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Breve Biografía de Fray Luis de León ¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar? haz click en el botón de la izquierda! Fray Luis de León nació en Belmonte en 1527 en el seno de una familia muy influyente. A los 14 años ingresó en la orden de los agustinos y varios años más tarde se recibió como Doctor en Teología. Una muestra de sus poemas Aquí la envidia y mentira y con pobre mesa y casa ¡Oh ya seguro puerto techo pajizo, adonde sierra que vas al cielo recíbeme en tu cumbre, y do está más sereno mientras que poco a poco En ti, casi desnudo de ti, en el mar sujeto el uno, que surgía el otro en la encubierta a otros roba el claro Esfuerza, opón el pecho, ¡Ay, otra vez y ciento Alma región luciente, de púrpura y de nieve Él va, y en pos dichosas Y dentro a la montaña Y de su esfera, cuando Toca el rabel sonoro, ¡Oh, son! ¡Oh, voz! Siquiera conocería dónde Agora con la aurora se levanta agora, vuelta al cielo, pura y santa, Así digo y del dulce error llevado más luego vuelve en sí el engañado ¿Y dejas, Pastor santo, Los antes bienhadados, ¿Qué mirarán los ojos Aqueste mar turbado, ¡Ay!, nube, envidiosa Aunque en ricos montones y aunque cruel tirano aunque engañes los ojos no velará en tu lecho; del gozo tus umbrales y diestra mano armada, del Tiempo hambriento y crudo, Virgen, que el sol más pura, Virgen, en cuyo seno Virgen y madre junto, Virgen, del sol vestida, Virgen, por quien vencida Virgen, del Padre Esposa, Virgen, que al alto ruego Virgen, lucero amado, Virgen, no enficionada Virgen, el dolor fiero Huid, contentos, de mi triste pecho; Tened en la memoria cuando fuistes a do ya no veréis sino nublados, No pinta el prado aquí la primavera, La noche aquí se vela, aquí se llora Guardad vuestro destierro, que ya el suelo Guardad vuestro destierro, si alegría, Guardad vuestro destierro, si tornando Guardad vuestro destierro que, olvidados Los bienes más queridos y mayores Mancíllanse mis manos, si se apuran; Quien mis cadenas más estrecha y cierra Mudó su ley en mí naturaleza, Cuanto desenlazarse más pretende En mí la culpa ajena se castiga «Dichoso el que jamás ni ley ni fuero, Que por las inocentes soledades, Cuando la luz el aire y tierras baña, Sus noches son sabrosas y seguras, Lo justo le acompaña, y la luciente De ricas esperanzas almo coro, Allí, contento, tus moradas sean; ¿Qué santo o qué gloriosa el sol con presto vuelo repetirá sonando a do, ceñido el oro Pues, ¿quién diré primero, igual al Padre Eterno, Después el vientre entero, Espíritu divino, Osado en la promesa, ¿Quién no dirá tu lloro, Del Nilo moradora, ¿Diré el rayo Africano? Columna ardiente en fuego, Cual árbol con los años ¡Ay, Padre! ¿y dó se ha ido Adonde la azucena Convierte piadoso Da paz a aqueste pecho, No niego, dulce amparo
En 1572 fue apresado por soldados de la Santa Inquisición, porque manifestó públicamente su gusto por la biblia hebraica en lugar de la traducción al idioma castellano impuesta por la Iglesia. Si además se tiene en cuenta que este hombre provenía de una familia de conversos, se entiende que la razón por la que era perseguido no era esa únicamente. Transcurrieron cinco años en los que Luis de León estuvo completamente aislado; en este período escribió sus poemas más famosos, en los que volcó su incertidumbre y la impotencia que aquel encierro le generaba.
Al salir tradujo los más importantes libros antiguos del hebreo al español, expresando que su única intención era que se conociera la verdad sin tapujos, sin atajos ni tergiversaciones, a fin de que quienes leyeran esos libros pudieran comprender su verdadera esencia.
LOS POEMAS
ODA XXIII
A LA SALIDA DE LA CÁRCEL
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso.
