tal el signo
de la centella en el recuerdo, cuando
la pensamos y fue, sobre la tapia
en cal de nuestra infancia, un aro roto,
y aquel fulgor estremeciendo el aire,
caliente en las mejillas, glacial luego,
cuando la lluvia en chaparrón nos vence
y vence a nuestra infancia:
toda mía
como esa infancia que no tuve, el ruido
de una máquina al coser, tarde perlada
de cansancio, cortinas fantasmales,
unánime el pasillo hacia el balcón
y la calle entre rejas, un perfil
desconocido, el mío, y en sus ojos
otra luz de leyenda, un mundo, salas,
caminos, rosas, montes, arboledas,
tapices, cuadros, parques de granito,
abanicos abiertos, tumba abierta
como un ángel de mármol, tumba abierta
con coronas y versos, tumba abierta
de un niño, tumba oscura, aún mi pelo
rizado estaba, tumba abierta al cierzo
y la lluvia de otoño, verdes eran
ya mis ojos, en mi boca había un lirio,
tumba abierta de barro removido,
paletadas de estiércol en los ojos
de un niño, tumba abierta, venid todos,
murió en noviembre y llueve en su piel blanca
llueve con la dulzura del otoño
y el dolor de la infancia que no tuve
y hoy sueño para ti,
pues era mía,
mía como lo más mío de mí mismo.
Yo te he esperado años, y no importa
(no debiera importar) que sin tu luz
permanezca unas horas, escribiendo
poemas al azar, mientras te sé
con otras gentes -¿tú la que me sueño,
o la que eres?- ida, ajena, en este
país tan tuyo de metal y sombra
donde no puedo entrar, en este tiempo
vivido sólo por y para ti,
el tiempo de sala de concierto
donde entraste aquel día, y bruscamente
te vi partir, sabiéndome a tu lado
y queriéndome aún, más desde lejos,
donde imposible no sonó mi paso
ni mi respiración de amor llegaba
a tus cabellos, desde el centro mismo,
de la otra vida, el corazón magnético
que envolvía en un círculo, hacia arriba,
sala y rostros y música ya ti .
No debiera importarme que no tenga
de este modo en las horas que tú vives
lejos de mí, fiel a tu vida propia,
para luego en la luz de amor transida
de mis ojos reconocerte en mí
y latir al unísono los pulsos,
astros, flores y frutos del amor;
no debiera importarme, mas no sé
dar al olvido tantos años muertos,
tanta belleza inútil, pues no vista
ni gozada contigo, tanto instante
que no sentí, pues no sentí a tu lado,
toda mi vida antes de abrirme a ti:
este jardín, esta terraza misma,
el vientre tibio de la noche fuera,
las ubres ciegas del pasado, el agua
latiendo al fondo de un poema, el fuego
crepitando en la cumbre de un poema,
la cruz donde confluye el elemento,
el círculo o conjuro cabalístico,
la pezuña del diablo, los ardides
que con mi amor fabrican poesía
como metal innoble.
Veo el claustro
ya en silencio a esta hora de la tarde,
mágico en la distancia y la memoria,
arropado de sombras indecisas,
y tú saliendo, tu cabello suave
que ahuyenta las brujas, tu mirada
vertida en algo más allá de ti,
la astral fosforescencia de tus dientes,
el hielo dulce y terso de tus labios,
todas las dalias que en tu piel expiran
y en cada pliegue de tu cuerpo, y toda
la piedad que tus manos me conceden.
Irreductiblemente, ¿cómo ves
al que te espera, con tus ojos puros?
Supiera esto, y tú serías mía,
y al esperarte ahora, en esta tarde
que existe sólo porque existes tú,
la luz que confabula este poema
incendiaría nuestra soledad.
Ven hasta mí, belleza silenciosa,
talismán de un planeta no vivido,
imagen del ayer y del mañana
que influye en las mareas y los versos;
ven hasta mí y tus labios y tus ojos
y tus manos me salven de morir.
«Arde el mar» 1966

By love possessed

Me dio un beso y era suave como la bruma
dulce como una descarga eléctrica
como un beso en los ojos cerrados
como los veleros al atardecer
pálida señorita del paraguas
por dos veces he creído verla su vestido
(estampado el bolso el pelo corto y
(aquella forma de andar muy en el
borde de la acera.
En los crepúsculos exangües la ciudad es un torneo
de paladines en cámara lenta
sobre una pantalla plateada
como una pantalla de televisión son las imágenes
de mi vida los anuncios
y dan el mismo miedo que los objetos volantes
venidos de no se sabe
dónde fúlgidos en le espacio.
Como las banderolas caídas en los yates de lujo
las ampollas de morfina en los cuartos cerrados de los hoteles
estar enamorado es una música una droga es como
escribir un poema
por ti los dulces dogos del amor y su herida carmesí.
Los uniformes grises de los policías los cascos
las cargas los camiones los jeeps
los gases lacrimógenos
aquel año te amé como nunca llevabas un
vestido verde y por las mañanas sonreías
Violines oscuros violines de agua
todo el mundo que cabe en el zumbido de una línea telefónica
los silfos en el aire la seda y sus relámpagos
las alucinaciones en pleno día como viendo fantasma luminosos
como palpando un cuerpo astral
desde las ventanas de mi cuarto de estudiante
y muy despacio los visillos
con antifaz un rostro me miraba
el jardín un rubí bajo la lluvia.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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