ODA XIV
AL APARTAMIENTO
de mi tan luengo error! ¡oh deseado
para reparo cierto
del grave mal pasado!
¡reposo dulce, alegre, reposado!;
jamás hizo morada el enemigo
cuidado, ni se asconde
invidia en rostro amigo,
ni voz perjura, ni mortal testigo;
altísima, y que gozas del sosiego
que no conoce el suelo,
adonde el vulgo ciego
ama el morir, ardiendo en vivo fuego:
recíbeme, que huyo perseguido
la errada muchedumbre,
el trabajar perdido,
la falsa paz, el mal no merecido;
el aire me coloca, mientras curo
los daños del veneno
que bebí mal seguro,
mientras el mancillado pecho apuro;
borro de la memoria cuanto impreso
dejó allí el vivir loco
por todo su proceso
vario entre gozo vano y caso avieso.
deste corporal velo, y de la asida
costumbre roto el ñudo,
traspasaré la vida
en gozo, en paz, en luz no corrompida;
con lástima los ojos inclinando,
contemplaré el aprieto
del miserable bando,
que las saladas ondas va cortando:
alegre ya en el puerto, salteado
de bravo soplo, guía,
apenas el navío desarmado;
peña rompe la nave, que al momento
el hondo pide abierta;
al otro calma el viento;
otro en las bajas Sirtes hace asiento;
día, y el corazón, el aguacero;
ofrecen al avaro
Neptuno su dinero;
otro nadando huye el morir fiero.
mas ¿cómo será parte un afligido
que va, el leño deshecho,
de flaca tabla asido,
contra un abismo inmenso embravecido?
otras seguro puerto deseado!
no me falte tu asiento,
y falte cuanto amado,
cuanto del ciego error es cudiciado.
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ODA XIII
DE LA VIDA DEL CIELO
prado de bienandanza, que ni al hielo
ni con el rayo ardiente
fallece; fértil suelo,
producidor eterno de consuelo:
florida, la cabeza coronado,
y dulces pastos mueve,
sin honda ni cayado,
el Buen Pastor en ti su hato amado.
le siguen sus ovejas, do las pace
con inmortales rosas,
con flor que siempre nace
y cuanto más se goza más renace.
del alto bien las guía; ya en la vena
del gozo fiel las baña,
y les da mesa llena,
pastor y pasto él solo, y suerte buena.
la cumbre toca, altísimo subido,
el sol, él sesteando,
de su hato ceñido,
con dulce son deleita el santo oído.
y el inmortal dulzor al alma pasa,
con que envilece el oro,
y ardiendo se traspasa
y lanza en aquel bien libre de tasa.
pequeña parte alguna decendiese
en mi sentido, y fuera
de sí la alma pusiese
y toda en ti, ¡oh, Amor!, la convirtiese,
sesteas, dulce Esposo, y, desatada
de esta prisión adonde
padece, a tu manada
viviera junta, sin vagar errada.Agora con la aurora se levanta
mi Luz; agora coge en rico nudo
el hermoso cabello; agora el crudo
pecho ciñe con oro y la garganta;
las manos y ojos bellos alza, y pudo
dolerse agora de mi mal agudo;
agora incomparable tañe y canta.
presente ante mis ojos la imagino
y lleno de humildad y amor la adoro;
ánimo y, conociendo el desatino,
la rienda suelta largamente al lloro.ODA XVIII
EN LA ASCENSIÓN
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!Contra un juez avaro
levantes el cautivo inútil oro;
y aunque tus posesiones
mejores con ajeno daño y lloro;
oprimas la verdad, y tu avaricia,
vestida en nombre vano,
convierta en compra y venta la justicia;
del mundo a quien adoras: no por tanto
no nacerán abrojos
agudos en tu alma; ni el espanto
ni huirás la cuita y agonía,
el último despecho;
ni la esperanza buena en compañía
penetrará jamás; ni la Meguera,
con llamas infernales,
con serpentino azote la alta y fiera
saldrá de tu aposento sola una hora;
y ni tendrás clavada
la rueda, aunque más puedas, voladora
que viene, con la muerte conjurado,
a dejarte desnudo
del oro y cuanto tienes más amado;
y quedarás sumido
en males no finibles y en olvido.ODA XXI
A NUESTRA SEÑORA
gloria de los mortales, luz del cielo,
en quien la piedad es cual la alteza:
los ojos vuelve al suelo
y mira un miserable en cárcel dura,
cercado de tinieblas y tristeza.
Y si mayor bajeza
no conoce, ni igual, juicio humano,
que el estado en que estoy por culpa ajena,
con poderosa mano
quiebra, Reina del cielo, esta cadena.
halló la deidad digno reposo,
do fue el rigor en dulce amor trocado:
si blando al riguroso
volviste, bien podrás volver sereno
un corazón de nubes rodeado.
Descubre el deseado
rostro, que admira el cielo, el suelo adora:
las nubes huirán, lucirá el día;
tu luz, alta Señora,
venza esta ciega y triste noche mía.
de tu Hacedor dichosa engendradora,
a cuyos pechos floreció la vida:
mira cómo empeora
y crece mí dolor más cada punto;
el odio cunde, la amistad se olvida;
si no es de ti valida
la justicia y verdad, que tú engendraste,
¿adónde hallará seguro amparo?
Y pues madre eres, baste
para contigo el ver mi desamparo.
de luces eternales coronada,
que huellas con divinos pies la Luna;
envidia emponzoñada,
engaño agudo, lengua fementida,
odio crüel, poder sin ley ninguna,
me hacen guerra a una;
pues, contra un tal ejército maldito,
¿cuál pobre y desarmado será parte,
si tu nombre bendito,
María, no se muestra por mi parte?
llora su perdición la sierpe fiera,
su daño eterno, su burlado intento;
miran de la ribera
seguras muchas gentes mi caída,
el agua violenta, el flaco aliento:
los unos con contento,
los otros con espanto; el más piadoso
con lástima la inútil voz fatiga;
yo, puesto en ti el lloroso
rostro, cortando voy onda enemiga.
dulce Madre del Hijo, templo santo
del inmortal Amor, del hombre escudo:
no veo sino espanto;
si miro la morada, es peligrosa;
si la salida, incierta; el favor mudo,
el enemigo crudo,
desnuda, la verdad, muy proveída
de armas y valedores la mentira.
La miserable vida,
sólo cuando me vuelvo a ti, respira.
no más humilde sí diste que honesto,
en quien los cielos contemplar desean;
como terrero puesto—
los brazos presos, de los ojos ciego—
a cien flechas estoy que me rodean,
que en herirme se emplean;
siento el dolor, mas no veo la mano;
ni me es dado el huir ni el escudarme.
Quiera tu soberano
Hijo, Madre de amor, por ti librarme.
en mar tempestuoso clara guía,
a cuvo santo rayo calla el viento;
mil olas a porfía
hunden en el abismo un desarmado
leño de vela y remo, que sin tiento
el húmedo elemento
corre; la noche carga, el aire truena;
ya por el cielo va, ya el suelo toca;
gime la rota antena;
socorre, antes que emviste en dura roca.
de la común mancilla y mal primero,
que al humano linaje contamina;
bien sabes que en ti espero
dende mi tierna edad; y, si malvada
fuerza que me venció ha hecho indina
de tu guarda divina
mi vida pecadora, tu clemencia
tanto mostrará más su bien crecido,
cuanto es más la dolencia,
y yo merezco menos ser valido.
añuda ya la lengua, y no consiente
que publique la voz cuanto desea;
mas oye tú al doliente
ánimo, que contino a ti vocea.ODA XVII
EN UNA ESPERANZA QUE SALIÓ VANA
¿qué engaño os vuelve a do nunca pudistes
tener reposo ni hacer provecho?
con público pregón, ¡ay!, desterrados
de toda mi comarca y reinos tristes,
y viento, y torbellino, y lluvia fiera,
suspiros encendidos y cuidados.
ni nuevo sol jamás las nubes dora,
ni canta el ruiseñor lo que antes era.
el dia miserable sin consuelo
y vence el mal de ayer el mal de agora.
no puede dar contento al alma mía,
si ya mil vueltas diere andando el cielo.
si gozo, y si descanso andáis sembrando,
que aqueste campo abrojos solo cría.
de nuevo no queréis ser castigados
con crudo azote y con infame bando.
de vuestro ser, en mí seréis dolores:
¡tal es la fuerza de mis duros hados!
se mudan, y en mi daño se conjuran,
y son, por ofenderme, a sí traidores.
la paz y la amistad, que es cruda guerra;
las culpas faltan, más las penas duran.
es la inocencia mía y la pureza;
cuando ella sube, entonces vengo a tierra.
y pudo en mí el dolor lo que no entiende
ni seso humano ni mayor viveza.
el pájaro captivo, más se enliga,
y la defensa mía más me ofende.
y soy del malhechor, ¡ay!, prisionero,
y quieren que de mí la Fama diga:
ni el alto tribunal, ni las ciudades,
ni conoció del mundo el trato fiero.
recoge el pobre cuerpo en vil cabaña,
y el ánimo enriquece con verdades.
levanta al puro sol las manos puras,
sin que se las aplomen odio y saña.
la mesa le bastece alegremente
el campo, que no rompen rejas duras.
verdad, la sencillez en pechos de oro,
la fee no colorada falsamente.
y paz con su descuido le rodean,
y el gozo, cuyos ojos huye el lloro.»
allí te lograrás, y a cada uno
de aquellos que de mi saber desean,
les di que no me viste en tiempo alguno.ODA XIX
A TODOS LOS SANTOS
virtud, qué deidad que el cielo admira,
oh Musa poderosa
en la cristiana lira,
diremos entretanto que retira
el rayo fugitivo en este día,
que hace alarde el cielo
de su caballería?
¿qué nombre entre estas breñas a porfía
la imagen de la voz, en la manera
el aire deleitando
que el Efrateo hiciera
del sacro y fresco Hermón por la ladera?;
crespo con verde hiedra, la montaña
condujo con sonoro
laúd, con fuerza y maña
del oso y del león domó la saña.
que el Alto y que el Humilde?, y que, la vida
por el manjar grosero
restituyó perdida,
que al cielo levantó nuestra caída,
igual al que en la tierra nace y mora,
de quien tiembla el infierno,
a quien el sol adora,
en quien todo el ser vive y se mejora.
la Madre desta Luz será cantada,
clarísimo Lucero
en esta mar turbada,
del linaje humanal fiel abogada.
no callaré tu voz, tu pecho opuesto
contra el dragón malino;
ni tú en olvido puesto
que a defender mi vida estás dispuesto.
barquero de la barca no sumida,
y a ti que la lucida
noche te traspasó de muerte a vida.
tu bien trocado amor, oh Magdalena;
de tu nardo el tesoro,
de cuyo olor la ajena
casa, la redondez del mundo es llena?
tierna flor del saber y de pureza,
de ti yo canto agora;
que en la desierta alteza,
muerta, luce tu vida y fortaleza.
¿diré el Stridonés sabio, elocuente?
¿o el panal Romano?
¿o del que justamente
nombraron Boca de oro entre la gente?
el firme y gran Basilio al cielo toca,
mayor que el miedo y ruego;
y ante su rica boca
la lengua de Demóstenes se apoca.
la gloria de Francisco sube y crece;
y entre mil ermitaños
el claro Antón parece
luna que en las estrellas resplandece.
aquel raro valor? ¡Oh!, ¿qué malvado
el oro ha destruido
de tu templo sagrado?
¿quién cizañó tan mal tu buen sembrado?
lucía, y el clavel, do el rojo trigo,
reina agora la avena,
la grama, el enemigo
cardo, la sinjusticia, el falso amigo.
tus ojos y nos mira, y con tu mano
arranca poderoso
lo malo y lo tirano,
y planta aquello antiguo, humilde y llano.
que hierve con dolor en noche escura;
que fuera deste estrecho
diré con más dulzura
tu nombre, tu grandeza y hermosura.
del alma, que mis males son mayores
que aqueste desamparo;
mas, cuanto son peores,
tanto resonarán más tus loores.